Mañana juegan Juventus-Nápoli, que el año pasado ganó la liga después de 33 temporadas. En las calles napolitanas aún quedan rastros del título. Se fueron Spalletti y Osimhen. Pero quedan los murales de Diego y las gambetas de Kvaratskhelia para soñar. Así fue la resaca del festejo tan esperado vista por un periodista argentino caminando por Nápoles. Escribe Enzo Dattoli. 

En mayo de 2024 se cumplió exactamente un año desde que el Napoli obtuvo la liga italiana después de 33 temporadas. En las calles napolitanas aún quedan rastros del título. Caminando por el Quartieri Spagnoli o por Spaccanapoli se ven los restos de la fiesta que se vivió en 2023 y que duró hasta hace muy poco. La locura, la masividad y la emoción de toda una ciudad y unas cuantas generaciones, contrastan ahora con la tranquilidad y el silencio. Eso es Nápoles en 2024.

Entre murales de Maradona y expresiones artísticas de todo tipo rememorando la época gloriosa y dorada de los 80s, hoy figuran caras nuevas como la de Victor Osimhen o Kvicha Kvaratskhelia. Pero Nápoles es particular: sus años transcurren como décadas. 365 días fue mucho tiempo para la ciudad y sobre todo para el equipo. Osimhen se fue recientemente al Galatasaray a préstamo, tras haber sido tasado en 100 millones y en conflicto con la dirigencia. Más de la mitad del plantel campeón en 2023 ya se marchó.

Luciano Spalletti, el director de orquesta del equipo que logró el milagro, ya no está más porque se lo “robó” la Selección Italiana. En cualquier otra ciudad habría sido un salto lógico, pero acá no. Primero Nápoles, y el resto no importa. “Nosotros no somos italianos, somos napolitanos”, dice María, hija de Massimo Vignati -íntimo amigo de Maradona en su paso por el club- y dueño de un museo personal con recuerdos de la carrera de su amigo.

En la línea temporal actual, la ciudad volvió a su época de caos y reinvención. Después de no clasificar a competiciones europeas para la temporada 2024/25, Antonio Conte es el cuarto entrenador que ocupa el puesto después de la salida de Spalletti hace poco más de un año. Fue una temporada complicada en la que los hinchas, en rebeldía, se negaban a cantar en los primeros quince minutos de los partidos y exhibían pancartas con los peores resultados obtenidos post título. 

La ciudad convive con muchos mitos que le dan un aura especial. Se la define como insegura, en el resto de las ciudades italianas les advierten a los viajeros antes de pisar sus calles, les dicen que tengan cuidado, y que el peligro es inminente. Además, le critican su suciedad y sus olores. Los napolitanos viven a las sombras del volcán del Vesubio y con el recuerdo de las erupciones del pasado y las tragedias. Otros hablan de la mafia, la Camorra. Quieren jubilar el histórico estadio San Paolo, hoy renombrado como estadio Diego Armando Maradona. Y muchos hasta tienen miedo de ir por temor a cruzarse con los ultras. 

Nápoles convive con los prejuicios desde siempre, en su mayoría sobredimensionados e hipócritas. Es la ciudad más argenta de Italia y Argentina es el país más napolitano. Lorenzo Insigne, ídolo absoluto de la última década napolitana y que tiene la cara de Diego tatuada en una de sus piernas, afirmó en junio que le gustaría jugar en Argentina y en Boca para vivir lo mismo que su ídolo: “la hinchada argentina es como la napolitana, muy calurosa”.

El Napoli se levanta y vuelve a caer, pero la esperanza de los hinchas sigue latente. Ya aguantaron más de tres décadas sin campeonar tras el último milagro maradoniano. El hincha napolitano se enoja, se frustra por la no obtención de un título, pero deja una enseñanza: en Nápoles nunca se olvida a quien lo hizo feliz y le fue fiel. Todavía se ven las camisetas de Cavani, el Pampa Sosa, Hamšík, Lavezzi, Mertens o Insigne. Ídolos que quedaron en el camino de la obtención de la tercera estrella. Así lo harán por el resto de los tiempos Osimhen o Kvaratskhelia, no importa que se marchen -siempre y cuando no lo hagan a alguno de sus rivales (caso Higuaín)-, Nápoles no olvida. 

Mientras tanto, la ciudad empieza a calentar motores esperando la nueva erupción que probablemente vuelva a ser terrible. Todos los napolitanos comienzan a soñar y a rezar una vez más mientras su Dios los cuida desde los murales, los imanes de recuerdos, juguetes, figuritas, santuarios y principalmente desde el cielo. Ese cielo tan azzurro que hay que ser muy poco creyente para no pensar que él tuvo algo que ver. El Napoli resurge de la mano de Conte, pelea arriba y el sábado 21 de septiembre se enfrenta a su eterno rival, los del norte, la Juventus. Desde arriba espera una ayuda, una mano de su Dios que los haga volver a creer que este puede ser el año.

Enzo Dattoli
Twitter: @enzojnvr

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