Hoy es el 113 aniversario de la fundación de San Lorenzo. Hace una semana terminó la Audiencia Pública por el proyecto de Ley de Rezonificación presentado por el club. Casi el 92% de los oradores y oradoras se mostró a favor de la nueva cancha en Avenida La Plata. Cada día más cerca de volver al barrio que lo vio nacer repasamos la identidad cuerva que vive en Boedo. Escribe Jonathan Scheffer.

Enrique Santos Discepolo decía que «el hincha es el alma de los colores, es el que no se ve, es el que da todo sin esperar nada». Más allá de esa mirada altisonante sobre lo que para nosotros es el fútbol en estos lares del planeta, esta frase no deja de estar más vigente que nunca. Discepolín, lo que vos dijiste en los 20 tá pasando en el 2000

San Lorenzo de Almagro bien podría considerarse una épica que se realiza y se supera permanentemente. Una suerte de victorias o resurgimientos, dentro de un derrotero histórico que fue tal por cuestiones ajenas. Un club modelo que no miraba ombligos ajenos, que no caía en ese popurrí de modismos europeizados, porque todo lo bueno estaba acá. Un club de barrio, un club social que trazó una época de oro de un país totalmente diferente a lo que hoy se palpa con sólo ver o «volar bajito», como bien recitaba Facundo Cabral. Un país pujante desde lo social y cultural, pese a caer en malarias golpistas, políticas y propias de nuestro pasado.

Un club de murgas, carnavales, de pool, de bar y pueblo, básicamente. Un club eclosionado desde la sencillez de un militante del sacerdocio que pasó a ser, pese a la camiseta de cada uno, patrimonio y causa del colectivo de hinchas con, aunque sea, un ápice de conciencia social.

Porque a San Lorenzo le quitaron lo más preciado, la identidad. Pero geográfica. Porque nadie dentro de sus casillas podría negar la incesante lucha de la masa y de las muchedumbres cuervas que no pararon desde que la última y más sangrienta dictadura militar le sacó su hogar, como la vida a miles de personas que despojaron de sus familias.

En un fútbol donde todavía hay ciertos/viejos debates instalados desde hace tiempo, una discusión de modelos, de los perversos intereses que disputan algunos sectores por el desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas, el Ciclón sublima eso de que «las cosas cambiaron, los tiempos son distintos». Y si cambiaron, que cambien de nuevo, «ya se hizo, no es tan difícil» (como bien se observa en una gran escena  de Luna de Avellaneda, en donde Ricardo Darín protagoniza un enorme papel que habla de esto mismo).

«No pudiste ver en realidad convertido, ese sueño perseguido tras años de padecer», solía recitar un poema de Edgardo Suárez. Más allá de los colores, la batalla de Nogoyá y el racinguismo que salvó a su sede del remate, la impronta combativa y transgresora del CASLA para luchar y seguir luchando, pese al paso del tiempo es la prueba sustancial que dicta de que es por ahí el camino. Así como los de Boedo mantuvieron vigente la más perfecta de sus causas: la vuelta a Boedo, valga la redundancia. Inveterada, tal vez, pero en su momento. Hoy es realidad. Y una realidad que seguramente a muchos que hoy no están les haría sentir un estremecedor júbilo. Porque la identidad, eso que entre tanto divisionismo mercantil de hoy día invisibiliza, no se entierra, se siembra. Felicidades, pueblo Cuervo.

Jonatan Scheffer

Twitter: @jonischeffer

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