Ayer nos sentamos a ver a Messi perder por goleada contra el París Saint Germain. La ilusión que nos condena hace muchos junios. Toda una vida aprendiendo de geografía y biología gracias a él. Escribe Miguel Freidenberg.
Este junio en el que cumplió 38, y a 10 junios desde que ganó su última Champions junto a Luis Enrique en Barcelona, Messi quedó eliminado del Mundial de Clubes. Éramos chicos. Con algunos problemas de conducta. Solo las consolas y las teles nos mantenían en casa. Buscábamos explicaciones sobre cosquillas en la panza y lesiones, que nos provocaba el fútbol, y que no nos respondía la profe de Biología. Los lunes jugábamos todo el día a la Play, los martes, partidos en Gimnasia, los miércoles eran de Champions, los jueves, de Libertadores, los viernes, torneito. Los findes veíamos al Barcelona de Messi que jugaba alrededor del mediodía, y de rebote, algún partido del Arsenal o la Juventus, y así era nuestra forma de recorrer el mundo.
Cuando crecimos, el fútbol se puso raro. Un día Messi salió eyectado del Barcelona, con un paso fugaz por el PSG; se convirtió en una estrella fuera de órbita hasta que aterrizó en Miami. Un cohete salido de control a punto de perderse en algún país ignoto, que no conoce el fútbol, y no sabe si lo que ha caído es un acertijo extraterrestre o un viejo mapa del tesoro. La Argentina de Scaloni fue en ese entonces un accidente geográfico, de hermosa vista panorámica, tan azarosamente propio como la Cordillera de Los Andes y las Cataratas del Iguazú. Éramos chicos y aunque faltábamos al colegio para ver los Mundiales, aprendimos -y cuánto- de Geografía.
Éramos chicos y encontrábamos, en los pies de Messi, el interés por la gravedad que no había en clase de Física; las preguntas sobre parábolas y movimiento rectilíneo uniforme.
Quizás por eso vimos a Messi el partido entero, aunque vaya 4 a 0 en contra, a cambio de un tiro libre en la medialuna, aunque pegue en la barrera, o una asistencia de primera, aunque no termine en gol, porque nos queda algo de la esperanza, del jugador que corre toda la cancha con la pelota en los pies y del chico que se ilusiona por eso, un frío domingo de junio, como hace 10 junios y durante los junios que quedan, con o sin problemas de conducta ya, pero con cosquillas en la panza porque Messi jugó alrededor del mediodía, quizás por última vez.
Miguel Freidenberg
Twitter: @miguefrei
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