El ritmo de la caminata acelera como el de los latidos. Uno, dos, uno, dos. La cancha se quiebra, siente, quizás llora. El olor a bengala se mezcla con el aire. Ya no hay horizonte. El techo son las estrellas.

Su ciclo como técnico de River podría juzgarse con algunos pocos números. Catorce títulos en ocho años y medio. Siete de ellos, internacionales.

El camino de libertad lo tiene en el centro como un condenado a la vida. Cámaras, fotos, ojos, celulares. Como si la ruta lo llevara al verdadero lugar al que pertenece.

También podrían calificar al Marcelo Gallardo DT del Bajo Belgrano por la importancia y hasta la épica de las consagraciones, incluyendo una Copa LIbertadores con tres clásicos (final con Boca incluida) o por ser designado la IFFHS como el décimo mejor entrenador del planeta en el período 2010-2020.

El diablo, y él también, están en los detalles. Hace lo contrario al director maestro ciruela: es él el que saluda, uno a uno, a los pibes de las inferiores. Un poco por respeto, otro poco por amor, y también porque el futuro ya llegó.

Podría alguien opinar sobre él porque Pep Guardiola dijo que admiraba su consistencia en el tiempo, porque Andrés Iniesta dijo que su trabajo en River era sensacional o porque Messi lo abraza con cariño.

El momento en el que llega al banco, mira, huele, late. Algo distinto. Todo se detiene. El Monumental ruge por él y su forma de retribuir es simple: se acerca desde el banco a la cancha y levanta la mano, conectando la manga de su saco con su pueblo. Hay seguridad: los que lo ven sienten que triunfan más seguido, que tienen más plata, más levante, más éxito.

Podría hablarse de sus sistemas tácticos, de sus series mano a mano, de la formación de sus jugadores, de las historias, de los amores.

Si hubiera un parámetro con el que identificar al Muñeco como el Muñeco es ese: un instante único en el que él y la banda se miran a los ojos y hasta se hablan. Los de la cancha y los de la TV.

Como si el técnico pudiera susurrarnos que nos quedemos tranquilos, que él está ahí, y de este lado pudiéramos responder que, si él está, somos nosotros.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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