Hoy escribimos sobre el escritor que le demostró al planeta que el fútbol también puede ser literatura. Fanático de Rosario Central. Amante de la radio. El Negro. Pequeño homenjae de Lástima a Nadie, Maestro al eterno Roberto Fontanarrosa.
“Soy humorista señor, escritor y dibujante. Si no he cantado antes es que no hubo invitación. Aprovecho la ocasión pues me parece importante. Soy del pago de los cereales, de religión futbolera. Mi capilla está a la vera de un río marrón y brillante. Allí se baña un gigante que mete miedo a cualquiera. Parece mi profesión brujería de mandinga más no parece distinta la suerte de un goleador. Yo hago goles con humor y mi pelota es la tinta. Soy del pago de Rosario, partido de Santa Fe.”
Así se presentaba el mismo Roberto Fontanarrosa en la canción “Tango para dos angelitos”, del cantautor y guitarrista de la trova rosarina Adrián Abonizio grabado para el disco Música para Canallas, donde por ejemplo canta un tema Edgardo “Patón” Bauza, campeón como jugador y entrenador de Rosario Central.
El Negro se hizo hincha del Canalla en parte por su padre, el otro Roberto Fontanarrosa, que en realidad era fanático del básquet más que del fútbol. Pero estaba más cerca de Central que de Newell´s porque, según el escritor, su Viejo era una especie de ‘peronista emocional’, y Central ha sido históricamente catalogado como el equipo del pueblo rosarino. La primera vez que Fontanarrosa fue a ver a Central al estadio Gigante de Arroyito fue un partido contra Tigre. Lo llevó el papá de un compañero de la primaria y así empezó un ritual que lo acompañaría durante toda su vida.
Roberto solía dormir hasta el mediodía normalmente. Solo dos veces su esposa lo despertó antes de las once de la mañana. Una fue para decirle que habíamos invadido las islas Malvinas y la otra para contarle que Maradona había firmado para Newell´s. “No sé qué fue peor”, repetía siempre el Negro.
Fontanarrosa fue un humorista gráfico y escritor que en general fue ignorado por la crítica académica culta. Fueron sus lectores los que lo impulsaron hasta llegar a ser una bandera de la cultura popular. El Negro no renegaba de ser distinto a los intelectuales habituales, más bien todo lo contrario. Se jactaba de que mientras “Algunos intelectuales serios habrán ocupado sus horas leyendo a Tolstoi, él leía la revista El Gráfico”.
En la Feria del Libro de 1994, en una mesa que compartía con su gran amigo y colega Osvaldo Soriano y el hoy director de la Biblioteca Nacional, Juan Sasturain, el periodista Juan José Panno los presentó diciendo: «Señores: ¡fútbol y literatura!». Hubo aplausos del público presente, Fontanarrosa agarró el micrófono y cuando bajó el ruido lanzó: «Ajá -, fútbol y literatura. ¿Y me querés decir quién carajo va a hablar de literatura?”.

En 2003 y 2005, durante el gobierno de Néstor Kirchner, el Ministerio de Educación que encabezaba Daniel Filmus lanzó una campaña junto a la Secretaría de Deportes de la Nación y la AFA para entregar cuentos de fútbol gratis en las canchas. El lema de la campaña era “Leer también es una pasión” y distintos cuentos de Roberto Fontanarrosa fueron elegidos para regalar. Al Negro alguna gente lo cargaba diciéndole que en la cancha usaban los cuentos para hacerlos papelitos para tirar cuando salía el equipo. Pero eso más que una cargada era un honor para Fontanarrosa. En una conferencia con cara de honestidad brutal tiró “¿qué más quiere un escritor que su trabajo se lance al viento cuando sale el equipo favorito? Eso significa más que un Nobel de Literatura.”
Para mucha gente que escribe el rosarino es un referente. “En principio Fontanarrosa es el canon de la literatura futbolera en Argentina y nos sé si en habla hispana. El que autorizó a todos los que vinieron después y de alguna manera también les dio su bendición a los que lo precedieron. Pero al mismo tiempo encuentro en el Negro un gran cuentista y escritor a secas, un lugar escamoteado por el 95% de lo que llamamos la literatura culta. Por otro lado fue un tipo que contribuyó con una extraordinaria filosofía futbolera. A pesar de que decía que lo enojaba bastante la intelectualización del fútbol también fue un gran etnólogo y sociólogo futbolero. Además nos regaló criaturas entrañables e inolvidables como Boogie el aceitoso, Mendieta e Inodoro”, nos aporta el periodista y escritor Walter Vargas sobre el valor histórico de la figura de Fontanarrosa.
En su último libro “El túnel del Centenario”, Vargas incluyó un cuento en homenaje a Roberto reconociéndole la combinación de humildad y talento que tenía. No es poca la gente que lo conoció al Negro y lo definió como “un hombre que común”, que ha llegado a confesar que «al cielo le pondría canchitas y un par de bares».
