¿Querés conocer dónde se hacen las medallas y se restaura La Copa? Por primera vez, un medio argentino ingresó al laboratorio donde se diseñó y creó el trofeo más conocido y prestigioso del planeta: la copa del mundo de la FIFA. Escribe Federico Raggio.
Finalmente se alinearon el día, las horas y los minutos. Luego de recorrer varios kilómetros ya estamos en Paderno Dugnano, en las afueras de Milán, casi donde comienza la Brianza, una zona de la región de Lombardía que se caracteriza por los establecimientos fabriles, que de alguna manera nos hace recordar a los parques industriales del Gran Buenos Aires. Mientras viajábamos por la ruta sólo pensábamos –tras varios días de incertidumbre, llamadas, negociaciones y algo de fortuna- en poder arribar sin contratiempos al interior de uno de los recintos donde descansan algunas de las esculturas que condensan el esfuerzo y los sueños de los deportistas, esas que aparecen en la última escena del último acto.
¡Al fin llegamos!
Diez minutos antes. La dirección parece la correcta pero no hay una referencia clara que nos guíe hacia la entrada. Ponemos todas nuestras esperanzas en encontrar la puerta. ¿Será cuestión de hacer otra llamada? Más tarde entenderemos el porqué de tanto misterio.
Al mismo tiempo se repite una secuencia habitual en esta parte del norte de Italia. Las interminables cuadras están desiertas cuando son las 10 de la mañana porque la mayoría entró bien temprano a su lugar de trabajo. No son más de tres los operarios que descargan algo desde un camión cuando se nos hace presente un recuerdo apenas finaliza de lloviznar.

Un rumor nos trae de nuevo a la realidad. Se siente a lo lejos un vehículo que acelera por la Via Ezio Vanoni. Pocos segundos más y del auto baja Valentina Losa, propietaria de la GDE Bertoni, una empresa que defiende con orgullo el famoso “Made in Italy” en este mundo globalizado. Después del saludo, nos señalan un portón en el que no habíamos reparado.
Otro minuto y estamos subiendo unos escalones y traspasando un pasillo largo. Una plaqueta conmemorativa indica que allí se realizaron las medallas de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. Al final del pasillo se ve una luz. Como al entrar en otras pequeñas fábricas italianas, se respira el corazón pulsante del artigianato italiano: no hay lujos y se respira un cierto aire familiar. Desde las puertas hasta el mobiliario tienen sus buenos años. Sin embargo, no hay necesidad de aparentar una opulencia artificial.
Al ingresar a la sala iluminada desde los cuatro costados nuestros ojos son acribillados por imágenes que quedarán grabadas en las retinas. Se pierden en varios de los trofeos más famosos del deporte. Y buscan al más importante del planeta-fútbol. Todos lo vimos alguna vez por tele luego de cada final; pero casi nadie estuvo remotamente cerca de donde lo crearon.

Hace meses que no dan notas y tal vez seamos el último medio de todo el planeta que haya visitado la GDE Bertoni, la empresa productora de trofeos y medallas más prestigiosa del mundo, justo antes del comienzo del Mundial de Catar 2022. Antes de introducirnos, nos hicieron un único pedido: no movilizar equipo de filmación.
El concurso internacional de la FIFA
Brasil se acaba de adjudicar su tercera copa del mundo en la final de México ’70 luego de vapulear a Italia y se queda en posesión de la Jules Rimet, tal como lo había establecido la FIFA. Meses después, el máximo organismo del fútbol anuncia un concurso internacional para la creación del trofeo que reemplazaría a la obra del orfebre francés Abel Lafleur, que representaba a Niké, la diosa griega de la victoria.
En la patria derrotada por los cracks de la Verdeamarelha, Silvio Gazzaniga, un escultor milanés, se encierra por días en su estudio. Es el director creativo de la Bertoni, que en aquella época se especializaba no sólo en la realización de trofeos y medallas, también producían placas y carteles. La carta de presentación de la empresa milanesa fueron los Juegos Olímpicos de Roma 1960. El encargo: la elaboración de las medallas de premiación del evento. Por otro lado, en la Bertoni se había diseñado la Copa Intercontinental, aquella que levantaron varios clubes argentinos antes que el fútbol fuera devorado por la globalización.

