Hoy cumple 38 jóvenes años Enzo Pérez. Ídolo, capitán, emblema y una vez arquero de River. Hoy ganando corazones en su querido Estudiantes de La Plata. Un cuento, un homenaje. Escribe Santiago Núñez.

La respuesta del nieto de Eduardo a la certeza de que iba a encontrar en un cajón de madera la razón de su nombre fue la emoción absoluta.

Tenía fascinación completa por los elementos e historias añejas. Los ocho abriles de su vida, empezados en 2068, no le impedían, por poca experiencia, desarrollar una enorme capacidad de investigación e iniciativa.

Había escuchado alguna vez de boca de su primo la razón de su DNI. «Te llamás Enzo por un tal Pérez», le indicó, seguido de una frase que incorporaba las palabras «fútbol» y «River».

Fueron dos claves para dar con la verdad. “El abuelo”. Ante la pregunta rápida de cómo su nombre tenía que ver con el deporte si sus padres no saben nada de eso, el progenitor de su progenitor respondió que se los había sugerido como algo al pasar y que no se dieron cuenta.

-Tengo su medalla más preciada – le advirtió, antes de indicarle que, en primera instancia, tenía que contarle sobre su ídolo.

Luego, muchas historias. Que la gallina y el puchero, que los viajes al interior, que los títulos, que los partidos, que la banda roja con la N° 24 en la espalda, que el capitán, que la vez que lo vio y le dio la mano y tantas otras hazañas.

Todo hasta que le mostró un partido jugado en Madrid, cincuenta años atrás. Su abuelo lloró y él lloró, cuando su equipo y ese tal Pérez levantaban la Copa Libertadores.

Entonces el abuelo Eduardo le dijo que vaya al cajón y ahora está ahí. Espera, para entender su propio nombre, la “medalla más preciada”.

Pero cuando abre el receptáculo ve que no. Solo observa una foto, mal impresa, de ese tal Pérez vestido de verde. «Cuando jugó de arquero», piensa, antes de ver a Eduardo llorando en la puerta del cuarto. Está sorprendido, necesita una respuesta.

-Esperaba otra cosa.

-¿Sabés lo que pasa, Enzito? -le comenta a su nieto, abrazo mediante- Yo te conté todo lo que él ganó. Pero saber que alguien nunca te abandona vale mucho más que cualquier medalla.

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