Cuando la final de la Eurocopa 2020 fue a penales, hubo un inglés en Wembley que quería que su selección perdiera. Liam Boylan, director del estadio, veía por las cámaras de seguridad cómo miles de hinchas se agolpaban afuera esperando para ingresar en los festejos. Superaban en número a los policías londinenses. En las horas previas a la final entre Inglaterra e Italia, se habían juntado en los alrededores del estadio. Meta fiesta, vino y porquería. Cuando se abrieron las puertas, se colaron de a miles. La seguridad estaba desbordada. Adentro del estadio, quienes habían pagado entrada les pegaban a los colados. Desde 1966 que Inglaterra no disputaba una final –también en Wembley-. Nunca ganó la Eurocopa. El bardo no se justifica, pero se entiende.
Tres años más tarde, el equipo dirigido por Gareth Southgate, El Mezquino, se queda hasta el último día en la Euro. “No quiero que me des con cuentagotas tu amor”, le canta Charly García a Kane, Foden y Bellingham. Hoy el volante del City tuvo un gran primer tiempo, hasta que Ronald Koeman, El Naranja, acomodó el mediocampo y se acabó la diversión.
De la Naranja Mecánica, esa que era puro vértigo, no queda nada. Holanda es un equipo de estatuas que apuesta al mano a mano en toda la cancha. Los partidos, como vimos en los cuartos de final del mundial, son un embole. Hoy Inglaterra le recordó a Holanda que La Naranja Mecánica es, ante todo, una invención de Anthony Burgess, escritor británico.
La noche que Liam Boylan imploró que su país perdiera su primera Eurocopa, Inglaterra era favorita. Ganó Italia. Este año el candidato es España. Inglaterra parece que gana sin querer. Se alimenta de la angustia de hacer goles sobre la hora o de llegar a los penales. Quizás haya llegado la hora de que los piratas rompan el maleficio.
Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci
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