Lejos de los lujos, el primer River del segundo Gallardo se parece al segundo equipo del primer ciclo. No al del “que viva el fútbol Pisculichi”, sino a ese del 2015 que encontraba una figura colectiva en la lógica de su bloque defensivo. Ambas versiones tienen a Matías Kranevitter como jugador importante. Escribe Santiago Núñez.
Lejos de las luces de un mercado de pases oneroso y real y de otro imaginario y hasta inverosímil, el River de Gallardo empezó. Empezar no es poco: la mayoría de quienes tenemos un carnet, una camiseta o algo que materialice un sentimiento nos veíamos lejos de esta situación hace un mes y muy lejos hace tres semanas.
Gallardo sabía que contaba con la espalda pero no con el tiempo. Tuvo el mérito del pragmatismo copero. Hizo, con astucia, dos planteos “ceroaceristas”. No para ir a los penales, situación esquiva para el Bajo Belgrano, sino por entender que algún acierto propio o algún error del rival podía darle la diferencia. Así fue en la ida con el gol de Paulo Díaz y en la vuelta con el 1 a 0.
El autor merece un párrafo aparte: Miguel Borja, protagonista de la Copa con Atlético Nacional (autor de un gol en la final del 2016), Palmeiras y Junior, quiere terminar su diario de motocicleta con goles en Buenos Aires. Lleva cinco en seis partidos, treinta en cincuenta y seis totales en la historia del certámen. No todo es Europa, de hecho, a veces nada lo es.
Lejos de los lujos, el primer River del segundo Gallardo se parece al segundo del primero. No al del “que viva el fútbol Pisculichi”, sino a ese del 2015 que encontraba una figura colectiva en la lógica de Mercado, Maidana, Funes Mori, Vangioni, Kranevitter, Ponzio. El volante central actual muestra una conexión temporal. En la época del invento de verbos para conceptos efímeros, vale el intento: Gallardo decidió “dosmilquincear”.

Lo demás enmarca el cuadro. Un entusiasmo incontenible de hinchas que quieren cambiar partidos por sueños. Un Armani de siempre. Un Pezzella-Paulo en modo muralla. Un Bustos distintivo, cuatro medio diez. Un Kranevitter figura. Un Simón que busca imitarse a sí mismo, tres años atrás. Las gambetas de Echeverri y Colidio. El talento de Meza. La juventud de Mastantuono. La espera por el Huevo.
Todo para empezar un camino que lleva recién dos semanas. Vaya uno a saber dónde termina el viaje.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
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