1- El presente del Boca liderado por Juan Román Riquelme como presidente deja un mundo que desear. No gana un torneo de peso desde hace tres años (Argentina no era campeón en Qatar). No gana un partido hace once. Jugó dos partidos por Copa Libertadores en dos años y perdió contra el Alianza Lima de Pipo Gorosito. Los números son peores si uno separara las dos gestiones de Riquelme. Como presidente, no ganó nada y casi ni jugó el certamen continental que lo tiene como una de sus máximas figuras históricas. Pero ni siquiera los números no alcanzan para la debacle: Boca pareciera moverse en el camino disonante del inmodificable fracaso. Todos veíamos que perdía con Atlético Tucumán, sin importar cómo. Pasó. Lo mismo con Huracán. Pasó. No hay número ni estadística que pueda evaluar semejante sensación. 

2- Las discusiones sobre Riquelme se encuentran, para decirlo de una manera fina, complejizadas. Del lado de la vereda macrista aparece una estructura armadora de discursos de asedio estigmatizante para defender valores derechistas, mientras que del otro hay silencio vergonzante o posturas de idolatría en las que Riquelme es un héroe progresista permanente y siempre hay una subtrama con el cual defenderlo. 

3-Las discordias mediáticas vinculadas al entorno de Riquelme y de su sacrosanto “consejo de fútbol” hunden sus raíces en dos elementos principales. Por un lado, el permanente intento gubernamental por instalar las SAD, usando a Boca como ejemplo de despilfarro e ineficiencia de gestión. Por otro, la penetración macrista en determinadas vocerías mediáticas y en el seno del club (en su peor momento, sacó 30%) que agilizan campañas de críticas agigantadas y persecusión. Esto no omite, ni por asomo, todo lo dicho en el punto 1. 

4-Las actuaciones de Riquelme para dar la pelea, si es que la da, dejan mucho que desear. La imagen de Mauricio Serna sentado de manera displicente, confirmando en los medios “una distensión” de Carlos Palacios, desautorizando el enojo del técnico Miguel Angel Russo con el jugador chileno, son propias de un club que quiere entrar con doce jugadores al segundo tiempo y que, cuando se da cuenta, saca al mejor, ruptura de vidrio mediante. Sebastián Battaglia, más rápido de reflejos para declarar que los que tenía para armar sistemas de juego, dijo en la semana que le hubiera “gustado irse como Demichelis en River”. Precisamente ahí está el asunto: el ex central del Bayern Munich se fue mal de River. Muy mal. Le hicieron sostener la vela hasta que el presidente volviera de unas vacaciones y de un día para el otro lo único que pudo negociar es que su hijo siguiera en las inferiores. La imagen de él con una remera de River debajo de un saco elegante, dando la vuelta al estadio con lágrimas en los ojos, es precisamente eso: una imagen. Pero sí Brito y D´onofrio son pícaros para construir hechos visuales de peso (el viejo corriendo en la Bombonera para salvar a sus jugadores, por citar otro), en Boca parece ocurrir lo contrario: si uno no supiera nada, podría pensar tranquilamente que Chicho, Chanchi, el Chavo y la Chilindrina le hacen cama tras cama a Román, y construyen de forma eficiente la imagen de un club vaciado al que debe volver el macrismo. 

5-La cosecha de títulos futboleros de Riquelme, con seis años de gestión, es mejor que la de Angelici, en ocho. El ex Franja Morada obtuvo tres títulos locales, dos Copas Argentina y una Supercopa de menor rango. Román tiene cuatro torneos de Primera División en sus vitrinas (dos “Copas de la Liga”, que son el torneo más importante jugado en tiempo y forma, por lo que deberían oficiar de Liga), una Copa Argentina y una supercopa del Chiqui, Grondona y quien sea. Angelici agarró a su archirrival en la B y uno podría suponer (es contrafáctico) que usufructuó al final de su gestión la concentración internacional de su clásico. Punto para Román. Visto un poco más en perspectiva, si bien el 2025 y el 2024 de Boca no son buenos, en 2023 llegó a la cima del continente, en el 2022 fue bicampeón, en 2021 eliminó dos veces a River y ganó una copa nacional y en 2020 fue también bicampeón. Las cosas, para bien y para mal, con su nombre. 

