Notas para diagnosticar. Propuestas para avanzar. Ideas para pensar. Recomendaciones para calmar. Escribe Santiago Núñez.
I
El mal momento futbolístico de River ha dado lugar a una caterva interminable de críticas, análisis, examinaciones y diatribas. Es lógico e inevitable que así sea. Pero tomarse un tiempo para analizar la situación sin estar todo el tiempo alimentando un ruido de fondo, parece un desafío más apasionante, más transformador y más identitario que lanzar ideas en forma de tuits al cielo, con enojos, quejas y demás formatos comunicativos de escasa profundidad. Todo sin salir de la certeza principal: River está mal, muy por debajo de sus posibilidades, sin haber cumplido ni los más mínimos objetivos futbolísticos del año. Los responsables son, en primera instancia, los dirigentes salientes (del mismo color y personal político que los entrantes) y su director técnico, Marcelo Gallardo. Nada de lo que aquí sea dicho refuta la afirmación anterior, aunque no por eso haya que caer en la más cruenta impotencia.
II
River se encuentra transitando el segundo peor momento de los últimos trece años, luego de su paso por la B Nacional. Pocos recuerdan que el trayecto entre el partido con Almirante Brown hasta la consagración en el Torneo Final 2014 tuvo un camino tortuoso: en el Inicial 2013 River quedó 17.º y en 2012, luego de una derrota 1 a 0 frente a Racing, quedó en puestos de descenso directo. Actualmente, el equipo está fuera de Libertadores, con 4 puntos conseguidos de los últimos 24 en juego, sin hacer goles en el último mes (el último contra Talleres, el 18/10). Tuvo una eliminación esperable en el rubro internacional, pero otra sumamente sorpresiva ante Independiente Rivadavia, decimotercero en la tabla anual y 14.º en un grupo de 15 equipos, casi sin patear al arco. A esto se le suman un 2024 sin títulos de relevancia (el único ganado fue de un partido, cuando todavía dirigía el técnico anterior), la derrota en una final ante un rival que peleó el descenso (Talleres, en Asunción), la eliminación con Platense de local y con Atlético Mineiro en las semifinales de la Copa anterior, algo que evitó la invaluable oportunidad de definir una final continental de local. Más allá de que es probable que haya merecido más, también debe marcarse que el equipo quedó afuera del Mundial de Clubes en un grupo en el que era cabeza de serie.
III
Dos elementos agravan el conflicto y generan una euforia pesimista que empeora los resultados negativos. El primero de ellos es la enorme inversión en refuerzos y salarios del plantel. Solamente en pases, el segundo ciclo de Gallardo significó 77 millones de dólares en refuerzos. La relación “inversión-rendimiento” de algunos jugadores llega a lugares literalmente absurdos: Kevin Castaño, 14 millones; Sebastián Driussi, 10 millones; Matías Galarza y Juan Carlos Portillo, 10 millones (en total); Maximiliano Salas, 9,5 millones. El segundo elemento es la ilusión perdida que generó la vuelta de Marcelo Gallardo, quizás el máximo ídolo con vida de la institución, seguro uno de los mejores técnicos de su historia, al menos de los últimos 75 años.

