El día en el que Keylor Navas debutó en el Coloso, un niño cruzó la cancha llorando para abrazarlo. Así se ve el humano cuando ve pasar una estrella fugaz: nos volvemos cursis. Regalamos abrazos, que terminan saliendo carísimo, a personas que quizás no lo merecen, damos las gracias, sacamos fotos y usamos frases cliché, no pedimos explicaciones: pedimos deseos.
Así de iluso: no pasaron ni seis meses hasta que Keylor Navas alegó dolores estomacales, de esos que les agarran a los jugadores durante las negociaciones contractuales. Atajó un joven suplente —como no había tercer arquero, ese lugar del banco lo ocupó el Pipa Benedetto—. Newell’s ganó a pesar de un grave error del pibe Barlasina. Pasado el sacudón, Fabbiani ratificó a Navas como titular. En el Parque Independencia resonó un debate sobre una máxima del fútbol: el escudo por encima de todos.
Así de ingenuo: la estrella tricampeona de Champions y un pequeño leproso habían consumado un pacto tácito e inquebrantable. Muchos dirán que no fue así, que fue solo un abrazo, pero he visto ya esa mirada antes, y, les aseguro, para ese niño se trató de un pacto, tácito, pero inquebrantable.

Pumas aumentó su oferta y Navas, esta vez, pidió no ser titular a pocas horas del partido. En ese lapso, Cocoliso González, el 9 de Newell’s, paraguayo de mucho sacrificio y pésimo promedio de gol, convirtió después de que la pelota le rebotara en la cara, y como ese tanto acababa con su sequía goleadora, rompió en llanto. Su padre murió días después. Viajó a su país para despedirlo y regresó antes del encuentro. Fue titular. Jugó tan mal como se esperaba. La gente ovacionó al paraguayo y repudió al costarricense. Un pacto tácito pero inquebrantable.
Keylor se despidió mediante una publicación de Instagram cuyo título es “Gracias Newell’s”, y habló de “profesionalismo y lealtad”, con ortografía perfecta y —la única— con comentarios bloqueados, para que los hinchas nunca le devolvamos las gracias, y la estrella fugaz sea, entonces, un ratito estrella y para siempre fugaz, y Newell’s Old Boys sea, entonces, un ratito Keylor y para siempre Newell’s Old Boys, que en español quiere decir: los Viejos Muchachos de Newell’s.
Miguel Freidenberg
Twitter: @miguefrei
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