Walter justamente destaca un cuento de Fontanarrosa donde habla de este deseo: El cielo de los argentinos. “Es de los menos conocidos de él. Imagina cómo sería el paraíso, ese lugar donde vamos cuando dejamos de estar de este lado de las cosas. Es un cuento maravilloso. En ese cielo naturalmente hay un bar donde los amigos miran peleas de boxeo y partidos de fútbol. Debo confesar que cuando imagino mi partida de este mundo, la verdad que entre otras expectativas hay una que pulsa de forma especial, que exista ese bar y que además ahí esté el Negro Fontanarrosa. Me encantaría encontrarlo y darle un gran abrazo”, describe su deseo el periodista platense para Lástima a Nadie, Maestro.

Está claro que a Roberto Fontanarrosa le gustaba el fútbol pero vayamos al primer acercamiento a esa pasión. Recordemos que cuando el Negro era chico eran tiempos que el aparato tecnológico fetiche en las casas no era el celular sino la radio. “Yo la primera imagen que tengo del fútbol, por llamarla de alguna manera, creo que fue más que nada auditiva. No recuerdo ni una pelota, ni tapas de revistas, ni nada por el estilo. Es como una imagen de cuando era muy chico estar en la casa de mis tíos con mis primos los domingos a la tardecita y la radio pasando los resultados de los partidos. A mí no sé porqué me atraían y eso que no estaba al tanto de lo que pasaba en el campeonato. Esa mezcla creo que es una de las puntas de nostalgia que uno maneja más”, recordó el Negro hablando con el Gordo Soriano para el programa “Tercer ojo” de TyC Sports grabado en un café en 1997.
El rosarino se formó como futbolero escuchando en la radio “La Música de los domingos”, como ese gran cuento de la escritora Liliana Heker que es sobre un hombre grande que ya está en silla de ruedas, pide esa música y le ponen tangos. Hasta que al final escucha saliendo de una ventana el sonido de un relato radial de fútbol. Ahí dice: “esa es la música de los domingos”. Es un cuento homenaje que Heker le hace a toda la gente que ama la radio.
Fontanarrosa amaba tanto la radio que solía decir que si un día se hacía una película sobre su vida, la música de fondo quería que sea la transmisión radial de un partido de fútbol. En su cuento “La observación de los pájaros”, que es sobre un hincha de Central que sale a vivir el clásico por los ruidos de la ciudad, escribe que «el sonido radial es infinito, incisivo, líquido y se filtra por las paredes.»
Hagamos una distinción entre los cuentos de Fontanarrosa de fútbol y con fútbol. En su libro No te vayas campeón incursiona en la crónica periodística y ese sí es un libro real sobre fútbol. El resto son cuentos con fútbol, más amateur que profesional. Se juega en el potrero. Está más presente el hincha con sus formas de vivir el fútbol que el jugador. En el libro Héroes, machos y patriotas el sociólogo Pablo Alabarces analiza que en la literatura del Negro muchas veces “los hombres hablan, de jugar al fútbol o de tener sexo, pero ni juegan al fútbol ni tienen sexo. Solo hablan”. Pone como ejemplo el cuento “Escenas de la vida deportiva” sobre los minutos previos a un picado entre amigos que nunca llega a jugarse.
En el relato que hace Fontanarrosa sobre la manera de vivir el fútbol puede parecer que hay una “enaltación de la sabiduría masculina popular”, con muchos tintes machistas, pero lo que puede estar haciendo en realidad es una parodia. Una parodia de cómo el lenguaje machista monopoliza el relato del fútbol en nuestra cultura. En el cuento “El 8 era Moacyr” los personajes definen a alguien como homosexual por como habla y los gustos que tiene. Hasta que ese fulano irrumpe en una conversación futbolera a mostrar su saber futbolístico sobre nombres de jugadores de los años sesenta. Entonces más adelante cuando tienen que definirlo, ya dicen que es un “buen tipo”.
Pero vayamos a su cuento más conocido: “19 de diciembre de 1971”, elegido por la revista colombiana Soho como el mejor cuento de fútbol de todos los tiempos. “Es la historia de un grupo de amigos que en la previa del clásico rosarino por la semifinal del campeonato Nacional de aquel año se enteran que había un viejo (Casale), pariente de uno de ellos, que nunca había visto perder a Central contra Newell´s. Por caprichos del destino, las veces que no fue al clásico por X motivo perdía. Entonces lo necesitaban como amuleto para ese partido trascendental. Cuando lo van a hablar el viejo tenía problemas del corazón y no podía vivir emociones fuertes. Lo tenía prohibido por el médico y por la familia así que los días de partido se iba a una casa en otra ciudad, lejos de Rosario para no escuchar ni siquiera los gritos de algún vecino. Así que arman todo un dispositivo para secuestrarlo, literalmente, con un colectivo de esos que él se tenía que tomar para ir a ese pueblo y van todos camuflados hasta que en medio de la ruta no aguantan más. Ahí sacan las banderas, empiezan a cantar y el viejo se da cuenta que lo están llevando a la cancha de River”, nos realiza un breve resumen Santiago Garat que, como Fontanarrosa, también es negro, hincha de Central y escritor.