IV
Ni Gallardo ni River lograron forjar una identidad. Tan sencillo y tan complejo como eso. No es ni el equipo de toque rápido y asociaciones del 2014, ni el conjunto rocoso con defensa impasable del 2015, ni la escuadra compacta del 2018, ni la lujosa del 2019 o la sólida del 2021. No es nada. River no junta asociaciones saliendo de atrás, ni tiene a nadie a quien tirarle un pelotazo. Ni logra juntar mayorías en la mitad de la cancha, de tres cuartos a tres cuartos, ni tira buenos centros. Un análisis detallado puede observar que los jugadores de River lo intentan todo sin mucho éxito. No hay una certeza sobre un plan de juego. Ni largo, ni corto, ni defensivo, ni ofensivo. Nadie puede dudar jamás de la capacidad de su entrenador y de la mayoría de sus intérpretes dentro del campo, pero es evidente que Gallardo no logró convencer a nadie sobre lo que tiene que hacer, además de que ninguno muestra mucha rebeldía para hacer algo no planificado. Poner esto en razones esquemáticas es complicado, pero es igual de claro que River acumula muchos jugadores con gloria innegable, pero casi sin aportes futuros (Nacho Fernández , Pity Martínez , Driussi), otros consagrados en sus vidas personales (no necesariamente en River) que no tienen mucho para dar (Borja, Bustos, Paulo Díaz) y jugadores que o no están a la altura de River o el miedo y la presión hicieron que no puedan desplegar por completo sus capacidades (Castaño, Portillo, Galarza, Meza, Salas). Sería muy raro que los jugadores no nombrados puedan desenvolverse bien, sobre todo con varios de ellos con problemas físicos (Quintero, Montiel). Lo mismo valdría para Enzo Pérez, pero éste mostró junto a Armani, Martínez Quarta, y Acuña, que se mantienen en un nivel de regular a bueno. Los momentos lúcidos del equipo (últimas fechas del Apertura, los dos primeros partidos del Mundial de Clubes, 30 minutos contra Inter y, quizás, dos tiempos contra Palmeiras) demuestran tanto la expectante materia prima como la magra cosecha.
V
El equipo de Gallardo no superó la salida de Franco Mastantuono. Aun con discontinuidades, el River que tenía como figura al actual jugador del Real Madrid mostró buen fútbol, sobre todo al final del campeonato pasado (los dos partidos con Independiente del Valle, Boca, Vélez, Barracas, Barcelona de Ecuador). De hecho, un formato tipo liga podría haberlo visto pelear el campeonato hasta la final, junto a Rosario Central y Argentinos Juniors. Con un esquema consolidado, aunque lejos de lo brillante, la salida de su joven estrella le desarmó la generación de fútbol (lo que desnuda en sí mismo el mal armado del plantel). Pero lejos del lamento por una salida arrepentida, la situación deja en evidencia, por lo menos, una mala administración de los recursos.
VI
Desde hace un par de años que River enfrenta un problema, si se quiere, cultural: la sensación de carencia frente a las derrotas en Copa Libertadores. Es cierto que, por ejemplo, la del 2024 era evitable, pero igual de verdadero es que es un torneo traicionero, difícil, que encima hoy encuentra a los equipos brasileños al frente en siete ediciones consecutivas por su poderío económico No es excusa, dirán, y tienen razón, pero construye una lógica que tiende a la disconformidad constante: el desprestigio del fútbol argentino (en el que, dicho sea de paso, River no gana nada de peso desde hace dos años) lleva a una presión por encima de las expectativas, algo que juega negativamente en el club. Vayamos al caso específico: hasta el partido con Palmeiras, River había perdido dos partidos en el año, uno contra el Inter de Milán. Entre la eliminación y lo que vino después, River sumó seis derrotas en ocho encuentros, además de la contienda contra Independiente Rivadavia en la Copa Argentina. Esto no quiere decir que el año anterior a la derrota en cuartos de final del certamen continental haya sido bueno, pero el River “pos-Palmeiras” sacó 4 puntos de 24, algo muy por debajo de lo que venía haciendo. Sin ir más lejos, si sacaba 9 de 24 o 14 de 24 (resultados no tan loco para el equipo de Gallardo hasta septiembre de este año) hubiera clasificado a la Libertadores y hasta conquistado su grupo del torneo local para definir en el Monumental los “mata-mata”.

VII
Es cierto que un mal semestre es algo natural. Igual de certero es que River hace dos años que no encuentra cómo consolidar un rumbo futbolístico (todo el mandato de Gallardo y la última parte de Demichelis, luego de la eliminación con Rosario Central en diciembre de 2023). Es relevante, sin dudas, aunque muy por encima de la vara de otros momentos. Hoy un año de eliminación en cuartos de final o semifinales es “malo”, algo que no necesariamente ocurriría antes, no solo en los momentos más deslucidos. ¿A qué apunta esto? A que River vive, quizás sin darse cuenta, porque varios de los artífices son los mismos, el clásico “después de”. Que River tenga un año saliendo cuarto en la tabla anual y siendo eliminado en cuartos de final de Libertadores es extraño, pero mucho menos común (para River y para cualquier equipo del balompié doméstico) es la media del equipo 2014-2019. No es normal. Establecer el equilibrio luego de eso lleva mucho tiempo, mucho más que cinco años. La camiseta de River, para cualquiera que llegue, pesa proporcionalmente más. La imagen más significativa de esa confusión se dio en el partido con Gimnasia, cuando un grupo del estadio gritó, con más improvisación que planificación, “que se vayan todos”, un día después de que el oficialismo había triunfado en su contienda electoral con más del 60% de los votos.