6- El gran problema de la gestión Riquelme en cuanto al fútbol es la impaciencia por consagrar un modelo futbolístico. Diego Martínez, en tal caso, hizo jugar bien a Boca, le ganó bien a River en un duelo directo y mereció derrotar a Estudiantes en una semifinal hasta el error individual de un jugador. Una serie de Copa Sudamericana en la que tuvo que jugar con diez hombres por la insensatez de su lateral derecho junto con algunos malos resultados aislados, lo condenaron. Un técnico debería poder jugar mal, quizás más de un campeonato, hasta llegar a ser juzgado. Párrafo aparte: la caterva de errores individuales, desde Lema hasta Rojo, pasando por Fabra y compañía, que tuvieron un apoyo innegable por parte del presidente. 

7- Boca (valdría lo mismo para River, pero estamos hablando de Boca) tiene un dilema histórico de difícil solución. El desprestigio del fútbol argentino hace que lo único importante sea ganar la Copa Libertadores. La prueba está en que hace un año y medio el club de la ribera fue a tiempo extra en una final y nadie, ni propios ni ajenos, se acuerda. Pero hay un problema mayor: el carácter férreo, voraz y cambiante del fútbol argentino, junto con un sistema de campeonato que puede lograr que alguien que salió 13° entre 16 clasificados se convierta en campeón, dificulta coronar. Tendrá que lidiar con eso. 

8- El carácter social de Boca, con Román y en detrimento del macrismo, es innegable. Va más allá de ganar una Liga Nacional de Básquet mientras Angelici quería que los que pican pelota naranja jueguen de manera amateur. Se ve en el club. Esa reivindicación popular tiene que ir más a fondo, no caerse: discutir el acceso del socio a la cancha, al club, con el formato que sea, hacer un acercamiento permanente e incuestionable al sector obrero del club. Muy lejos de esto, las SAD no son la salida. Quienes piensan que Boca necesita más presupuesto no ven los números. Quienes piensen en el fútbol brasilero tomen nota de que 14 de 20 equipos son Sociedades sin fines de Lucro. Esta es una lucha política y se la toma como tal. Si Riquelme se queda solo, haciendo un relato sobre sí mismo, eso se reflejará (cómo a veces se refleja) en falta de apoyo. 

9- Riquelme hoy se encuentra en otra situación: debe liderar él el proyecto futbolístico. La última elección del DT no es mala (campeón del 2023, sorpresa del 2025 con un San Lorenzo que no entrenaba y llegó a la semifinal) pero hay que tomar posturas en favor del rumbo sin concesiones ni especulaciones. No se puede incidir y hablar cuando hay buenas y buscar que Gago o algún jugador más sea la cara de las malas.  Eso incluye sacar a los jugadores que no funcionan o jugársela hasta demostrar lo contrario. Russo dirige, Riquelme genera las condiciones y pone la trucha: no habla sólo en el canal oficial, va a donde haya que ir a hacerse cargo de lo malo y trazar una perspectiva. Son momentos, son decisiones: debe consagrarse, más que nunca, como menos malo que los demás. 

10- Nos duele Riquelme. En algunos casos, sencillamente por amor. En otros, porque resulta poco lúcido dejar de inscribirlo en una lucha política determinada, por la apropiación del deporte. Más allá de Riquelme, la pelea por el fútbol es de los pueblos. Ni siquiera me consta qué piensa Román individualmente al respecto. Tampoco me importa. Ningún intento de privatizar por completo el fútbol (tendencia inherente del capital, existente y con resultados, por cierto) ha pasado, pero no por íconos individuales: el fútbol es grande por su gente, desde los trabajadores ferroviarios y de otros rubros que lo popularizaron a principios de siglo, hasta los laburantes que hoy, cobrando en la línea de pobreza, gritan en una tribuna. El que diga que la historia de un pueblo le pertenece a un líder individual, probablemente quiera arrimar agua al molino de ese líder. Movilizar: para exigir a Román, para pelearse contra cualquier robo. No con un signo igual, pero sí con la misma certeza: para el pueblo lo que es del pueblo. 

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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