Hoy sale nuestra segunda revista digital. En el marco del 24 de junio, recordamos a Fangio, Gardel, Riquelme, Messi, el gol de Caniggia a Brasil y Rodrigo. Abordados desde distintos ángulos, les dejamos algunas muestras de lo que van a leer en la revista.
Escribimos una barbaridad la verdad. Cuentos, ensayos, crónicas y perfiles. Acá, como si fuera el trailer de una película, algunos pantallazos de lo que se van a encontrar dentro de la revista. Ya conocen la tapa, ahora es el turno de los textos.
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Gol de Caniggia a Brasil
¿Y si un gol es en realidad una danza milonguera?
El latido rioplatense se siente no sólo por ritmo sino también por gusto. Sus expresiones culturales son tan discutidas como tajantes. Tan poéticas como significativas. El mate, el olor a río, el asado, el dulce de leche, la rambla y la falta de «eses» en la pronunciación final de las palabras no son solamente objetos o acciones de carácter tradicional sino también ritos completos de significación y pertenencia. Tomar mate, por ejemplo, no es simplemente el acto de ingerir una bebida sino un “ser uruguayo o argentino” mucho más profundo que el agua caliente, la yerba o la bombilla.
Hay dos elementos indudablemente separados que reflejan ese espíritu. Uno de ellos, el Tango, con su danza, su melodía y su ritmo, es sinónimo de la ribera. Al otro, el fútbol, le pasa casi lo mismo.
(Fragmento de la nota “Último tango en Delle Alpi” de Santiago Nuñez)

Juan Román Riquelme
De pronto, al verlo gambetear por primera vez en una cancha, comprendí todo. Aquella tarde lluviosa, sombría, de tempestad rioplatense, lo vi todo: Johan Wolfgang Goethe había homenajeado a Román poniéndole nada menos que “Romanticismo” al movimiento cultural europeo que surgió dos siglos antes del nacimiento del Último Diez. Ese partido en el que descubrí la verdad, paradójicamente, habría de ser la última función de Román como Demiurgo Absoluto del destino del fútbol nacional: una victoria 2 a 1 ante Uruguay, por las eliminatorias rumbo a Sudáfrica 2010. Goles de Messi y Agüero, una asistencia de Román.
Si tenemos en cuenta que los románticos, con los hermanos Grimm oficiando de cazadores de talento, salieron a buscar influencias exóticas y populares, en desmedro de la tradición grecolatina, del clasicismo, de lo Bello como categoría estética imperante, se entiende que hayan posado aquí, en los putrefactos y xeneixes márgenes del Riachuelo, su mirada soñadora. Este idealismo y el rechazo a la Ilustración, a lo Universal, era lo único con lo que contaban en la incipiente corriente artística; todo lo demás, desde el amor a la aldea de uno, pasando por los ambientes noctámbulos, las subidas de Clemente Rodríguez, la rebeldía irracional, los goles de Palermo, la melancolía (“Todos los abismos de su alma los he hallado en la mía”, le dedicó un aturdido Nietzsche), hasta el culto a los sentimientos y el suicidio wertheriano, salió de las conferencias de prensa de Román. Y de sus pies, claro, si tomamos en cuenta aquella cantinela romántica que dicta que la obra y el artista son indisolubles.
El culto de los sentimientos
Román, por seguir lo que le dictaba su corazón, no solo renunció a la Selección Argentina para cuidar a su mamá, sino que también se quedó a jugar en Boca cuando podría haberse marchado a destinos tan vulgares como bien pagos, y sin querer sentó las bases del Romanticismo al volver a la tierra idílica, a su Argentinos Juniors donde todo comenzó, para retirarse y cumplir con su palabra. Algo parecido hicieron los románticos, yendo a rescatar el arte de la Edad Media, la fuente original que necesitaban para cortar con sus más inmediatos predecesores.
(Fragmento de la nota “En la colina de la melancolía de Lucas Bauzá)
El periodista Alejandro Caravario escribió en marzo del 2010 en la Revista Un Caño: “A diferencia de otros colegas interesados en la popularidad, las camionetas y las botineras, para Juan Román Riquelme el verdadero erotismo de su profesión reside en el poder. Con mentalidad de estratega y vocación autocrática, el diez de Boca es un caudillo ambiguo que aglutina aliados incondicionales y enemigos, sin medias tintas”. Pero esto poco le importaba al hincha porque no veía lo que pasaba de lunes a viernes en los entrenamientos, sólo le interesaba lo que ocurría los días de partido y allí Román era inexpugnable.
Si bien Carlos Bianchi fue el técnico que mejor lo entendió entre el 98 y el 2001, Riquelme alcanzó su pico de rendimiento en el primer semestre de 2007 donde ganó la Copa Libertadores con Boca y llegó a la final de la Copa América con Argentina, dirigida en esos tiempos por Alfio Basile. Esos seis meses Riquelme le sumó mucho gol a su generación de juego habitual, metió ocho en 11 partidos en la Libertadores y cinco, en idéntica cantidad de encuentros, en la Copa América con la celeste y blanca.
(Fragmento de la nota “Román, el último tango de una especie en extinción” de Lucas Jiménez)

