Di María no es solamente el personaje principal de su propia historia, esa que nos encandila a nosotros día a día como espectadores. También es el guionista de sí mismo. Escribe sus sueños antes de cumplirlos. Porque podría renunciar a presiones por las que nadie le endilgaría reproches. Pero no. Va y lo hace. Siempre lo hace.
Si tiene que destacarse en Europa porque no alcanza con llegar a primera en Argentina, va y lo logra. Si eso no es suficiente y hay que ser MVP de una final de Champions League, no hay drama. Si hay que jugar esa final con otro equipo, cero problema.
Si el universo exige que hay que brillar en finales con la selección, y que no alcanza con una medalla de oro, se las arregla y decide un gol en el Maracaná, en la final de la Copa América. También en Wembley. Lo otro ya lo sabés.
Pero todo eso no conforma. No. No alcanzan ni los más de treinta y cinco torneos, ni la Copa del Mundo, ni el llanto por las finales ganadas que derrotaron a las finales perdidas. Ni la camiseta del Real Madrid, ni haber jugado con Cristiano o Messi o Mbappé, ni quedar entre los mejores jugadores de la selección.
Sigue soñando Di María, como nosotros. Y entonces hay una estadística que, con todo eso, dice que él nunca ganó un clásico. “Ni en sexta”. Y en la misma narrativa su familia acaba de dejar en claro que todo es especial.
Y es en Arroyito y sábado a la tarde-noche. Y él no juega tan bien pero el partido va cero a cero y le queda un tiro libre perfecto que debería patear Malcorra pero cómo lo va a patear Malcorra si está él, y la luz es de él, y la actuación es de él, y el guión es de él, y el telón lo mismo.
-¿Algo más por cumplir?
-Salir campeón con Central.
Si la utopía sirve para caminar, las paredes son útiles para ser rotas.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
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