Ser anfitrión y tener un grupo sin cucos son beneficios a los que Alemania se aferra como nunca antes. Un favoritismo sin bases ni condiciones hubiese sido natural hasta hace un tiempo. Pero aquello que irradiaba como una maquinaria invencible de repente dejó de serlo, y desde 2018 muestra ciertas debilidades por la suma de frustraciones. Eliminado en las fases de grupo de Rusia 2018 y Qatar 2022, y afuera en octavos de la Eurocopa 2020 (jugado en 2021). “Es hora de que se deje de lado la frase ‘los alemanes siempre ganan’. Descansa en paz”, tuiteó Gary Lineker después de que Inglaterra lo dejara afuera en la edición anterior del certamen. El exdelantero inglés había popularizado aquella frase de que «el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania».

En los últimos años, Hungría había sacado provecho de una potencia en bajas calorías y consiguió dos empates y un triunfo. Hasta que un día se terminó la racha. En el segundo partido de la Eurocopa, y a días de cumplirse 70 años del Milagro de Berna, el seleccionado húngaro se convierte otra vez en el antagonista necesario para el resurgir de la autoestima alemana. Lejos de catalogarlo como el Milagro de Stuttgart, Alemania ha cosechado una victoria valiosa que casi asegura la clasificación, despeja las dudas y eleva la confianza en el ciclo de Julian Nagelsmann (al mando desde septiembre de 2023). Para lo que viene, hay suficiente calidad que respalda la candidatura al título.

El capitán Gündogan, apreciado en los clubes y criticado en la selección, combina fiereza y finura para asistir. El crack de Musiala controla y empuja la pelota. Es el 1 a 0. Neuer, otro en el ojo de la tormenta, saca un bochazo de antaño. Hungría responde, momento de adversidad. No importa. Hay resistencia y reacción. El infalible Kroos hila pases, Mittelstädt mete un centro raso hacia atrás y Gündogan anota con lucidez el 2 a 0. Todo marcha en armonía. Alemania se acerca a la Alemania según Lineker. Hay firmeza defensiva, elegancia en el mediocampo y desequilibrio en los atacantes. Una línea de juego clara y a la vez tan imprevisible por movimientos, variantes y resolución individual.

La diversidad de Alemania asoma como una virtud y sin embargo es cuestionada por un sector social de extrema derecha. En medio de la recesión económica, social, política y hasta energética, los fracasos del seleccionado en los últimos años entran a la misma bolsa. Son tiempos de volantes creativos, extremos livianos, jugadores multiculturales, capitán con la cinta del orgullo, referentes en defensa de las causas sociales, equipos sin tenacidad… y derrotas. Argumentos suficientes para que herederos de las ideas de Adolf alcen la voz por el retorno de la supuesta supremacía alemana. Días atrás la emisora ​​estatal ARD hizo una encuesta en la que preguntaban si preferían ver a más jugadores de piel blanca en la selección. El 21% votó que sí. “Espero no tener que volver a leer nunca más sobre una encuesta tan basura”, dijo Kimminch.

Enfrente estuvo Hungría, la Hungría del primer ministro Viktor Orban, ejemplo a seguir para las nuevas derechas europeas. “No somos una raza mestiza… y no queremos convertirnos en una raza mestiza”, dijo el político ultraconservador en 2022, apenas una declaración de su principal tema de agenda desde hace más de una década. Pero la reaparición del combinado húngaro a los primeros planos futbolísticos se debe a la heterogeneidad. Por ejemplo, Willi Orban nació en Alemania, Nego en Francia y Styles en Inglaterra. Ninguno habla húngaro. Asimismo varios de los nativos han sido formados desde muy chicos en las canteras juveniles extranjeras (Gulacsi, Szoboszlai, Szalai, Sallai). Todos dirigidos bajo la batuta del italiano Marco Rossi. Lo curioso es que aguardan el éxito deportivo de un equipo multicultural para demostrar la grandeza como nación. Las contradicciones parecen indispensables en la narrativa de la derecha global.

Nicolás Sotomayor
@nicosotomayor_

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