Imaginamos el partido más de un centenar de veces y en ninguna de las opciones, ni siquiera en la más adversa, empezábamos perdiendo a los 20 minutos luego de un pelotazo largo y una asistencia con la espalda. Pensamos en un sinfín de oportunidades en este encuentro y no vislumbramos un escenario en el que no llegábamos y éramos blandos, en el que sobraron minutos para un 0-3 letal.
River fue un equipo inferior, casi amateur, frente a un rival que se llevó un resultado soñado, explicado más por los huecos de la falsa línea de tres que por mérito propio, astucias de Deyverson y Hulk aparte. Posiblemente las responsabilidades vayan desde una dirigencia que no supo cambiar el timón a tiempo hasta un planteo táctico de Gallardo que no hizo mella en ningún momento. Pero para pensar en culpabilidades el mundo da margen.
Jamás necesitamos un resultado para sostener un amor. Ni nosotros ni los hinchas de verdad de otros clubes. River sostendrá una movilización inmensa el martes que viene, como si sus hinchas creyeran, verdaderamente, que el milagro puede no solo ser ficción. Posiblemente, incluso, más de uno busque justificarlo.
Nuestro accionar es lógico. La Copa Libertadores es el comodín sagrado para salir de las incomodidades de la vida. Para no aceptar frustraciones, para pilotear amores, para pensar que la revancha de una vida que a veces tiene más obstáculos que caminos puede ser vida igual.
Una distopía divina con perplejidades demoledoras: el River de las promesas sucumbió frente a demasiadas realidades.
Ilusión era entrar en nuestra casa y sentir que había algo por definir. Nuestros sueños no son un trofeo, sino la sensación exclusiva, casi excepcional, de que podemos salir del rótulo de la normalidad. Podríamos ser vencidos vencedores alguna vez. Ya no.
Pero como las pasiones no entienden de etiquetas, resultados o confabulaciones mediocres, solo queda preguntarse cómo vivir con tantos sueños sin cumplir. Posiblemente ni hoy ni el martes que viene exista la respuesta justa.
Todo hasta que el mundo se ordene y la rueda de nuestras ilusiones cuestionables empiece a girar. Otra vez.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
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