El Potro Rodrigo
El arquero contaría años más tarde que había estudiado al delantero. Luego de mirar un penal tras otro, entendió que el delantero solía patear al palo izquierdo. Con esa certeza fue al estadio, entró en calor y jugó el primer tiempo. La mantuvo en el descanso y durante 24 minutos del segundo. Pero cuando el delantero se prepara para patear y el árbitro sopla el silbato, el arquero no se la juega a la izquierda, va a la derecha. No vuela ni se estira para llegar al palo. Se deja caer mansito y la pelota va como un cachorro a descansar a su pecho.
¿Pero fue realmente el arquero quién decidió contra la única certeza que puede tener a la hora de enfrentarse a un penal? Parece demasiada cosa junta: la imagen del ídolo popular y joven muerto en una tragedia; el tiempo que pasa y pasa hasta que el penal es ejecutado en el momento exacto en los que si transformamos los minutos en días y los segundos en meses, nos encontramos con la fecha de nacimiento del cuartetero fallecido; la pelota que no pega en el palo, ni en los guantes del arquero sino que va directo a descansar a la cara del ídolo; el arquero que a último momento decide ir a la derecha. Es mucho para entenderlo como una casualidad.
(Fragmento de la nota “El día que Rodrigo atajó un penal” de Juan Stanisci)
Sembró alegría en el pueblo. Regó de gloria este suelo. Dos oraciones de “La mano de dios” explican todo el sentir hacia Diego Armando Maradona de manera perfecta. La canción que popularizó el Potro Rodrigo pero que escribió su cuñado Alejandro Romero cuando tenía 24 años y estaba en plena crisis. Sin laburo pensó en dejar la música, tiró la guitarra y se puso a llorar. “Aunque nunca fui muy religioso, ahí se me da por empezar una charla con Dios en la que le ruego que me diera una señal. Le pedí que me diera una mano; lo cuento y lo recuerdo como si fuera hoy. Ahí empecé a escribir algo que en ese momento para mí no tenía sentido: ‘En una villa nació, fue deseo de Dios, crecer y sobrevivir, enfrentar la adversidad, con afán de ganarse a cada paso la vida’”, relató en La Voz del Interior.
El tema fue un boom, Rodrigo lo tocó en el Luna Park delante de las hijas de Maradona que subieron unos minutos al escenario durante la canción. La iba a incluir en su próximo disco que nunca salió porque el 24 de junio del 2000 un accidente automovilístico se lo llevó de este mundo. “Una vez, después de uno de los Luna Park, me aseguró que se iba a morir. ‘Arriba del escenario, me pegan un tiro, me accidento con la camioneta’, me decía. Estaba afectado por el mito de los 27 y todo lo que se generaba alrededor de su figura”, cuenta Alejandro Romero a quien en abril del 2001 lo invitaron para que cantara la canción en la casa de Diego por el cumpleaños de Dalma.
Dos años antes también en un cumpleaños de Dalma a Rodrigo lo subieron a un auto sin decirle donde lo llevarían. Ya había sacado el disco que lo lanzaría a la máxima popularidad. Se llamó “A 2000”, aunque salió en 1999, e incluía todos los hits que aún hoy siguen sonando. Arranca a todo trapo con “Yerba Mala” al grito de “Ya llego la música que puede es sangre de mi Córdoba que te mueve. Ya llego la música que puede. Somo’ la yerba mala que nunca muere”. Las letras del Potro transpiraban Córdoba pero en su provincia no pudo contra la imagen popular de La Mona Jiménez que todo lo abarcaba. Entonces vino a probar suerte a Buenos Aires.
(Fragmento de la nota “La yerba mala que nunca muere” de Lucas Jiménez)

