Ayer en la Plaza Garrafa Sánchez ubicada atrás de la cancha de Banfield se realizó un festejo/homenaje por el 50 aniversario del nacimiento del querido José Luis Sánchez. Estuvieron presentes su familia, hinchas del Taladro, El Porvenir y Laferrere. Crónica sobre una jornada emotiva recordando al dios del potrero. Escribe Lucas Jiménez.

No se va, el «loco» no se va

Gritan la villa y el barrio sur rezando por un milagro más

No se va, «Garrafa» no se va

Dios precisaba un Diez (Garrafa no se va)-Martín Alvarado

Es domingo a la tarde y Banfield juega contra Gimnasia en La Plata, lejos de su cancha. Igualmente, un grupo de hinchas se junta en la plaza que está frente al ingreso de la tribuna Osvaldo Fani. Hay un escenario y micrófonos frente a una mesa larga, tabla y caballete sobre el pasto. Los adornos anuncian el festejo de cumpleaños número 50 de alguien que siempre será el primero en llegar porque la plaza lleva su nombre: Garrafa Sánchez.

Ubicada en la intersección de las calles Peña, Levalle y Lugano, la Plaza está mantenida por el esfuerzo a pulmón de un grupo de vecinos y vecinas, hinchas de Banfield. “Somos un grupo de 4 primos y un hincha fanático del barrio (Bujan) que es un poco el padre de todos. Él hacía las viejas fiestas del Día del Niño en el sector bochas, cuando nosotros éramos chicos. Empezamos allá por el 2016 con la movida de ponerle juegos a la plaza y los inauguramos para el Día de la Niñez y así empezamos a darle vida a la plaza y homenajear a Garrafa”, me cuenta Analía Gavio que fue parte de la organización del festejo.

Por aquellos tiempos la han visto a Antonia, la mamá de José Luis, sola barriendo el pedazo triangular de tierra, que funciona como un imán para unir al barrio en pos de recordar siempre a su ídolo. Ese espacio pasó a ser el templo público y gratuito del dios del potrero.

“Siempre estamos en contacto con Antonia y dado que se acercaba el cumpleaños, nos contó que quería conmemorarlo  festejando su vida en la plaza. Ahí pusimos mano a la obra, hablando con el municipio para arreglar la plaza, porque estaba muy descuidada y a Antonia la ponía mal ver el monolito roto. Enseguida se pusieron a disposición y repararon y pintaron todo”, aporta Analía sobre cómo se fue gestando todo en la previa.

Sergio Cherco Smietniansky, tan banfileño como garrafero, me dice que José Luis hubiera querido que lo homenajeen así, en un lugar humilde, con poca gente pero valiosa. Rodeado de su mamá, sus hermanos mellizos, Adolfo y Fabián, y de hinchas de los 3 clubes donde es estatua, tribuna y tatuaje. Laferrere, El Porvenir y Banfield son locales en esta plaza y sus hinchas llegan con camisetas y banderas para recordar al ídolo. “Cómo vivir después de ti” y “Garrafa hasta la eternidad, Conmemorando tus 50 años”, rezan algunos trapos colgados de los árboles.

No hay manera de explicar en números por qué queremos tanto a Garrafa, El Loco de Lafe, el Gordo que llenaba de vida las aburridas concentraciones, el Nene que habitó siempre en la piel de un grande, como lo definió alguna vez su hermano del fútbol Darío Forestello. Para llegar a una especie de entendimiento hay que ubicarse primero en el contexto histórico. Garrafa fue el amor en tiempos del cólera, fue el héroe barrial del Conurbano Bonaerense en los 90 y principios del 2000. Cuando el país se caía a pedazos llevó alegrías en formas de ascensos y gambetas.

Único e irrepetible. Acercarse a su vida es quererlo aún más. Por su forma de ser y de vivir. Mariano, un vecino del club que el Gato Leeb adoptó y lo metió en el vestuario para que sea uno más, todavía recuerda cuando conoció a Garrafa. “El primer día que vino al club apareció con un Fiat Uno tuneado, entró a los gomazos por el predio y lo vienen a buscar los de seguridad diciendo ´quién es este loco´. Garrafa no tenía otro día después de hoy. Vivía todo el día jodiendo: en el vestuario, en la vida cotidiana”, lo recuerda entre risas.

No se puede ser leyenda viviente solo por lo hecho en un campo de juego, Garrafa es amado también porque combinaba la inventiva barrial al servicio del fútbol, con la humildad de Laferrere, del Río Matanza hasta el fondo del kilómetro 26. Comía asados y se iba al casino con los hinchas. Mariano cuenta que una vez José Luis ganó en la timba y cayó al día siguiente con dos bolsas para regalarle a él, era un pantalón y unas zapatillas nuevas.

