Una tarde y una noche en la misma tribuna, con veintitrés años de diferencia. Diego es el protagonista de los dos partidos. Escribe Juan Stanisci

“¿Sabés pa? ¿Te acordás de ese partido? Todavía hay un beso que vuela a la tribuna y llega a vos”, decía un mensaje de mi viejo a las 14:18 de ayer. Entre las lágrimas traté de volver para atrás. Y las imágenes aparecieron. Medio borrosas pero aparecieron. Una tribuna que explota mientras alguien va a patear un penal. Tengo cinco años. El tipo mete el gol y sale corriendo. Lo veo venir. Es cada vez más grande. Salta y como si fuera fácil se empieza a trepar al alambrado. Antes de bajarse se lleva la mano, como haciendo montoncito, a la boca. Besa la punta de los dedos y revolea ese beso imaginario para la tribuna.

“Te lo tiró a vos”, me dijo mi viejo esa tarde. Estábamos en la primera bandeja de la Bombonera, la que da a Casa Amarilla. Socios Norte, en la jerga bostera. Todavía tenía el codo, que con los años fue fagocitado por la platea baja. Por eso recuerdo ver el gol de frente.

Solía dormir o jugar con autitos cuando mi viejo me llevaba a la cancha. Todo cambió cuando dejamos de tener dos plateas en la segunda bandeja, al medio, dónde mejor se ve. Nos estábamos por mudar a Mar del Plata, pero ese Apertura ’97 fuimos siempre, como una despedida. Siempre a Socios Norte.

Fue su primer partido en el último campeonato que jugaría como profesional. El 24 de agosto de 1997. Boca le ganó 4 a 2 su querido Argentinos Juniors. Ese gol de penal, fue el último que hizo de cara a la 12. El último se lo haría a Newell’s, el otro equipo argentino donde también jugó. Fue como si esos goles, fueran una suerte de despedida. En Boca y contra los dos clubes donde dejó su magia.

Faltaba un año para la llegada de Bianchi. De los jugadores que saltaron a la cancha esa tarde para jugar contra el “bichito” de La Paternal, solo cuatro seguirían en el club para empezar a torcer la historia de Boca. Abbondanzieri, Traverso y Arruabarrena. Los tres fueron pilares en distintas consagraciones. Abbondanzieri empezaría a convertirse en la resurrección de Goyco seis años después. Traverso jugaría su mejor partido como segundo marcador central contra el Real Madrid. Arruabarrena hizo los dos goles para empatar la primera final de la Copa Libertadores del 2000 contra el Palmeiras.

El cuarto fue Riquelme. Riquelme con la 9 en la espalda. En el único partido que compartieron cancha. Dos meses y un día después se daría el traspaso mítico. Diego jugó su último partido profesional contra River en el Monumental. Fueron solo cuarenta y cinco minutos. Dicen que en el vestuario le dijo al Bambino Veira, ténico del equipo, “Yo salgo y entra él.” Él era Riquelme.

Vale 10 palos verdes, se llama Maradona

El siete de marzo de este año, el Coronavirus era un meme. Nadie en esta tierra imaginaba lo que estaba por llegar. Nadie en La Bombonera sospechaba que sería el último partido por torneo local con la cancha llena. Se definía el campeonato, así que cualquier tipo de especulación a futuro se limitaba a las próximas dos horas. Boca y River peleaban mano a mano el campeonato.

El condimento no era solo arrebatarle un campeonato a River. Esa noche Diego volvía a pisar la Bombonera para disputar un partido oficial. Cientos de veces lo vimos en el palco. Otras varias pateando en partidos a beneficio o en su despedida. Pero ese siete de marzo Diego llegaba como director técnico de Gimnasia.

Desde que el lobo platense visitó a Talleres allá lejos y hace tiempo, la estadía de Diego en La Plata, se volvió un homenaje permanente e itinerante del fútbol argentino para con nuestro prócer. Sillones, ovaciones, cuadros, banderas gigantes. Durante las previas de los partidos, las camisetas quedaban de lado. No importaban los tres puntos. Lo importante era homenajear a Diego.

A mediados de febrero, los canales deportivos comenzaron a instalar un tema. Una polémica, como les gusta llamar a ellos. Conociendo la distancia entre Diego y Riquelme, ¿Le haría Boca un homenaje a Maradona? Varios dirigentes boquenses desfilaron por distintos programas, echándole leña al fuego. Como si hiciera falta.

Aseguraban que el partido era muy importante. Que se jugaba un título. Que no había que distraer a los jugadores. Que había que enfocarse. Me gustaría saber que piensan hoy. Ese siete de marzo fue la última función del homenaje permanente e itinerante a Diego Armando Maradona. Una semana después se cerrarían las tribunas. Diez días más tarde se apagaron las luces y la pelota dejó de rodar. Resulta llamativo pensar la muerte de Diego, en tiempos de estadios vacíos. “El fútbol es de la gente”, dijo antes del partido con Racing, el primero que dirigió en Gimnasia. Si Diego murió de tristeza, las tribunas vacías y los arcos sin goles, algo deben haber tenido que ver.

A las 20:30 Diego entró a una Bombonera que lo esperaba a garganta pelada, desempolvando un viejo hit. “Vale 10 palos verdes, se llama Maradona”, retumbaba en las tribunas. Brindisi y Perotti, dos ex compañeros del Boca campeón del 81, llevaron adelante el homenaje. Aunque lo importante no era la plaqueta o la camiseta que pudieran darle. Lo realmente trascendental era el reencuentro de Diego con los y las hinchas de Boca. Era la ovación que le faltaba en álbum de figuritas.

Vi todo ese partido desde la tribuna Socios Norte. Llegué sobre la hora al partido y esa es la popular donde siempre suele quedar un lugar. El espacio que suele ser habitable, es el que da la platea. Dónde antes estaba el codo. Pude ver a Diego venir hacia el túnel, agitando los brazos al ritmo de la hinchada. A él le costaba caminar, ya no era ese tipo que salía volando como un superhéroe para treparse a un alambrado. Yo tampoco era el mismo. Sino no se explica tanta distracción.

Tuviste que irte Diego para que las neuronas se me activen. Ocho meses después me doy cuenta que uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz, aunque ni siquiera se de cuenta. Siempre fui un hincha itinerante, de esos que van cambiando de tribuna. Hoy ya se cual es la mía. O la nuestra. Socios norte, Diego, vos ya sabés. Te espero ahí.

Juan Stanisci

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