Lionel Messi
En 2005 dos días antes de su cumpleaños número 18 (mismo número que usaba en la camiseta) con la selección sub 20 en el Mundial Holanda 2005 metió el gol del empate en el 2 a 1 a Colombia por octavos de final. Messi tomó un despeje de un defensor colombiano y activó velozmente el ataque, pared con Neri Cardozo, recibe en el área y mete una pausa antes de rematar al gol. La transmisión de Fox Sports contó con Diego Armando Maradona como comentarista que le valoró el freno porque así “tiene dos opciones: que le hagan penal o que la pelota siga como siguió y definir él. Le pegó al primer palo que es difícil porque generalmente ahí la cruzas para tener más margen pero él le pega seco al primer palo cosa que el arquero ni se imagina”. Todavía no lo nombra, lo llama de él como sus compañeros que un año atrás lo llamaban por el apellido. Faltaban 3 días para que empiece a ganarse su propio nombre con la selección.
Un día después de su cumpleaños sería decisivo en cuartos de final contra la España de su amigo Cesc Fábregas, de Juanfran, Silva y Llorente. Estas camadas españolas y argentinas ya se habían enfrentado en las semifinales del mundial sub 17 Finlandia 2003. Messi pudo haber jugado esa semifinal para cualquiera de las 2 selecciones. «En la semifinal con España, ganábamos 2 a 0, se lesiona Biglia, nos empataron 2-2, fuimos al suplementario, y nos ganaron 3-2. Fuimos al hotel, y me encontré con el cocinero de España, al que conocía de cruzarlo en diferentes torneos. Vino, me saludó, y me dijo: ‘Si tú tenías a ese chaval que tienen en Barcelona, eran los campeones’. En la mesa estaban sentados Villar (Ángel, presidente de la Federación Española) y el técnico (Juan Santisteban). Y desde ahí, me miraron y me dijeron, lamentándose: ‘Nosotros lo quisimos traer, pero no quiso’. Después hablé con (Julio) Grondona, armamos los partidos amistosos contra Paraguay y Uruguay, y Messi eligió a Argentina», contó Hugo Tocalli en InfoBae.
El 25 de junio de 2005 Argentina le ganó 3 a 1 a España con un pase gol de Messi a Oberman para el 2 a 1. La jugada empezó con un pase rápido hacia adelante de Gago para encontrarlo libre al número 18. Fernando después trasladaría a la mayor esa virtud de conectar con Messi a través del pase. El partido terminó 3-1 por un golazo de Lionel para liquidar el partido. “Igual que Diego ¿Me perdonas Maestro?”, grita el Bambino Pons en el relato. “Un gol de guapo, de pícaro y de crack”, comenta Juan Pablo Varsky. Como contra Colombia olió el error del rival y se llevó la pelota para después de definir con la pierna bien abierta. En el festejo salió corriendo levantándose el flequillo mientras se golpeaba la frente sin nunca parar de sonreír.
“Messi contra España, puso en escena un concierto de fútbol que me dejó impresionado”, ya lo empezaba a nombrar Maradona que lo llamaría para felicitarlo cuando Argentina ganó ese mundial Sub 20. Messi lo festejó con ojos cerrados como aquel que está cumpliendo un gran sueño. Se apoyó en el suelo y señaló sus manos hacia el cielo buscando conectar con su abuela Celia fallecida en 1998. Año de mundial de fútbol. Lo que jugaría su nieto al año siguiente.
(Fragmento de la nota “Que los cumplas compañero, que los cumplas muy feliz” de Lucas Jiménez)

