Hoy se cumplen 50 años de la final de básquet de los Juegos Olímpicos de Munich 1972 entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Un partido donde había mucho en juego y que estuvo cargado de polémicas con un cronometrador suizo que sería muy conocido en el futuro. Escribe Daniel Reinoso.
Las dos potencias mundiales EE.UU y la URSS lejos de un gesto de solidaridad hacia los mártires judíos asesinados, continuaron en los Juegos. Ninguno de los países dio el brazo a torcer, el que abandonaba perdía “poder”. La superioridad deportiva demostrada por ambas potencias en básquetbol, quedó evidenciada en la lógica de una final. EEUU vs URSS, por el oro olímpico.
El día 9 de septiembre de 1972 quedó en la memoria de quienes asistieron a la gran final. Los EEUU, invicto en todas sus participaciones olímpicas – Siete Medallas de Oro y 62 victorias consecutivas – enfrentaría a la entonces poderosa URSS. La guerra fría ahora en el deporte. Nadie se equivocó, si pensó que iba a ser una “guerra”.
El partido se disputó con un juego táctico y lento, agotando todas las posesiones, al final del primer tiempo la URSS ganaba (26-21). En la segunda etapa y a tres segundos del final y con un marcador 49-48 para los soviéticos, una magistral jugada de Doug Collins (EEUU), fue frenada con fuerte falta quedando en el piso inconsciente.

Los tres segundos más largos y más emocionantes en la historia del baloncesto olímpico daban inicio. Collins anotó el primer tiro libre empatando el juego en 49.
Y aquí se inicia la polémica, en el intervalo antes del segundo tiro libre, que también anotó y puso 50 – 49 a favor del conjunto americano, el entrenador de la URSS pidió un minuto que no se escuchó por el bullicio de la gente.
Un fallo técnico en los relojes que no hizo sonar la “chicharra”. Los jugadores de la URSS sacaron del fondo a indicación del árbitro búlgaro y no anotaron, pero el otro juez, el brasileño Renato Righetto se había percatado del pedido del entrenador soviético y detuvo el juego. Los norteamericanos pensaron que ya eran campeones.
Después de una serie de protestas y reclamos, se repitió la jugada, pero con un nuevo y tremendo error de la mesa de control que no había recuperado los tres segundos mencionados.
La URSS no anotó y por segunda vez los norteamericanos se vieron campeones. Esta vez la celebración fue con invasión de cancha.Los soviéticos eran todo nervios, protestaron al borde de la agresión.
Era tal la confusión que debió intervenir el secretario de la FIBA, el británico R. William Jones. Y ordenó a la mesa que debía repetirse una vez más la jugada final y esta vez con el reloj retrasado de nuevo hasta los tres segundos.
La inusitada intervención de Jones no tenía lógica en ningún reglamento, pues son los árbitros y los cronometristas quienes debían tomar una decisión, pero el hombre con más poder de la FIBA, se impuso. Los norteamericanos se quejaban de que estaban siendo perjudicados.
Tras las discusiones y amague de retirada por parte de los EEUU, se pudo reanudar la final. En el tercer intento, otra vez con 3 segundos en disputa, surgió una acción espectacular: Ivan Edeshko con un saque largo envió la bola a la zona blanca estadounidense, donde Sasha Belov – el mejor jugador Soviético – pese a la oposición de dos defensores, consiguió hacerse con el balón y anotar el 51-50 definitivo. Increíble.
El escándalo se repitió, los norteamericanos protestaron lo que consideraban una injusticia. El reclamo final de Estados Unidos acabó siendo desestimado por un jurado de cinco miembros que votaron a favor de la URSS 3 a 2. El oro quedaba para los soviéticos.
EEUU no reconoció la derrota y no ocupó lugar en el podio. El enojo estadounidense fue mayúsculo y los jugadores se negaron a acudir a la ceremonia a recibir las medallas.La URSS se llevó el oro y Cuba el bronce. El escalón con el número dos quedó vacío.

Las medallas de plata nunca se retiraron y durante años se creyó que se conservaban en una caja fuerte de la sede del COI, después de muchas investigaciones por parte de la prensa de EEUU demostraron, años después que nadie sabe dónde se encuentran.
Y para que este suceso tuviera un ingrediente más. ¿Quién manejaba el reloj del control? Investigaciones realizadas por un historiador español indican que el cronometrador de la gran final, era nada más y nada menos que Joseph Blatter. Por entonces un joven ciudadano suizo de 36 años que trabajaba para la marca de relojes Longines y colaboraba en la organización de los Juegos de Múnich.

Blatter hacia sus primeras apariciones en el mundo del deporte, llegó a ser presidente de la FIFA, cargo que dejo por estar involucrado en muchos hechos de corrupción.
Daniel Alberto Reinoso (Facebook)
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