Historias de grupos de amigos como los que idearon el secuestro del viejo Casale hay varias a lo largo de las fábulas de Fontanarrosa. La amistad atraviesa sus cuentos casi como su vida. Solía decir que cada gran logro nuestro es para contárselo a los amigos. De hecho tiene un cuento que se llama “Cuando se lo cuente a los muchachos”. Si le preguntaban sobre una definición de la palabra amigo parafraseaba a Atahualpa Yupanqui y su recordado: “Un amigo… un amigo es uno mismo, con otro cuero”.
El periodista Ezequiel Fernández Moores cuenta en un crónica que el Negro era amigo del periodista colombiano Daniel Samper, que ante los premios y homenajes que le hicieron antes de su muerte en 2007, le preguntó un día si tanto halago era «acaso la gloria». El Negro le respondió: “En Victoria, a una hora de Rosario, se inauguró un restaurante de tenedor libre. Churrasco, chorizo, asado de tira, matambre, colita de cuadril, pollo a la brasa, vacío, bife de chorizo, provolone al orégano. El lugar fue bautizado Parrilla Fontanarrosa, y está adornado con enormes dibujos de Boogie, Inodoro, Eulogia, el perro Mendieta. Cuando acudo con mis amigos no me cobran nada, y además pido repetición cuantas veces me da la gana. Eso, Samper, es la gloria. Lo demás, lo demás son efímeras vanidades.”
Hay un libro que compila todos los cuentos futboleros del escritor rosarino que se llama Puro Fútbol y nació por el periodista Alejandro Apo que los leía en la radio. Resulta que Fontanarrosa le dijo a Sergio Levinsky de Ediciones De La Flor que junte sus cuentos porque Apo iba con todos los libros en una bolsa y se le caían cuando hacía el programa el sábado a la tarde en Radio Continental. Entonces le dijo “ponele todos los cuentos de fútbol así lleva un libro nada más”. Apo siempre le agradeció ese acto de afecto del Negro pero también le marcó que se comieron el cuento “No te enloquesá, Lalita” que está en el libro Uno nunca sabe.
En nuestro programa de radio le pedimos a Alejandro Apo que nos diga sus 3 cuentos de fútbol favoritos del Negro. Eligió en primer lugar “19 de diciembre del 71” por dos razones. Primero porque Apo nació un 19 de diciembre y segundo porque vio ese Central-Newell’s en la cancha por más que no era hincha de ninguno de los dos. El segundo cuento que destaca es “La observación de los pájaros”. El podio los completa “El pichón de Cristo” que trata de un mesías de pueblo y calle de tierra, que anda haciendo milagros abajo de los tres palos.
Roberto Fontanarrosa nació el 26 de noviembre de 1944 y murió el 19 de julio del 2007. Alejandro Apo todavía se acuerda de ese día: “El país era un inmenso velorio. Desde todos los lugares se veía que era un hombre común en situación imaginativa extraordinaria para crear, no solamente con los cuentos de fútbol, sino con todas sus historias contadas. Lo que pasa que él tiene la ventaja de algunas personas que tienen acceso a la inmortalidad porque viven en nosotros, en este comentario vive y yo creo que va a estar vivo siempre”. En homenaje al Negro el 19 de julio los hinchas de Central festejan el Día del Amigo Canalla.
“Llevo a Central en el alma. Acuno un sueño precioso, un clásico en el Coloso con 0 a 0 clavado, hacer un gol dibujado con pase del Negro Palma. Nadie sienta que lo agravio. Mi vida lo certifica. Hay cosas que no se explican y menos si es a los gritos más cuando atruena Arroyito, canta el pueblo de Rosario. No tengo pasta de atleta apenas la muevo un poco. Ser Canalla es estar loco de un manicomio feliz. Siendo auriazul escribí mi más perfecta historieta.”
Notas utilizadas:
https://lastimaanadiemaestro.wordpress.com/2019/11/26/eterno-fontanarrosa/
https://lastimaanadiemaestro.wordpress.com/2019/12/24/el-pichon-de-cristo/
https://lastimaanadiemaestro.wordpress.com/2019/01/07/paton-y-conductor/
https://lastimaanadiemaestro.wordpress.com/2019/07/19/balada-para-un-loco/
Lucas Jiménez