“Yo siempre jugué igual, con las mismas ganas. A lo mejor ir a Francia o al Cosmos, posibilidades que tuve en su momento, me hubiera cambiado la vida. Para mí, jugar en Central Córdoba fue como jugar en el Real Madrid.”

Tomás Felipe Carlovich

Cualquier amante del fútbol puede mencionar “al toque” un jugador representativo de un club apenas se le dice el nombre del equipo. Es un juego mental fácil de resolver, en apenas unos segundos salta el apellido o el apodo de ese jugador emblema. Pero la cosa se pone más difícil si lo que se busca es nombrar tipos que hayan traspasado camisetas y sean símbolos del hincha del fútbol en general y no sólo de un cuadro determinado. Ahí el abanico se achica.

Diego, el “loco” Houseman o “nuestro” José Luis Sánchez son algunos de esos personajes que atraviesan colores y son abrazados por todos. Mezclado entre esos grandes se encuentra el “Trinche” Tomás Felipe Carlovich, un protagonista de la historia de nuestro fútbol que cada día que pasa ve más agigantada su imagen, un crack de esos que se ven cada tanto, un tipo común que llenó de magia al común de la gente.

La gente enloquecía por verlo; hasta con hinchas de otros clubes se llenaban los estadios. La cosa era ir a deleitarse con lo que el Trinche (o el Mago) regalaba en el campo de juego. Tal era la sensación que generaba que muchos no sacaban la entrada y se iban para su casa si se enteraban que ese día no jugaba.

Historias del Trinche hay miles, quizás la más significativa para graficar la belleza en su juego sea aquella que cuenta que el referí debió dar marcha atrás en su expulsión ante el pedido de la hinchada rival para que el Mago siguiera en cancha.

Hoy Carlovich es tomado, merecidamente, como estandarte de un fútbol más romántico y lúdico, no sólo por aquellos que lo vieron en las canchas sino también por nuevas generaciones que sueñan con un fútbol distinto al actual.

Hoy mientras recuerda aquellas épocas brillantes, sigue cultivando un bajo perfil como el que lo acompañó toda su carrera. Por eso, para este fanzine es realmente un honor que el Trinche ponga la pelota bajo la suela y se prenda a devolvernos, en forma de respuestas, un par de paredes.

-Los potreros se fueron perdiendo de a poco pero vos creciste en una época donde había montones, ¿qué importancia tuvieron en tu formación como jugador?

-Sí, en parte es así. Han desaparecido los potreros. En mi vida lo poco o mucho que hice como jugador lo aprendí más que nada en el potrero. A jugar, gambetear, cabecear, a que te peguen. Un montón de cosas que en otro lado no las aprendés. Tuve la suerte de vivir esos tiempos. Eran momentos que cuando los recuerdo me ponen sentimental, porque para mí fue importante vivir todo eso.

-El Beto Pascutti nos dijo hace poco que el fútbol de hoy es más individualista y que perdió su lado lúdico. ¿Sentís algo de eso cuando hoy ves fútbol?

-Sí, no se ha equivocado. Lo que pasa es que cambiaron los tiempos. Antes en los equipos encontrabas 10 jugadores muy buenos y uno más o menos. Ahora eso no se da tanto. Es más físico que técnico, eso lo saben todos, no hace falta que lo diga yo. Cambió muchísimo. Tendrían que enseñarle en las divisiones inferiores a jugar, a valorar el juego me refiero. Porque no alcanza para que un chico aprenda lo que puede ver en primera.

-Seguías yendo a jugar campeonatos barriales mientras estabas en la primera de Central Córdoba. ¿Ese era tu verdadero cable a tierra y no la pesca como se dice por ahí?

-Estando en Rosario Central, Colón y Central Córdoba me enganchaba los domingos a jugar torneos que se terminaban el mismo día. La pasábamos bien, porque todos los que íbamos éramos muchachos de barrio y te sentías como en tu casa, jugando tranquilo con muchachos que eran todos buenos jugadores, que han jugado también en equipos de primera. Pero esa de la pesca es un mito que se formó, yo no soy de ir a pescar. Mi yerno un día me llevó y me encarnaba, me tiraba el riel y hasta el pescado lo sacaba él. ¡Imaginen que pescador era yo! Lo de la pesca fue un invento de alguien pero mientras se acuerden de uno que hablen nomás.

-Llamaste la atención de una generación que sin verte jugar te adoptó como bandera de un fútbol menos comercial. Hasta te dedican canciones, libros o banderas. ¿Te sorprende eso que generaste?

-¡Cómo no me va a sorprender! No esperé nunca esto. Es más, con la edad que ya tiene uno creía que se había terminado todo este juego. Pero la gente me demuestra en la calle que esto sigue. Nos juntamos todos los viernes con amigos en casa y hablamos de esto. Me sorprende que cuando voy en bici me saluden chicos que no me vieron jugar. Me gritan, me saludan. Quizás el tío, el padre o el abuelo le hablaron de mí. Y está lindo porque te hace sentir que estás vivo. Y no es que uno es agrandado, yo no estoy en ese lugar, pero me gusta que se acuerden de uno. Por eso uno tiene que ser amable con la gente.

Ariel Feller

PD: Nota publicada originalmente en “Sentir en blanco y negro” un fanzine de distribución gratuita para todos los hinchas de El Porvenir.

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