El 5 de abril de 1971 una comisión especialmente constituida para seleccionar a uno de los 53 diseños presentados elige el trabajo de Gazzaniga: dos atletas que sostienen en sus brazos un globo terráqueo. Una imagen atractiva para la televisión. Compuesta por 5 kilos de oro de 18 kilates (que significan poco más del 80 por ciento del peso total), se la verá por primera vez tres años después. Franz Beckenbauer, capitán del seleccionado alemán, la levantará ante su público luego de la victoria frente a la Holanda de Johan Cruyff. De aquel momento en adelante se convertirá en símbolo de los mundiales.
Luego, Gazzaniga diseñará en su estudio la Copa UEFA (actual Europa League) y la Supercopa Europea. A su vez, la Bertoni recibirá encargos de los máximos organismos que rigen diversos deportes: la FIVB (Federación Internacional de Voleibol), la FIBA (Federación Internacional de Baloncesto), el World Athletics (anteriormente conocida como IAAF, en español, Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) y el COI (Comité Olímpico Internacional).

Hace pocos días, el 31 de octubre, se cumplieron 6 años del fallecimiento de Gazzaniga cuando tenía 95 años. Dejó un legado inconmensurable que podemos sintetizar en 36 centímetros de altura y de 6 kilos de gloria deportiva –como expresó el periodista Giovanni Arpino- “capaces de desatar en los campos de juego las más grandes rabias y los estilos de juego más eficaces”.
Un laboratorio artesanal
Antes de que Valentina Losa nos comience a hablar sobre algunos de los trofeos expuestos en el showroom, pide disculpas por la demora. A continuación, se acomoda y nos cuenta que en la Bertoni trabajan de 8 a 14 personas, según el período y la carga de trabajo.
“Los operarios tienen una formación mecánica o galvánica pero, fundamentalmente, al no ser un trabajo común, nosotros tratamos de formarlos internamente porque no existe una persona que llega acá y sabe hacer esto, porque es un trabajo mecánico, ‘clásico’, tenemos tornos manuales; pero también es un trabajo artesanal, que conserva un ‘ojo artístico’, entonces la formación de base es mecánica pero después nuestros empleados se adiestran en la empresa, no hay una escuela que te prepara para venir acá”, explica la emprendedora de 43 años, quien se hizo cargo de la Bertoni en 2010 cuando murió su padre, Giorgio Losa. Él logró que la empresa se especializara en la producción de trofeos y condecoraciones para los grandes eventos deportivos. Mientras que el nonno, Eugenio Losa, tuvo el ojo clínico de contratar a Gazzaniga.

–Ustedes son verdaderamente una “isla”. Fuera de Italia, ¿cuántas empresas importantes del rubro hay en el mundo?
–En total seremos unas cinco en todo el mundo. Por otro lado, las otras empresas no se concentran sólo en los deportes. Hay una Inglaterra y había otra en Suiza que ahora se trasladó a la India. Algunos de sus clientes pasaron a nosotros porque no estaban contentos con la calidad de ciertos trabajos que encargaron.
–¿Qué tipos de trabajos hacen para la FIFA y la UEFA?
–Para la FIFA hacemos todas las medallas de sus competiciones, una serie de trofeos y medallas entre los cuales está la copa del mundo; para la UEFA también hacemos las medallas y reproducciones de las copas de los campeonatos más importantes: Champions League, Europa League, Supercopa, Nations League, hasta la Eurocopa de Naciones, etc. Además, trabajamos para la Federación Italiana de Fútbol (FIGC, por su sigla en italiano), la Confederación Africana de Fútbol (CAF) y para diferentes federaciones asiáticas como la Liga de Fútbol de Catar y también realizamos el trofeo de la Copa de Naciones del Golfo, entre tantos más.

