Podés remar por un diploma y ser feliz, como Agustín Vernice.
Podés llorar por una medalla de bronce o simplemente por llorar, como la China Cosentino o Agustina Albertario.
Podés mirar, jugar, sonreir, entristecerte.
Podés quedarte afuera en la primera ronda y ser un mito, De Cecco o Facundo Conte.
Podés no saber.
Podés ser maratonista como Florencia Borelli, a quien calificaron desde el gobierno nacional como “no merecedora” de una beca por “no reunir los méritos” y terminó como la maratonista N° 21 del mundo olímpico.
Podés masticar bronca como Nicolás Otamendi.
Podés no ver, si no querés.
Podés bicicletear en el cielo, como ET o el Maligno Torres.
Podés empezar a preparar Los Ángeles 2028 antes de que termine París 2024, como Los Pumas.
Podés homenajear a la patria, antes que argentina, rioplatense, de río y de platense, también del Paraná, como Majdalani y Bosco.
Podés extrañar a los argentinos que supieron meter pelotas naranjas en cestos, porque no hay albicelestes en básquet, pero también recordar, con sonrisa, la bandera celeste y blanca por encima de la estadounidense en Atenas 2004.
Podés.
Cientos de atletas, nuestros y no nuestros, nos dieron durante dos semanas una sensación tan básica como compleja: podemos. Recordar sus imágenes muestra la sonrisa de quien puede luego del esfuerzo e incluso el naufragio de una vida con mucho sudor y muchas veces pocos recursos. Hacer lo que se puede, lejos del refrán popular, no remite a una lógica conservadora: quienes hacer algo y pueden hacerlo. Quien pudiera.
En un mundo complicado, que nos obliga a luchar, hubo una serie de personas que mostraron la escena de quienes no se rinden.
Como una lección de vida: no importa nada, solo poder.
Antes de despedirlos, los calificamos como culpables de esa utopía: la de poder. Y, antes de eso, o quizás por eso, queremos agradecerles.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
Lástima a nadie, maestro necesita tu ayuda para seguir existiendo:
