Una final. Una pasión. Un abrazo. Una carta. Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo. Una historia que empieza así.

Nací en 1988 en el sur del Conurbano Bonaerense. Soy de la generación futbolera argentina que no vio a su selección levantar la copa del mundo. Soy de la generación que vive en el barro del presente, ese terreno en disputa, que recibe enseñanzas desde un pedestal del pasado glorioso en busca de ese porvenir tan deseado.

Tengo el cuerpo moretoneado de las finales perdidas que vi por televisión y también de las pérdidas finales que nunca vi en ningún aviso. El fútbol llegó a mi vida de 2 polos. Mi papá me llevaba a la cancha. Él iba más por ritual barrial que por pasión por la pelota. Nunca me enseñó a patear una ni me llevó a una plaza a darle mi vida a la redonda como Calamaro al paraavalanchas en Estadio Azteca. Mi abuelo sí respiraba fútbol desde que se levantaba y ya jubilado se levantaba muy temprano. Por tiempo libre y porque al ser italiano quería enganchar los programas deportivos en vivo en la RAI.

Todo el fanatismo por el fútbol como deporte se lo debo a él. Nunca pude mostrarle nada escrito por mí. Por eso ninguna nota que escribo me conforma. Ni la mejor, ni la peor. Ni la que no lee nadie, ni las 1.251 vistas que tuvo la de Tagliafico. Cambio todas esas miradas por una leída suya. Y no hay un gramo de mentira en lo que digo. Un 9 de julio como hoy compartimos un momento único. Un 9 de julio escribí esta carta que llevaré siempre en mi bolsillo por si tengo la suerte de encontrarte alguna vez. Mi abuelo no era mucho de leer por lo que hagamos de cuenta que lo que sigue a continuación es leído por mí en un porche sin rejas de una casa de Lomas de Zamora.

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Siempre quise escribirte y no para despedirte sino para que sepas lo que iba a decirte si llegaba 5 minutos antes al hospital. Quizás el destino quiso que te escriba y que reflexione sobre tu figura paterna en tu rol de abuelo y lo que significaste para mí. Tengo muchas cosas para decirte pero no te quiero abombar y hoy tuve un día cansador así que no me quiero acostar muy tarde. Recién llego de hacer radio, sí la pasión que vos me trasladaste en épocas de crisis donde no alcanzaba para pagar el cable y las noches eran largas. Hoy me podrías escuchar por internet desde Gorriti y Ángel Vargas y yo sería el tipo más feliz del mundo.

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Después de tu partida te veía en todas partes y una vez vi una foto de Eduardo Galeano, era idéntico a vos. El parecido físico me hizo acercarme a su obra que me iluminó la vida. Partió un 13 de abril, sí un día antes de tu cumpleaños, capaz quería presentarse y festejarlo con vos allá arriba en la mesa de la gente buena. Hay un texto del escritor uruguayo que se llama “Los emigrantes”, deberías leerlo, en una parte dice:

“Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de su río. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua.

No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.

En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.

Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.

Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.”

Vos huiste de la guerra. Por eso los vecinos nunca iban a entender porqué te ponías de la mente con los cohetes en las fiestas, porque lo más cercano que estuvieron a una guerra eran los tiroteos entre La Querandí y Los Mata Tigres en la esquina de casa. No conocen de cuevas y de aviones de guerra escupiendo mísiles sobre los techos de sus casas. Hoy día el barrio cambió muchísimo, los pibes de la esquina ya no te conocen, no saben que a metros de donde paran antes había un kiosco, la panadería de la vuelta cerró y ya no queda nadie de la familia viviendo allá.

Yo me fui a Capital, tenías razón todas las callen nacen en Rivadavia. Me fui al sur de la Ciudad, quería seguir tu camino que fue del sur de Italia al sur de la provincia de Buenos Aires. De Sicilia a Lanús primero, a Lomas después. Siempre viviste en el sur porque fuiste una máquina de escalar contra viento y marea.

Seguro estas esperando que te cuente cosas de fútbol. En la B Nacional hoy conviven Los Andes y Chacarita. Pero tranqui, si hoy tuvieras el kiosco ya no tendrías que cerrarlo cada vez que juegan, hace años ya no hay hinchas visitantes en el ascenso.

Me acuerdo que por el barrio me querías hacer de Los Andes, me llevaste a un entrenamiento y me hiciste acariciar la cabeza por Lorenzo Frutos. Después te rendiste y me trajiste El Gráfico del ascenso de Banfield Campeón en 2001 con previos elogios para Garrafa Sánchez.

