Dicen Canario Luna y Tabaré Cardozo: «el tiempo me enseñó que los traidores, se sientan en la mesa a tu costado». La traición en el fondo es una cuestión de espacio: solo aquel que está cerca del corazón puede traicionarte. El que proponga la reunión con Barzini. El que te venda al ejército romano. El que se vaya de tu club teniendo un principio de idolatría. Despedimos a Canario y Tabaré: «El hombre que te da la puñalada, comparte el pan con estas mismas manos».
En el fútbol argentino —aunque me animaría a decir mundial— la traición es un acto cotidiano. Es solo cuestión de esperar al mercado de pases: un juvenil que se va por la cláusula de rescisión, uno que vuelve del exterior pero se va a otro club y, la peor de todas, uno que se va directamente de tu equipo a otro. Quizás sea la facilidad con la que los hinchas crean ídolos de barro. Te amo, te odio, dame más. Estamos tan pobres de representación que dos gambetas, tres goles o una buena trabada alcanzan para tener un nuevo ídolo.
Y las redes, claro, que todo lo amplifican y lo olvidan. Lo exageran hasta la parodia. La mayoría de las cuentas que cubren clubes podrían ser leídas como una burla de sí mismas. Con la misma facilidad que idolatran a los pocos días putean. Nadie está exento de ser el mejor y un ex jugador con una semana de diferencia. ¿Qué pertenencia reclaman entonces?
Salas, Mastantuono, Barco, Echeverri, Pussetto, Equi Fernández, Braida, Gattoni, Medina, Velasco. En su momento Mauro Zárate, Juan Ramírez, Matías Suárez o Carlos Tévez yéndose a China. Tema del traidor y del héroe. Una cuestión potencial que une todas estas historias: podrías haber sido héroe, podrías haber sido ídolo. Hay algo posmoderno en la creación de traidores. Un elemento que anula la traición: si todos son traidores, entonces nadie lo es.
La palabra traidor proviene del latín traditor: el que entrega o da algo al otro lado. ¿Qué entrega al otro lado un futbolista que se va? ¿Su cuerpo? ¿Sus goles? ¿Sus gambetas? ¿Sus posibilidades de ilusionar a una hinchada? Traidor en latín se forma con el verbo tradere, que significa entregar. De ahí viene su prima traición, pero también algo que parece ir a contramano del traidor: la tradición. La posibilidad de legar algo, de transmitir de generación en generación. Al final de todo quizás sea eso el reclamo a estos futbolistas: tener una pequeña inmortalidad entre manos y rechazarla.
Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci
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