Hoy cumple 36 años Ezequiel El Pocho Lavezzi. Lo recordamos en sus inicios de ascenso cuando la rompía en el Estadio Ciudad de Caseros y empezaba a mostrar sus primeras locuras fuera de la cancha. Escribe Juan Stanisci.

El Loco camina por la Avenida Urquiza en el centro de Caseros. Los pibes y las pibas que lo ven pasar con su flequillo medio rolinga medio flogger, ni idea tienen que dentro de diez años le estará tirando agua al técnico de la selección argentina durante un partido del Mundial de Brasil y frente a millones de personas; o que sus abdominales y tatuajes serán una cuestión nacional durante junio de 2014.

El Loco hasta hace poco no era El Loco. Allá en su Rosario natal era y todavía es El Pocho. Pero ni bien llegó a Caseros la gente de Estudiantes lo bautizó Loco. Y durante toda la temporada 2003/2004 fue El Loco Lavezzi.

Había llegado libre de Boca. Antes su querido Rosario Central le cerró las puertas. Entonces pensó en colgar los botines y dedicarse a otra cosa. Volvió a su pueblo y empezó a laburar con el hermano como electricista. Los fines de semana jugaba en Coronel Aguirre. Le ofrecieron ir a Newell’s sin prueba, pero su sangre canalla pudo más. Y en eso llegó Estudiantes de Caseros.

De Villa Gobernador Gálvez a una pensión en San Telmo. Se iba a Constitución y de ahí en subte a Retiro. Si entrenaban en la cancha de Estudiantes bajaba en Caseros, sino seguía hasta Hurlingham. Así todos los fines de semana el Loco bajaba del tren, agarraba Belgrano hasta Urquiza y de ahí le pegaba derecho hasta la cancha. Venía sin tatuajes y con un bolso lleno de goles y gambetas.

El Loco llegó a Caseros para jugar en inferiores. En solamente cuatro partidos lo subieron a primera.  Una mañana entrenando se le acercó El Negro Rodríguez, el técnico de Estudiantes, y le dijo que ese fin de semana iba a debutar. Fue contra Platense en el estadio Ciudad de Caseros. El Loco, que antes y después sería el Pocho, entró con la 16 y en un par de gambetas le cambió la cara a un equipo que venía flotando en la mitad de la cancha. En el barrio de Caseros volvía la esperanza.

El Loco no era solamente un apodo. Era una forma de vida. Esa forma de ver y sentir el fútbol que no había sido compatible con Jorge Griffa en Boca, y por lo cual lo dejaron libre. Una tarde Blas Armando Giunta, el técnico con el que explotó, estaba por dar la charla técnica. La charla no arrancaba y los jugadores se miraban entre sí «¿Dónde está El Loco?», preguntó Giunta. Como nadie respondió mandó al utilero, el Parche Velázquez a buscarlo. No lo veía por ningún lado. Entonces escuchó el ruido de una moto dando vueltas por adentro del predio. El Loco le había robado la motito al masajista y andaba paseando por las instalaciones del Cedem, el predio de la Municipalidad de Caseros que Estudiantes usaba para entrenar. «¡Parche anda a sacarle la moto porque si voy yo no juega nunca más!», le gritaba Giunta al utilero. El Loco no se quería bajar. «¿Cómo que no te vas a bajar? ¡Dale que nos van a echar a todos!», le gritaba el Parche. Finalmente el Loco Lavezzi dejó la motito y fue a la charla técnica donde hasta el propio Giunta se reía.

En el apertura 2003 entraba los segundos tiempos, Giunta le decía que estuviera tranquilo, que con una buena pretemporada al año siguiente sería titular. Y así fue. El Clausura 2004 fue la explosión del Loco. Doce goles en veintiún partidos. Junto con Daniel Vega armaron una dupla de ataque que volvía locas a las defensas. En el banco esperaba un más joven todavía Pablo Mouche. De la mano del Loco, que antes fue y después sería El Pocho, Estudiantes peleó el campeonato hasta la última fecha.

Sobre el final del último campeonato que El Loco paseó su magia por Caseros le tocó viajar a Génova para hacerse una revisación médica. Lo había comprado el Genoa. El fin de semana jugó contra Platense, terminó el partido y viajó. Tenía que estar de vuelta en Buenos Aires el sábado por la madrugada, pero un banco de niebla en Ezeiza obligó al avión a aterrizar en Montevideo. En la concentración de Estudiantes lo esperaban, aunque sabían que era prácticamente imposible que llegue al partido.

El avión aterrizó a las dos de la tarde y al Loco lo llevaron directamente a la cancha de Brown de Adrogué. Llegó vestido de traje y con más de veinte horas de viaje encima. Giunta le preguntó cómo estaba y si quería ir al banco. El Loco le respondió que quería jugar. Pero que primero necesitaba comer. «Quiero un chori y una coca», dijo el pequeño Loco. Faltaban veinte minutos para el partido. El Parche Velázquez salió, compró un choripán entre los hinchas de Brown de Adrogué y volvió. El Loco Lavezzi almorzó, jugó e hizo el gol de emboquillada con el que Estudiantes le ganó a Brown de Adrogué.

De la mano del Loco, Estudiantes terminó a tres puntos del campeón: Sarmiento de Junín. De ahí lo que todo el mundo sabe. San Lorenzo, Nápoli, Selección Argentina, PSG y China. Pero eso es otra historia.

Juan Stanisci

Twitter: @JuanStanisci

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