–Entonces acá se realiza también la puesta a punto de la Champions League y otros trofeos además de la restauración de la copa del mundo…
–Sí, la restauramos acá, así como la Eurocopa. También nos encargamos de la Europa League (ex Copa UEFA) y la Supercopa Europea, aunque esas las diseñamos nosotros. También hicimos la vieja Copa Intercontinental ¡Son tantas que a veces me olvido! Cada tanto, cuando veo las premiaciones, me doy cuenta y pienso “esa también la hicimos nosotros”.
–Ahora que viene la copa del mundo, ¿cuáles fueron los trabajos que les encargaron para el torneo?
–Estamos produciendo todas las medallas y la copa –que será para el próximo mundial-. Son medallas de participación y varias placas, que son cosas que se entregarán a los planteles y federaciones participantes. Es un encargo bastante importante y estamos a punto de entregarlas. Son casi 6 mil entre medallas de participación y de premiación.
–¿Más o menos en qué época del año les toca realizar la restauración de la copa del mundo luego de cada campeonato?
–Depende, porque como el mundial termina generalmente en julio, esto puede suceder en septiembre, aunque depende mucho de cuánto tiempo las federaciones vencedoras tienen la copa, porque a veces la tienen un par de meses o incluso sólo dos semanas. Este año no lo sabemos con tanta anticipación, además de que ahora se juega entre noviembre y diciembre. Cuando apenas nos comunican que la vamos a recibir, nos preparamos porque tener la copa del mundo acá es toda una responsabilidad…

–Además por el tema de la seguridad…
–Sí, tratamos de tenerla lo menos posible… y no sólo pedimos que se aumente la prima de la aseguración, también tenemos guardias de seguridad que permanecen acá mientras la conservamos en nuestras instalaciones. La última vez que vi la copa fue en Zurich un mes atrás. La que tenemos acá en el showroom es la única réplica autorizada por la FIFA, que tiene el mismo tamaño de la copa oficial. Las que se le entregan a cada federación son de un tamaño un poco menor y se producen con una aleación de cobre y zinc, pero van bañadas en oro.
Aunque se podría creer que Valentina Losa tuvo que asumir sus responsabilidades al frente de la Bertoni con una cierta naturalidad –era la hija del jefe-, los comienzos fueron un tanto difíciles: “Fue bastante duro. Yo no trabajaba acá. Tenía 30 años y estaba embarazada de mi tercera hija. Mi hermana tenía 15 años y mi hermano no estaba interesado en el tema. En resumen, fue complicado porque al inicio había un poco de machismo en este campo. Por otro lado, cuando arribé estaba claro que era la hija del capo, con todo lo que eso significa…”. Además, reconoce que le costó adecuarse a gestionar una empresa de este calibre.
Poco a poco fue cambiando a los empleados: “Algunos permanecieron, otros se jubilaron y a otros los despedí por ciertas diferencias. Quise efectuar un cambio de dirección en la Bertoni”. Cuenta que el promedio de edad se fue bajando y que hasta hace poco ella era la más joven en la azienda (empresa). “Ahora tenemos más chicos y es fundamental que ellos continúen porque de otra manera ‘esto’ se pierde”.“Esto”, que podríamos sintetizar como la tradición del artesanato italiano, implica un saber-hacer. Se invierten los roles y Losa pregunta si queremos entrar a la planta para ver cómo trabajan los artigiani de la Bertoni.
Chi sa fare, sa apprezzare…
Mientras bajamos las escaleras distinguimos en unas mesadas varias Coppa Italia y una Finalissima a la que le falta la base. A fin de cuentas estamos en una fábrica, una que no es tan típica, y en donde la producción es diferente porque aquí hay operarios-artesanos.
Y mientras descendemos cada escalón, llama la atención la cantidad de maquinaria, herramientas y cajas desperdigadas en cada sector como si estuvieran dispuestas mediante un desorden claramente planificado.