VIII
Lo dicho en el punto anterior conlleva un cúmulo de teorías extrañas, sin que resulte sorprendente. La más rimbombante de ellas es aquella que dice que “River vive de Madrid”. Marcelo Gallardo se alteró de más en una conferencia de prensa luego de la derrota con el Al Ain; River compitió de manera formidable en la Libertadores 2019, sufriendo contra Boca en la Bombonera, con un desahogo visible; River masticó bronca con Flamengo y con el Boca de Russo, y los ejemplos siguen. Echarle la culpa a una victoria del presente actual equivale a señalar con el dedo a Lionel Messi por la polémica e injusta llegada de Deportivo Madryn a la final del Reducido de la Primera Nacional.

IX
¿Qué hacer? Como siempre: corto y mediano plazo. En el ahora, lo mejor que puede generar Gallardo es combinar al futuro de River (Rivero, Lencina, Acosta, Meza, Ruberto) con la famosa vieja guardia vigente (Enzo, Juan Fer, Montiel, Armani, Martínez Quarta). Algunos jugadores que se encuentran en un intermedio pueden colaborar (Colidio, Acuña), pero hay otros cuya participación en este tramo final puede influir negativamente en River y en sus carreras (Portillo, Galarza, Castaño, Galoppo). Con esta impronta River tiene que ir a hacer el mejor papel posible, con un equipo más sólido y con cierta generación (el ejemplo de los primeros diez minutos con Vélez es el que vale). Una vez finalizada la temporada, con la certeza de saber qué Copa juega, River requiere una limpieza obligada (Borja, Paulo Díaz, Nacho Fernández ,Pity Martínez, Milton Casco), sin ningún reproche e incluso con los reconocimientos pertinentes para quienes han dejado una huella imborrable en nuestro club. Las situaciones de Quintero, Enzo y Armani tienen que tener una evaluación, con peso en las opiniones personales de ellos. A entender de quien escribe, todos deben seguir. Está puesto en tela de juicio que Galarza, Portillo, Castaño, Meza, Galoppo puedan aportar algo que River no consiga en sus divisiones inferiores. No obstante, de seguir, el criterio tiene que ser de igualdad con quienes visten la camiseta de nuestro club desde chicos. En la misma línea, River no puede traer muchos refuerzos. Tres, jóvenes y de calidad, ya que no se puede seguir gastando plata en jugadores que no son más (y a veces hasta son menos) que la cantera. Más fútbol, menos negocio. Hacia el largo plazo, algunas líneas. Un plan de juego que despliegue pragmatismo y variantes, incluyendo pelota parada y en movimiento. Una valoración positiva del fútbol doméstico y de nuestras potenciales victorias en él, sin desprecio. Una preparación que incluya insistir con una idea durante varios partidos, para luego poder evaluar.
X
¿Es con Gallardo? La respuesta es contundente: sí. Primero, porque su capacidad, su convicción y su gloria merecen segundas oportunidades y mucho más también. Segundo, porque terminar de esta manera el ciclo sería un golpe, no solo para él, sino para todo el club. Ahora bien: los márgenes son chicos. Las frases hechas como “River está por encima de los nombres” son palabras al viento, pero sí es cierto que el equipo necesita muestras de peso. Tomar vuelo. Avanzar. No hablamos de Libertadores ni de Sudamericana. Ni siquiera de torneos. Hablamos de mostrar un paso firme. Convencer. El capitán de la tropa, con menos balas, está bien elegido. Tiene que hacer para volver a ser.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez
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