El derbi madrileño de ida por los octavos de la Champions fue para el Real, el malo de la película que siempre gana. Enfrente están los nuestros, un revival de La Scaloneta con un Julián Álvarez en un momento tremendo. Escribe Santiago Núñez.

La victoria del Real Madrid es el equivalente a que en alguna remake del film el Guasón le gane a Batman el control de Ciudad Gótica.

Es malo el Real. Malo, malo. Poderoso, rico, mezquino, frío, por momentos decididamente poco estético.

El comentarista posiblemente no se de cuenta, pero cuando se refiere al Real, dice “el Madrid” y, cuando hace alusión al rival de la urbe, dice “el Atlético”. El Colchonero, uno de los mejores equipos del mundo, es “el otro” de la capital española. Cuestiones lógicas de un predominio. La paradoja de la perversidad: a diferencia de Ciudad Gótica, los dueños del lugar son los malos: a Madrid la dirige el Joker, el Pingüino, Dos Caras o Míster Frío.

Como si fuera poco, se nos juega otra cosa. Un revival de la Scaloneta: De Paul, Julián (que jugador Julián), Molina, Angelito, ahora Giuliano. Contra muchos de “ellos”: Vinicius y Rodrygo, por un lado; Mbappé, Tchouaméni y Camavinga, por el otro. Esos del Maracaná. Esos del Lusail. Ellos.

El chico malo del fútbol de Europa gana como ganan los chicos malos: sin jugar bien, siendo superado por el rival, fanfarroneando con sus estrellas de presupuesto abundante, jugando de contragolpe y apuntando a la individualidad de acciones aisladas que por momentos rechazan de forma decidida lo colectivo.

El Atlético, mejor plantado en el mediocampo, solo cometió el pecado kriptonita de Simeone: perdió. En dos jugadas perdidas su vecino le recordó aquella máxima deportiva que indica que al campeón, al verdadero campeón, se le gana por knock-out.

Al contrario de lo que marca la historia, el teatro del fútbol, el único estadio en ser sede de finales de Champions, Mundial y Copa Libertadores, la meca del fútbol total, recibió al partido de ida. La vuelta, la definición, se juega en el Wanda: “el otro”. Serie abierta, sensaciones agridulces, grandes esperanzas.

Estaremos, una vez más, con los chicos buenos. La película no terminó.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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