Cuando ya alcanzamos la mitad de la escalera pienso -digámoslo así- que es raro estar acá; sobre todo si uno no forma parte del star system, ese que apenas conoce el catálogo de excusas y que posee los contactos justos. En estas épocas difíciles para el oficio periodístico, donde mandan los algoritmos o los clics, también hay momentos que pueden ser gratificantes, en especial cuando se tiene la fortuna de ingresar a un sitio como este después de tantos portazos en la cara.
Salvatore Iannetti es el responsable de la producción y comenzó a trabajar en la empresa en 2014. De 53 años, a pesar de que no los aparenta, es -como no podría ser de otra manera- amante del deporte más popular del mundo como tantos aquí. Además, es tifoso del Milan y habla, como muchos italianos, con las manos: gesticula cada vez que intenta explicar alguna de las labores que se efectúan en la fábrica.
Comenta que hay un buen intercambio de ideas y trabajo, aunque cada operario-artesano se encuentre inmiscuido en su tarea en este momento. Son pocos y se nota el buen trato, casi familiar, entre ellos. Asimismo, confiesa que es un orgullo trabajar en una empresa de punta de la industria italiana y, en particular, en una que tiene un valor agregado importantísimo, ya sea porque es una azienda familiare, o bien porque los trabajadores son fieles exponentes del llamado “artigianato”, que todavía sobrevive a la producción en serie. Nos explica que los objetos que se realizan en la Bertoni son únicos: cada uno debe tener su forma y grabado particulares.

–Nos contaron que casi todos los empleados provienen del campo de la mecánica…
–Exacto, sólo que la mecánica es bastante genérica. Luego, la formación verdadera y propia la hacés al interior de la empresa, sobre el campo, porque esta es una fábrica artesanal. Por lo tanto, nosotros logramos, con nuestra experiencia, transmitirle a los jóvenes –y también es algo que sucede entre nosotros- las dinámicas justas. Las elaboraciones particulares que logramos aplicar a cualquier objeto, que además son muy diferentes también por los materiales que trabajamos, requieren que trabajemos con una particular atención.
–¿Con qué materiales trabajan principalmente?
–A ver, principalmente utilizamos el latón, que es una aleación de cobre y zinc. Después usamos materiales nobles como el oro, la plata o el bronce. Algunas veces usamos también el plexiglás o la madera.
–Cada cuatro años, cuando reciben la copa, ¿cómo se efectúa la restauración?
–Antes que nada, se trata de tomar la copa y entender en qué parte hay algo “que no va”. Entonces, no es que es una restauración “aleatoria”, es un tipo de recuperación-renovación muy particular sobre los elementos del trofeo que se deterioraron en modo irremediable, o sobre aquellos que tengan un menor grado de deterioro. Por lo tanto, nosotros vamos a intervenir sobre cualquier aspecto de la copa que tenga que restaurarse.
–¿Cuáles serían estos elementos?
–Un elemento que es muy frágil, por ejemplo, es la base, que está realizada en malaquita, que es una piedra semipreciosa. Hay que estar muy atentos cuando se desmonta y se vuelve a armar la copa porque aunque es muy linda para ver, es –al mismo tiempo- muy delicada.
–Además, los jugadores se emocionan…
–¡Cierto! Los jugadores se entusiasman y la zarandean para cualquier lado. Con frecuencia sucede, sobre todo en la base, así como en otras partes, que termine con diversos tipos de daños. Nosotros somos amantes del calcio, así que los entendemos… porque también nos emocionamos cada vez que nos toca devolverle el brillo a la copa con nuestras manos…
Cuenta que la restauración se realiza con máquinas y herramientas adecuadas y que para eso utilizan desde tornos y limas hasta soldadoras. Luego, el objeto pasa a través de un tratamiento químico donde se le devuelve el esplendor.
Alguien, en medio del murmullo de máquinas e instrumentos varios, llama a Salvatore, que pide un momento. Convoca a Pietro (49 años), que es el trabajador más antiguo de la Bertoni. “No es de hablar tanto eh”, nos advierte y sonríe. Se presenta con un delantal azul marino y es también milanista, aunque aclara que no es fanático del calcio como se podría presumir.
–Así que vos sos el operario más antiguo acá…
–Sí, entré en octubre del ‘98. En pocas palabras, son tantos años que estoy en la azienda. Incluso, trabajé con mi mamá acá, cuando ella era operaria. En aquella época las mujeres trabajaban también en mecánica y en el galvanizado, no había diferencias de sexo. Ella me enseñó a soldar, antes de jubilarse. Por mi formación soy especialista en procesos de galvanizado, inclusive tengo una licencia para trabajar con cianuros, y me encargo de eso acá; pero también laburo en la parte mecánica, así que me las arreglo tanto con el galvanizado como con la mecánica.
–¿Hay medidas de seguridad particulares?
–Absolutamente. Debemos tener siempre las protecciones porque usamos sustancias muy peligrosas, porque además del cianuro tenemos ácidos muy nocivos, como el sulfúrico, el nítrico o el clorhídrico, que son sustancias muy muy tóxicas y -sobre todo- peligrosas a nivel cutáneo y respiratorio. Y en los trabajos mecánicos es necesario usar anteojos protectores, guantes, etc.

