Que las Leonas no hayan ganado una medalla de oro es tan injusto como que Borges no haya obtenido el Nobel, que David Nalbandian no haya levantado la ensaladera de la Copa Davis o que la familia Maradona no tenga en sus vitrinas de recuerdo el Balón de Oro de 1986.

El medallero lo avala. Desde Sidney 2000 hasta Tokio 2020 se disputaron seis competiciones olímpicas y cinco de ellas tuvieron a Las Leonas en el medallero. Tres medallas de plata y dos de bronce, con Río de Janeiro abajo del podio. En el medio hay dos Mundiales ganados, a los que se suma el subcampeonato del mundo de 2022.

Este partido de cuartos de final parecía reencontrarnos con aquella máxima, real por cierto, de que la recompensa es el camino. El 1 a 0 de Alemania luego de un partido cerradísimo, casi sin chances de gol, a tres minutos del final, luego de un error de la defensa Argentina, fue un golpe tremendo.

Que el equipo argentino no haya sentido el rigor anímico solo se explica por un carácter inusitado. Y allí fue Agustina Albertario que hizo acordar a las corridas de Soledad García: la mezcla del corazón para ir a buscar la bocha al costado, enfocarse y gambetear, pasar a una, pasar a otra, hasta la meca del deporte del palo y la bocha: el córner corto. La jugada táctica fue perfecta, como el toque de Julieta Jankunas, rememorando a Vanina Oneto jugando de centro delantera.

Los penales australianos, así, fueron argentinos. La China Cosentino, directamente, cerró el arco: la enfrentaron cuatro veces, podrían haber sido mil. No entró ninguna.

Las Leonas son una sensación: se las arreglan para decorar incluso aquellos Juegos Olímpicos costosos, como si la victoria no fuera excepcional. Pasan las generaciones, eso no cambia.

Veremos si toca Países Bajos, el cuco de Londres 2012 y Tokio 2020. La única certeza es que el camino de Las Leonas vuelve a poner a un país a jugar dos partidos por una medalla. Otra vez.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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