Venezuela es la revelación de estas eliminatorias, en las que por primera vez tiene chances de clasificar al mundial. Pero para llegar a este punto hubo un proceso que lleva casi dos décadas. Escribe Javier Gañán.

Evo Morales maneja la pelota con una destreza poco habitual para alguien de su puesto. En una pirueta propia de Ronaldinho la pisa con la suela derecha, levanta con el puntín izquierdo y le mete un voleo con la diestra. A continuación es el turno de Hugo Chávez quien con unos botines que parecen ser de béisbol, le da un pase a Diego Armando Maradona que le pega con el empeine mientras sonríe para luego saludar al público venezolano. 

El 27 de junio de 2007, el presidente Hugo Cesar Chávez Frías inauguró la primera Copa América en terreno venezolano, acompañado por dos amigos, su par boliviano y el mejor futbolista de todos los tiempos. Con ese puntapié, Chávez no solo inició la cuadragésima segunda edición de la copa, también consolidó los cimientos para que la vinotinto definitivamente dejara de ser un adorno en competencias sudamericanas.  

En Venezuela el béisbol ha sido históricamente el principal deporte. Fueron los trabajadores estadounidenses de las compañías petroleras los que importaron su práctica a inicios del siglo XX. Así, el deporte del bate se arraigo entre los sectores populares, mientras que el fútbol era practicado por las clases medias y altas. Este país fue de los últimos en ingresar a la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), recién en 1953. En 1966 disputó por primera vez las eliminatorias, y su primer Copa América fue en 1967. En todas las competencias se repetía una constante: la derrota. 

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Con Armando nos conocimos en enero de 2011, cuando tuve la posibilidad de visitar Venezuela, en una época en la que la selección de fútbol de ese país daba sus primeros pasos en dejar de ser el partido fácil de las eliminatorias. En julio de ese mismo año, la vinotinto alcanzó su mayor logro continental: un cuarto puesto en la Copa América que se disputó en Argentina. Después de haber quedado segunda en su grupo (¡debajo de Brasil por diferencia de goles!), en cuartos de final eliminó a Chile 2 a 1 y en semifinales perdió por penales con Paraguay luego de empatar 0 a 0. Para entonces intercambiábamos mensajes de texto con Armando compartiendo inquietudes futboleras y políticas, un vicio que supimos sostener a la distancia durante años.

Según comenta Armando anteriormente los jugadores de la Selección de fútbol venezolana provenían de sectores acomodados, hijos de personas de dinero con influencias. En cambio “ahorita eso empezó a cambiar, la mayoría de la vinotinto son chamos de barrio, son cosas que han ido cambiando poco a poco”.

En la Copa América 2024 la vinotinto clasificó primera en su grupo habiendo ganado todos los partidos, algo impensado hasta no hace mucho tiempo. Este crecimiento no es casual. Como en toda transformación existen factores internos y externos que nos permiten entender la época que atraviesa el fútbol venezolano. Los impulsos futbolísticos generados por “El Pato” Pastoriza y Richard Páez vienen de la mano de una apuesta política: matizar la idiosincrasia deportiva del beisbol importada por gobiernos neocoloniales, y ya arraigada en la cultura venezolana desde hace un siglo. 

El fútbol venezolano parece estar destinado a un vínculo cercano con directores técnicos argentinos. Esto comenzó en 1998, cuando tuvo un importante salto cualitativo al asumir José Omar “El Pato” Pastoriza. Según ex jugadores y ayudantes, Pastoriza logró cambiarle la mentalidad al jugador venezolano: “Nos quitamos el miedo que siempre teníamos cuando enfrentábamos a cualquier rival” afirmó en una entrevista gráfica Leopoldo Jimenez, ex jugador de la selección. Pastoriza logró que los jugadores trabajen con mayor disciplina, y que a su vez sean tratados profesionalmente por las autoridades deportivas.

A fines de 2001 comenzó la etapa de cosechar lo sembrado por Pastoriza, ahora sí con un DT venezolano, Richard Páez, quien se quedó hasta noviembre de 2007 en el puesto. En las eliminatorias para el Mundial de Corea Japón 2002 fue la primera vez que la vinotinto no quedó última. En esa edición le ganó a Uruguay, Paraguay, Perú y Chile, a este último como visitante, en la primera victoria en esa condición en la historia de las eliminatorias para Venezuela. Según cuenta Páez, luego de ese partido el mismo presidente de la Nación, Hugo Chávez llamó al DT al hotel para calificar de patriotas a sus dirigidos. 

El impulso estatal resulta fundamental para comprender el lento proceso de desarrollo del fútbol venezolano. En 2007 organizó por primera vez una Copa América, en la que logró llegar a cuartos de final. Esa edición trajo consigo infraestructura e interés por parte del público. Luego de esa Copa, la Federación Venezolana de Fútbol tomó una serie de decisiones orientadas a apuntalar el fútbol local: La primera división pasó de tener 10 a 18 equipos. Además obligó a que los equipos de primera que tuvieran al menos un jugador sub 20 en el plantel, y determinó como obligatorio tener divisiones inferiores para poder competir en primera división. 

Para esa Copa América de 2007 se construyeron nueve estadios que serían luego infraestructura trascendental para el fútbol local. Según cuenta Richard Páez en un libro denominado “Chávez es Fútbol”, fue este dirigente quien “se puso al frente para enarbolar las banderas de la superación y el desarrollo de nuestro fútbol”. Si bien Chávez era fanático del beisbol (eran constantes sus comentarios a favor de los Navegantes de Magallanes) fue consciente de la influencia estadounidense que implica este deporte. En parte por ello buscó fomentar el fútbol, referencia ineludible para tender puentes con los pueblos de Brasil y Argentina, principales aliados en aquella construcción de “Nuestra América” posneoliberal que implicaron los gobiernos de comienzos de los dos mil.  

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En un camino no exento de tensiones, como todo lo que viene sucediendo en la Venezuela post Chávez, el fútbol de la vinotinto se acomoda al nuevo escenario: hace más de una década dejó de ser un mero espectador de las competencias sudamericanas. Hoy, después de un exitoso paso de José Pékerman, la Selección venezolana es dirigida por quien era uno de sus ayudantes, Fernando “Bocha” Batista, otro argentino. La vinotinto muestra un crecimiento considerable: se anima a jugar por abajo con una dinámica muy interesante del medio para arriba, aspecto que por momentos contrasta con algunas desinteligencias en defensa. 

Ya finalizada la Copa América 2024, seguramente mi amigo Armando siga triste por la derrota por penales ante una sorpresiva Canadá en cuartos de final, pero confiado por el futuro de la vinotinto. Si bien sólo transcurrieron seis fechas de las eliminatorias para el mundial 2026, Venezuela está cuarta en la tabla de posiciones, empató con Brasil de visitante y goleó a Chile. 

El sueño de clasificar por primera vez en la historia a un mundial ya no parece tan imposible como antes de que Pastoriza, Richard Páez, Pékerman y Hugo Chávez forjaran los cimientos del desarrollo del fútbol venezolano. La infraestructura y el nivel formativo de sus jugadores permiten a los “chamos” que hoy patean una pelota en las barriadas de Caracas, soñar con usar la vinotinto jugando un mundial en un futuro no muy lejano.  

Javier Gañan

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