Siete finales en diez años, a una década exacta de haber llegado a la primera de ellas en el Maracaná. Diez en veinte. Cuatro en tres. Contamos el de la pandemia para que nadie se ponga tan triste.

Argentina vuelve a sonreír más por presencia que por juego, más por inercia triunfal que por incidencia en cada jugada. El equipo que hoy late más al ritmo del Dibu, De Paul, y Cuti que de Leo (no tiene por qué ser de otra manera) llegó a la final casi como si hubiera venido a jugar solamente ese partido. Cómo responderá será una incógnita a responder en el Hard Rock Stadium de Miami, el domingo a las 21 hs.

El giro de la tierra nos trae otro aniversario: esta nota se termina cuando ya es 10 de julio, a tres años de otra final en el Maracaná. La primera de este sendero de gloria que trajo más recompensas que solo el camino.

Igual, sí, mañana hablamos. Mañana analizamos los problemas que tenemos cuando nos abren el medio y nos manejan la pelota. O cómo Enzo y Alexis tienen el motor deteriorado de la Ferrari. O cómo algunos cambios no se entienden.

O nos reímos de cómo odiaríamos a De Paul si fuera rival. O pensamos cómo Argentina, a quien le costó ganar los dos partidos contra rivales de mediano rango (Ecuador y Chile) jugará contra un equipo dos escalones arriba de ellos. De todo. Mañana.

Hoy se consolida una historia, una vez más. Como si pasar instancias fuera solo esperar al tiempo. El mandato nocturno de otra jornada de gloria trae consigo un desafío: desnaturalizar nuestra rutina de sonreír. No es normal estar así, por más que el DT diga que solo se trata de poner el auto en la autopista. Casi que llegó a la final sin querer.

A veces uno canta las canciones por inercia. Los minutos finales trajeron un tema glorioso. Olé, olé olé. Que no se nos pasen las mejores frases. Cada día te quiero más. Es un sentimiento, no puedo parar.

Otra final. Las historias de amor, tomadas de conjunto, suelen llegar al último capítulo con un final previsible. No es el caso. Lo que es seguro es que allí estaremos. Como, evidentemente, es costumbre.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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