El diez, para Inglaterra, siempre fue una suerte de suplicio. El chiste sale solo: Maradona, la mano de dios, el gol de todos los tiempos. Pero el concepto también tuvo escaso arraigo puertas adentro: durante años, el football del té de las cinco de la tarde se inspiraba en un 4-4-2 obtuso, directo, vertical, con más centros que pases.
Hace años que la concepción futbolera fue mutando. Steven Gerard y Frank Lampard fueron posiblemente los nuevos horizontes de un medio todocampista. Pero su idea mantenía, aún, ciertos límites al fútbol horizontal.
Jude Bellingham, el yuyo maravilla de Chamartín, engancha todo. Juega entre los dos 3/4 de cancha con pisadas de gacela y vuela, hacia adelante y hacia atrás, para llegar al arco rival y para defender la guardameta propia, si es necesario.
Cuando la recibe, es un cartero. Sendero elegante, velocidad para dar vuelta la cancha y encontrar los mejores espacios ocupados. El pase siempre llega. Las estadísticas dicen que, contra Serbia, acertó en el 96% de las entregas al compañero (67 de 70). El 1 y el 0 le quedan pintados: Jude es todo un ten.
Cuando Trippier quiere salir, Bellingham está. Cuando Alexander Arnold necesita quebrar líneas, Bellingham está. Cuando Saka desborda contra la línea de cal, Bellingham está, cabecea, y anota. Cuando la contra de Serbia se acelera, Bellingham es el que la pellizca para recuperar.
Jude hace blanda la suela y logra que la pelota se deslice por el campo como si fuera una pradera. La cancha nunca puede estar mal si juega él: la redonda gira como bola de billar. Cuando lanza, siempre los bolos se caen y nunca el tiro va a la canaleta. Ni solo piensa, ni solo ejecuta: crea.
La segunda Eurocopa del diez inglés llega rápido. Si su equipo pasa a octavos de final como primero de su grupo, jugará dicha instancia un día después de haber cumplido 21 años.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
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