Para las selecciones grandes, los problemas en los debuts son un signo de época. Basta con hacer un ligero repaso por los grandes torneos disputados desde 2002. El decorado de los 50000 albaneses que reventaron la imponente casa del Borussia, el antecedente inmediato del histórico primer puesto en la clasificación del equipo de Sylvinho (y de su ayudante, nuestro siempre querido y respetado Pablito Zabaleta) y el increíble gol de Bajrami a los 22 segundos (el más rápido de la historia de la competición) indicaban que esta Euro podía no estar exenta de esta nueva realidad. En particular, si el poderoso en cuestión es Italia, el inesperadísimo último campeón que bien conoce la derrota ante rivales muy menores en circunstancias decisivas.
Esa sensación duró menos de veinte minutos, el tiempo que Italia tardó en darlo vuelta y en someter a Albania. La Azzurra es un equipo joven, que sin el peso de tener que hacer valer su historia al defender el título, intenta cambiar de pelaje sin perder de vista el adn de su fútbol. El retiro de Bonucci y de Chiellini le dio paso a una dupla de centrales new age : Calafiori y Bastoni fueron el primer eslabón de una cadena de buen juego (muy bueno en el primer tiempo). Pero aunque por momentos fueron protagonistas de la elaboración creativa de Italia, le deben la cena a Donnarumma por su salvada del final y mostraron que la diferencia de jerarquía de jugadores como Morata, Petkovic o cualquier otro delantero que les quede enfrentar en el torneo puede hacerlos sufrir: en esta Euro, a Italia la esperan exclusivamente rivales de gran nivel.
Albania, cuya comunidad de inmigrantes está muy bien integrada en Italia y en otros países de Europa Occidental, le asegura a la Euro mucho color en los estadios, pero muy poco en el césped. La esperan las urgencias de Croacia, la contundencia de España y todo indica que finalmente cumplirá el rol que vino a tener, el del espectador simpático de una discusión entre adultos.
Italia quiere volver a ser. En Dortmund, la de aquel gol épico de Del Piero que les arruinó la fiesta a los alemanes, pero con Barella (un jugador exquisito, un gol sublime), el descaro de Chiesa, el resto de los campeones de 2021 y nuestro Retegui (jugó unos minutos casi sin intervenir), empezó un camino de reinvención. El proyecto de Spalletti incluye el intento del bi, pero apunta a 2026. Cambiar para volver.
Nicolás Moretti
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