Como si fuera una extensión de su vida, el festejo del aniversario 50 de su nacimiento es abierto, colectivo y comunitario. “Nosotros colectamos donaciones de leche, galletitas, chocolate. Los chicos del Porvenir trajeron también para compartir. Llevamos pava para el mate. Decoramos con banderines y la gente fue trayendo sus banderas con la cara de Garrafa. Así armamos entre todos la fiesta”, me cuenta Analía.

En la mesa larga hay facturas, magdalenas, scones, tuppers descapotables con pepas caseras y una torta horizontal con granos verdes de césped y dos velas con los números 5 y 0. Más atrás hay una olla enorme con chocolatada caliente. Garrafa nació un 26 de mayo porque en las barriadas a los festejos patrios no les alcanza con 24 horas y se necesitaba una excusa para extenderlos.

“Antonia preparó de todo para comer. Fue emotiva toda la jornada, ver esa mamá armando todo, trayendo todo lo que cocinó, sirviendo y ocupándose de que la gente que ama a su hijo, coma todo lo que preparó”, destaca Analia, algunas horas después. De todo lo vivido se queda con “el momento de la torta y la oración de Padre Nuestro que Antonia quiso dedicar a su hijo, culminando con la suelta de globos”.

En la Plaza hay sorteos de regalos sorpresa: un mate de la peña de Banfield en Tierra del Fuego y los dos que trajo Antonia: un botinero, con el escudo del Deportivo Laferrere y la imagen de José Luis con la frase “La pelota siempre al 10”, y una pequeña garrafa verde de juguete. 

Atrás del escenario hay una placa conmemorativa con fotos del 10 que elegimos querer de cuando era Josecito y ya tenía una remera verde y blanca y una pelota en la mano. Entre todas las imágenes del Loco se cuela un CD de Gilda de “20 Grandes Éxitos” que suena una y otra vez en la tarde. Los CD son como los enganches clásicos, no se extinguirán nunca. No hay mejor manera de recordar a Garrafa que con un disco redondo, como una pelota, reproduciendo cumbia de otra inmortal entonando “recuérdame cada momento porque estaré contigo”.

La música en vivo la aporta el cantante de tango e hincha de Banfield Martín Alvarado con dos canciones. Arrancó con su ya conocido clásico “Tema de Garrafa”, que lo pinta como “Héroe de pueblo chico y corazón grande, de esos que las revistas no han de ilustrar”. Y cerró con un hermoso tema, que dijo que no toca mucho, llamado “Dios precisaba un diez (Garrafa no se va)”, donde afirma que el barba necesitaba un enganche para “ilusionar a los despojados”.

“Hay poca gente que tiene la virtud de trascender a la muerte, porque en realidad la muerte no es algo que sucede cuando sucede, sino cuando quienes quedan ya no recuerdan. Entonces esos versos de “Garrafa no se va” no son versos, sino certezas”, reflexiona Cherco Smietniansky, desde el escenario. Antes de bajar da paso a una teoría más: “Muchos filósofos, teólogos se preguntaron si había vida después de la muerte. Garrafa Sánchez con una redonda entre sus pies vino a explicarnos que no solamente hay vida después de la muerte, sino que también hay fútbol”.

La pluralidad de Garrafa da paso a que hable un muchacho del Porve para aportar que “Garrafa traspasa lo que es una camiseta de fútbol, es una leyenda. Vamos a recordarlo con una sonrisa y con amor”.

Un vecino de Laferrere recuerda cuando jugaba en las inferiores del Villero, y al otro día se sumaba a los torneos relámpagos con el equipo del barrio y las apuestas que hacía con el arquero en los campeonatos de penales, donde se curtió como un especialista desde los 12 pasos. Pero lo que más le queda de Garrafa no era lo que hacía con la pelota, sino la lealtad para con los suyos. Cuenta la vez que se hizo amonestar para llegar a la quinta amarilla, cuando se enteró que un familiar del Chaco venía a Buenos Aires el fin de semana siguiente a ver un partido de River en cancha de Vélez, donde podía ser campeón, y él lo quería acompañar.

Los hermanos de José Luis no se animan a subir a hablar, iba a ser difícil que salieran palabras sin llanto. Pero como representante banfileño que pudo conocer bien a la familia por su amistad con Garrafa, el discurso emotivo lo aporta Mariano: “Es duro porque uno lo tenía al lado todo el día y no se daba cuenta la magnitud de la persona hasta el día que no estuvo más. Realmente me doy cuenta hoy de quién era. José Luis vive conmigo siempre”.

Cuando Mariano ya no puede hablar, porque las lágrimas le habían bajado a la garganta y se acercó un familiar de José Luis a abrazarlo, asoma algo redondo por entre las ramas de los árboles. Es el sol que nos viene a decir que el invierno más duro en mucho tiempo es mentira, o quizás es la cabeza de un pelado loco que también viene a dejar en claro lo que grita su mamá Antonia. “Dios necesitaba un Diez y le dijo vení conmigo Garrafa. Pero hoy está acá”.

Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88

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