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Una tarde recuerdo que me dijiste: “Tenés que ver a un pibe que juega en la Sub 20, Mestri se llama, es bueno en serio”. Sí que tenías ojo para el fútbol, hoy Lionel Mestri es el mejor del mundo y algunos dicen que es el mejor de la historia. Sí ya sé que vos decías que el mejor de todos los tiempos fue Pelé, incluso por encima de Diego. Y dabas fe que te habías rendido ante él la final que les ganó Brasil en el mundial 70 como quien pasa a admirar al adversario luego de sufrirlo. Pasa que Pelé, como Messi, fueron y son grandes futbolistas. Diego es más que un futbolista, es como un mito popular que trasciende al deporte.

Justo me agarras preparando un final de Semiología por eso me voy a hacer el cheto culto por un minuto. Hay un filósofo francés que se llamó Roland Barthes que escribió un libro sobre Mitologías. No, no es el pelado arquero de Francia, ese termina con z el apellido, de ese hablaremos más adelante. Bueno el tipo este dice que “el mito es imperfectible e indiscutible. Ni el tiempo, ni el saber le agregarán nada, tampoco le quitarán nada.” El mito no es necesariamente mentira, ni confesión, solo transforma la historia en naturaleza, sus intenciones están naturalizadas y por ende no hay que explicarlas.

A lo que voy es que por esta figura mítica que traspasa el fútbol perdiste tu batalla en favor de Pelé y por esto mismo yo ni me arrimo a darla con Messi. Pero supongo que querrás saber cosas de tu Italia. Te cuento que el catenaccio ya casi no existe, la última vez que se lo vio con éxito fue el día de aquel abrazo eterno que nos dimos cuando ganaron el mundial 2006. Qué día ese, yo tenía entrada para ver a Intoxicados en Obras y te dije que me quedaba a ver el partido y me iba a volando para que no me agarre la noche en Puente La Noria esperando el 28.

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Pero se hizo largo por el alargue y los penales. Ese domingo de almuerzo familiar uno a uno y una a una se fueron yendo. Quedamos solo vos y yo. Ahora que lo pienso vos ya habías visto a Italia campeona del mundo, si me hablabas de España 1982 y de Paolo Rossi. Pero hoy lo dimensiono y si yo a los 60 años engancho una final de Argentina en un mundial lejos de mi tierra no la querría ver solo. Querría que alguien entienda lo que se está jugando y me acompañe en la alegría y la tristeza. Bueno eso hice yo. Por más que me tiraba más Zidane y el fútbol ofensivo ahí estuve festejando cuando lo echaron al 10. Ahí estuve en cada centro de Pirlo puesto como con la mano y en la pelota parada para empatar el partido y llevarlo al alargue.

Cómo sufrimos con los penales. Vos te tenías fe. Venías dulce de los años de Bianchi en Boca. El Barthez con z no tapó ninguno, David Trezeguet pateó al travesaño y Fabio Grosso liquidó la historia. Nada de llantos hubo. Éramos fríos en esto de demostrar las emociones. Apenas ese largo abrazo del que costó despegarnos. Ni felicitaciones te dije. Me fui para Obras.

Después de ese 2006 el fútbol italiano se cayó a pedazos, yo ya no me levanto más los domingos a ver los partidos por la RAI. Ya no tengo quien me traduzca lo que dicen los relatores y varios canales deportivos pasan sus partidos con relatos en español.

Tu Juventus ganó los últimos 8 Scudettos, ya no juega tu ídolo Alessandro Del Piero, creo que trabaja en el club y no sé qué será de la vida de la Pantera Fabrizio Ravanelli y Gianluca Vialli. Para la próxima sin falta te lo averiguo. Les está costando la Champions. La última vez que la ganaron fue esa que viste vos en el 96. ¿Quienes jugaban arriba? Del Piero, Ravanelli y Vialli. Qué trío ese. No me acuerdo un gol de ellos todo lo que recuerdo eran goles contados por vos del tridente que sale de memoria con apodo, nombre y apellido. Esa final al Ajax también la ganaron por penales. Ahora entiendo más porque estabas tan tranquilo en 2006.

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Te acordás que siempre te preguntaba si alguna vez iba a haber equipos de tu Sicilia en la primera división. Vos me hablabas que el único de una zona cercana que capaz llegaba alguna vez era el Palermo. Bueno llegó nomás y se mantuvo montones de años en Primera. Hoy por problemas de deudas parece que va a tener que arrancar de 0 en la Serie D y cambiar de nombre. Todas estas cosas y muchas más te diría si te viera, antes de decirte lo más importante, que esto que hago de escribir sobre fútbol es gracias a vos.

Si llegaste a esta parte de la carta es porque te encontré. Te vi paseando al perro en el fondo de Gorriti donde ya se asoma la orilla del arroyo. Si estoy leyendo la última oración es porque cruzaste la vereda cuidando de no pisar el verdín, me miraste y la lluvia en mis ojos no pudo apagarme la sonrisa porque solo llegué hasta acá para decirte “¿te acordás esa tarde que salimos campeones del mundo?”.

Lucas Jiménez

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