Brian Castaño tuvo anoche la pelea de su vida. No quedan dudas que en cualquier otro país hubiera sido el ganador. Historia del boxeador matancero que peleó como un verdadero campeón. Escribe Juan Stanisci.
El padre levanta a su hijo a upa. Corre las cuerdas y lo para adentro del ring. Carlos, ex boxeador profesional, no lo sabe pero está frente a un instante fundacional: Brian Castaño se sube por primera vez a su lugar en el mundo.
Todo comenzó en el gimnasio de la Sociedad de Fomento de Villa Alida, en el partido de La Matanza. Ahí empezó a boxear y jugar al fútbol. A los once años hizo su primer exhibición. El tiempo lo decantó por los guantes. No salía, no iba a bailar. Se dedicaba al entrenamiento. A los catorce sacó su licencia como amateur. Siempre viviendo en Isidro Casanova.
“Me crié medio indio. Me gustaban las piñas. Siempre soñé con ser campeón mundial. “¿Te imaginás, ser como mi papá?”, me decía”. A los 23 años debutó como profesional. Para llegar a la histórica pelea de ayer tuvo 17 combates. Todavía no conoce la derrota. Aunque no tiene miedo de eso. Su mayor temor pasa por su propia cabeza. “La cabeza es terrible: te puede jugar a favor y también en contra. Siempre me hago preguntas. Tengo miedo de defraudar a la gente. El miedo no es a perder, sino a decepcionar a mi gente”.
La preparación de la pelea contra Charlo fue también un salto en su exposición mediática. Castaño era conocido en el ambiente del boxeo, pero en la lengua popular su nombre no. Andres Mooney, periodista especializado en Boxeo y director del portal (que recomendamos mucho) A la vera del ring, nos cuenta qué posición ocupa Brian Castaño en el boxeo nacional. “Castaño es el mejor boxeador del país, por lejos. Porque se entrena y compite en el primer nivel, desde hace rato. Es el gran nombre que hoy tiene nuestro deporte. Y, como lo fueron Maidana, Maravilla o Matthysse hace unos años, es un faro para los boxeadores más jóvenes.”
Se entrenó durante cuatro meses en Los Ángeles. Eso es lo que más le duele de las preparaciones para estos combates. “Siempre se ven los triunfos. Pero para llegar se sufre mucho. Uno se va dos o tres meses afuera a prepararse. Me privo de mi familia, de mi gente”. Aunque los años le han permitido no estar solo. Su padre y entrenador es fija, junto con su hermano también boxeador profesional y sparring para esta pelea. Castaño logró armar una sucursal de La Matanza en Los Ángeles, ya que, además de su esposa, viajaron varios amigos en la última semana.
La pelea contra Charlo fue la más importante de su carrera, pero ¿Qué lugar ocupó en la historia moderna de nuestro boxeo? Lo responde nuevamente Andrés Mooney: “Tiene el tamaño que tuvieron Matthysse-Danny García, Maidana-Adrien Broner y Martínez-Kelly Pavlik o Paul Williams. No llega a Matthysse-Pacquiao, Maidana-Mayweather ni a Martínez-Cotto, porque Charlo no es –al menos, todavía- una estrella del boxeo: es un gran boxeador que, para ser considerado figura, aún debe superar algunas pruebas.”

“Si tengo que pelear, peleo; si tengo que boxear, boxeo. Intento ser completo, veloz, explosivo. Obviamente que las peleas no siempre salen como uno quiere. No soy noqueador nato, pero tengo mano pesada. Entonces, hago un trabajo de demolición. Intento demoler de a poquito, física y psicológicamente”, se definió a sí mismo. Adapta su forma de pelear según quien esté enfrente.
Anoche en San Antonio, Castaño priorizó la calidad por sobre la cantidad. A diferencia de otras peleas, donde ha llegado a sacar más de mil golpes en total, prefirió pegar poco pero pegar bien. Y dominar el ring. Jermell Charlo, a excepción de algunos golpes sueltos pero bien conectados, nunca pudo tener el control de la pelea. Siempre se movieron según la conveniencia y el plan de los Castaño.
El Boxi logró dominar durante gran parte de la pelea, a uno boxeador de tremenda calidad. “Es el n°1 de la división y lo demostró con triunfos frente a los mejores de la categoría-Tony Harrison, Jeison Rosario, Erickson Lubin, etc.-. No es un campeón inventado: sus campeonatos mundiales los tiene bien merecidos”, lo define Andrés Mooney. Charlo contó con la ventaja de ser absolutamente local. San Antonio está dentro del estado de Houston, del que él es oriundo. Aunque Castaño contó con un apoyo espiritual: la pelea se realizó en el estadio de San Antonio Spurs, la casa de Manu Ginobilli. La camiseta número 20 del ex basquetbolista permanece colgada en el estadio.
Para quienes no son frecuentes espectadores de boxeo, suele ser difícil comprender por qué en una misma categoría hay diferentes campeones mundiales. En este caso el ganador hubiera unificado cuatro cinturones. “Castaño es campeón de la OMB y Charlo, de las tres organizaciones restantes: AMB, CMB y FIB. Los dos expusieron sus cinturones. Como hay cuatro organismos –no es como en el fútbol, que hay una sola FIFA-, se pretende ser campeón de los cuatro. Cuando se enfrentan dos campeones y exponen sus títulos, se llama unificar títulos”, explica Mooney.

“Es la pelea de mi vida y quisiera prolongar los festejos que el país tuvo con la conquista del seleccionado de fútbol y de Messi», había declarado Castaño antes de la pelea. Peleó de esa manera, sabiendo que era su gran chance. De doce rounds ganó más de la mitad por lo menos (hay quienes le dan ocho ganados). Solo perdió con claridad el segundo y el décimo. El round número 10 fue el único donde Castaño descansó y cambió el aire. Es muy complejo mantener el mismo ritmo durante los 12 rounds, Castaño lo logró en la mayoría.
Para la historia quedará el invento en la tarjeta de Nelson Vázquez. En un fallo con mirada localista, podía pensarse en que le dieran a Charlo la victoria. Pero jamás con una diferencia de seis puntos, eso fue ficción pura inventada por Vázquez que anoche en redes sociales era comparado con el ex árbitro mexicano Codesal. Lo concreto es que Castaño retuvo su título, mantuvo su invicto y salió mejor parado por la gran imagen que dio durante la pelea. Seguramente tendrá otras y mejores oportunidades para coronarse como lo que es: un verdadero campeón.
Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci
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