Cuando le nombramos a Silvio Gazzaniga, los ojos se le iluminan. “Me enseñó tanto. Cuando él trabajaba, notabas que era alguien que era capaz de ver el trabajo terminado antes de que lo finalizáramos. Por eso, algunas veces nos daba las indicaciones para hacerlo de determinada manera. Los trofeos los proyectaba de manera artesanal, sabía cómo se iban a realizar y cómo se verían finalizados. Cada parte de un trofeo se efectuaba de manera separada, para optimizar la elaboración. Y aunque nos daba determinadas directivas, sabía escuchar si nosotros ‘la veíamos’ de manera diferente”. Las palabras de Pietro podemos resumirlas en lo que expresó el gran escultor milanés sobre la copa del mundo en una entrevista: “Michelangelo decía que el David ya existía en el mármol, que sólo había que sacar lo que sobraba. Yo, seguramente no tan talentoso como él, sólo seguí ese procedimiento creativo”.
–¿Qué sentís cuando tocás la copa? Porque sólo la pueden tocar los jugadores que salen campeones del mundo o los jefes de estado, además de ustedes…
–Es una grandissima emoción. Saber que el trofeo pueda ser levantado por un jugador famoso, y que antes pasó por nuestras manos, que la desmontamos y revisamos cada centímetro de ella. Y a mí me tocaron varios mundiales ya, desde el ‘98… además, el que vence la copa –en mi opinión- no se va a fijar en esos detalles como los vemos nosotros: Chi sa fare, sa apprezzare… (“quien sabe hacer, sabe apreciar”).

Pietro presenta a Marco: “Este es mi scagnozzo”, dice, que podríamos traducir –en este caso- como “este es mi pollo”. Es uno de los operarios más jóvenes. Tiene apenas 24 años y lleva una cadenita con los colores de la Juve. Al inicio se demuestra un tanto nervioso y nos pide disculpas, hasta que se suelta y habla sin parar.
–¿Hace cuánto que trabajás acá?
–Desde hace tres años.
–¡Felicitaciones!
–Sí, sí, aprendí tanto en estos tres años. Ahora me ocupo del estampado de medallas. Partimos de una creación “en bruto”. Regulo y ajusto las máquinas con los dos moldes, ¿ves? Y cuando ponés ambas caras de las medallas, se trabajan de modo que la parte de adelante quede centrada con la parte de atrás, porque una vez que van colocadas en el torno, cuando vas a tornearlas, el borde debe estar más o menos “a décimo”, igual de un lado y del otro. Capaz, “a ojímetro”, decís “están más o menos iguales”, después cuando vas a medirlas deben ser más o menos iguales, porque hacerlas de forma totalmente precisa es imposible…
–… es artesanal…
–…¡Exacto! Siendo artesanos, sabés que es así.
Marco se recibió de perito meccanico en el secundario y cuenta que siempre fue un precisino, es decir, un meticuloso, alguien que se fija en los detalles, una característica que parecieran compartir todos los empleados de la Bertoni, que en medio de ruidos atronadores tratan de transmitirle a los materiales sus destrezas e ingenio.
–¿Cómo llegaste acá? ¿Por una pasantía?
–No, estaba buscando lavoro y un día me informaron: “Marco, hay una empresa que se dedica a la producción de trofeos deportivos”. Entonces, vengo a hacer la entrevista… ¡y me encuentro con todas estas copas! Tipo… que me volví loco –risas-.
–¿Qué pensaste en ese momento? Porque imagino que sos de acá cerca…
–Pensé, primero de todo, en que jamás me había preguntado dónde se hacían estos trofeos… Yo vivo en Muggiò, bastante cerca. Me arrepentí que nunca me había informado y al final pensé: “A un cuarto de hora de mi casa viene producida la Champions, la copa del mundo, la Europa League…”. Cuando vine a hacer la entrevista… para mí es un día que no voy a olvidar jamás, ¡fue como descubrir una nueva vida!