Juan Manuel Fangio
El artista encuentra su libertad en la realización del proyecto que tenga. No solamente en el resultado (“producto”) final, sino más que nada en el proceso. El arte encuentra, así, puntos comunes y constantes con la cuestión libertaria.
Alguna vez, el pintor y escultor argentino Carlos Regazzoni (fallecido en abril del 2020) se refirió al tema. Una de sus obras más importantes es un monumento que se encuentra en la intersección entre las rutas 55 y 226, a metros de la ciudad bonaerense de Balcarce. Consiste en una estructura construida con discos de arado y neumáticos de camión, que representa a Mercedes-Benz W196 con un tal Juan Manuel Fangio saludando triunfal.
¿Quién te crees que sos?
El 17 de julio de 1995 Fangio salió con su querido “Flecha de plata” (uno de sus autos más famosos) pero no para adelante sino para arriba, para convertirse en leyenda. Lo hizo desde su casa de la calle Guatemala en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. En esa misma ciudad, en cada esquina, es bastante frecuente escuchar cuando un auto dobla de forma rápida la frase: “¿Quién te creés que sos? ¿Fangio?”.
(Fragmento de la nota “Juan Manuel Fangio, el volante y el artista” de Santiago Nuñez)

Carlos Gardel
– Digame, Plaja ¿Usted conoce el fóbal?
– El football – lo corrije en inglés, Plaja – pero claro, mi hermano lo juega o lo jugaba en Canadá.
– Pero estoy seguro que usted no conoce el buen fóbal criollo – le retruca Gardel.
– No lo conozco, pero usted de seguro no vio jugar a mi querido Espanyol en Barcelona.
– ¡Pero que sabrá usted! Claro que los vi. Lo que es seguro, es que usted no vio jugar a cracks como Hospital, Ohaco, los hermanos Perinetti, Ochoa. Que Espanyol ni que ocho cuartos – Gardel lo mira a Corpas – Nunca te pregunté Corpas ¿Vos de que cuadro sos?
– De Huracán, Carlos. Pero pará la máquina. Vos Plaja, dame un cigarro. Vos, Carlos explicanos al buen señor y a mí, qué vamos a hacer con esto – señalando la radio a medio conectar con el teléfono – y, de paso, contame desde cuándo te importa tanto el fóbal. Si es p…
(Fragmento de la nota “El último match de Carlos Gardel” de Juan Stanisci)

24 de junio día de la cultura popular argentina
La fiesta de San Juan es una de las más antiguas de la humanidad. Se celebra en Europa y América desde hace miles de años. En el hemisferio norte coincidía con la llegada del verano y el comienzo de la decadencia solar: a partir de esa noche el sol morirá cada vez más temprano. Con el advenimiento del cristianismo en el imperio romano, los ritos considerados paganos fueron perseguidos. Para poder seguir realizando esta festividad, tendría que pasar de hacerse los 21 de junio a los 24 y sería llamada San Juan. En América la celebración estaba destinada al Dios Sol, como agradecimiento por la buena cosecha.
En 1885 se institucionalizó la fiesta de San Juan en la República Argentina. En la Ciudad de Buenos Aires, las fogatas se realizaban en todos los barrios acompañadas de mate cosido, tortas fritas y bailes alrededor del fuego. Como el carnaval la fiesta se fue alejando del ideal cristiano para acercarse a la cultura popular.
Sesenta y cinco años después del accidente que terminó con la vida de Gardel a los cuarenta y cinco años, Argentina volvía a tener un 24 de junio envuelto en lágrimas. Las fogatas de San Juan ya no tenían la misma popularidad que décadas atrás, pero en muchas ciudades se seguían celebrando. Ese año habían caído viernes, lo que daba la posibilidad de quedarse alrededor del fuego hasta la madrugada. Muchos no llegaron a acostarse. Otros se despertaron con algún familiar llorando mientras les decía sentado al borde de la cama: “Se mató Rodrigo.”
(Fragmento de la nota “San Juan, fuegos que se encienden y apagan” de Juan Stanisci)

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