La jugada parece traspolada de un papel de calcar. Solo le falta la “enie” o la “nh”. Porque si Marcelino fuera “Marcelinho” y su apellido no fuera “Moreno” sino “Carioca” o “Paraiba”, todo seguiría el curso habitual de los acontecimientos: un diez brasilero, talentoso, lagunero, que tiene la cabeza implacable en el momento justo en el que aparece para no ser olvidado. La única diferencia es la obvia: Marcelino, con “ene”, es Conurbano.

Un analista racional podría afirmar con justicia que las figuras de ayer fueron Dylan Aquino, autor del empate, y Nahuel Losada, responsable junto a la suerte de los palos de que Fluminense solo hiciera uno de sus golazos planificados. Alguno podrá decir que el equipo juega con la prestancia del Cali Izquierdoz.

Pero el problema es el pase de Marcelino. Te hace figura solo. Casi no impacta la pelota, la acaricia. Hunde el cuero en el botín para que emerja un golpe letal. En el medio de un fútbol apurado, verborrágico, propenso a la taquicardia y la aceleración permanente, el fútbol granate empieza y termina en Marcelino.

El diez y su equipo son como su técnico: tienen una capacidad innata para que su talento pase desapercibido, algo interesante en la época de un fútbol sobreanalizado. Mientras el mainstream discute la ferocidad del Racing de Costas, la ambivalente impotencia del River de Gallardo y hasta la capacidad de supervivencia de Estudiantes de La Plata, Lanús metió un Maracanazo contra uno de los últimos cuatro mejores equipos del Mundial de Clubes.

La tranquilidad de un equipo que tuvo treinta y seis minutos de entretiempo por una policía que le pega a hinchas, amigos y familiares con la complicidad del Estado local y de la CONMEBOL, cuando iba perdiendo uno a cero, hacen todo más admirable.

Vocación de copa la de Lanús. Del 2017 a la fecha metió dos finales continental y hoy está en semis, como el año pasado. Candidato.

Marcelino y los pibes de Lanús eliminaron merecidamente de visitante a un equipo que hace dos meses y medio le ganó al Inter de Milán, con Thiago Silva y Germán Cano como espectadores vip.

No es surrealismo. Es realismo del sur.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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