–¡Y ahora las hacés vos!
–¡Exacto! –risas-. Este es mi primer mundial, así que estoy también emocionado…
–¿Qué futbolista te gustaría que levante la copa?
–A ver… ya que no está Italia –lamentablemente-, espería, así termina bien su carrera, que fuera Cristiano Ronaldo. Soy juventino y es mi jugador preferido.
Le comento a Marco que también quedé impactado al entrar al showroom. Y más si uno creció viendo fútbol. De fondo, los ruidos metálicos continúan. No le había prestado la más mínima atención al hecho de que cada vez faltaba menos para que se termine el recorrido por la fábrica de los sueños.
La suerte en forma de medalla
El ruido continuo de los tornos y las prensas se va apaciguando porque se acerca el intervalo para almorzar. Otro de los operarios, Kader (58 años), es marroquí y lleva trabajando en la Bertoni desde 1998. Es alto y muy simpático, parece uno de esos tipos con los que enseguida se entra en confianza. Viste un delantal azul y sonríe con ganas cuando revela que sus amigos le dicen que es “muy afortunado” de trabajar acá. Sin embargo, confiesa que llegó porque se desempeñaba como operario en otra fábrica, justo al frente de donde estamos ubicados ahora.
Este es su sexto mundial y está sacándole brillo a una enorme medalla con un compuesto de bicarbonato y lo que parecería, simplemente, agua.

–¿Cuánto pesan éstas (medallas)?
–Más o menos 500 gramos. Es la primera vez que son así tan pesadas. Habitualmente son más chicas y pesan menos.
–¿De qué material están hechas?
–Plata. Es plata “dorada”, o sea, bañadas en oro. Si ves estas otras, son porosas. ¿Para qué sirve el bicarbonato? Cuando se lo pasás con este cepillo, se vuelven más lindas…
–Ahora está más brillante…
–¡Exacto! Se hace de ambas caras. Venite, seguime por acá así lo ves –Nos movemos con Kader-. Después de ese pasaje, cambia. ¿Ves este “plateado”? Después va “dorata” con oro y boro. Y queda así –nos muestra el resultado final en otra presea dorada-.
“Esta (medalla) es para la squadra vincente. Y luego, aquella es para el segundo puesto, en plata ‘plata’. La otra es de bronce. Esta es la única en plata recubierta en oro… ¿viste que queda más lúcida? Incluso la inscripción. Mirá, cuando la terminás queda así, queda espléndida”, revela Kader. En general, creemos en lo que vemos y no queremos hacer una conclusión apresurada.
–¿Esta es para los campeones?
–Sí, prima classe (“primer puesto”). Bella, ¿no?
En algún lugar de la periferia milanesa, entre naves industriales y almacenes gigantescos, la suerte se nos presenta en forma de medallas. Seremos unas diez personas que tenemos el privilegio de ver las preseas que le entregarán el próximo 18 de diciembre al plantel que se imponga en la final de la copa del mundo de Catar 2022.
Primero, ante nuestros ojos, aparece una partida de medallas hechas en latón, más pequeñas, que forma parte de una serie de casi 5 mil que serán repartidas a todos los seleccionados y a las autoridades de cada federación participante. A continuación, vemos por primera vez las medallas que serán otorgadas al equipo ganador. Tienen tallado en color negro la inscripción “Qatar 2022” y poseen una trama de triángulos pequeños que están grabados en la superficie dorada. También –y del mismo tamaño- contemplamos las que condecorarán a los seleccionados que alcancen el segundo y tercer puestos, hechas en plata y bronce, respectivamente.
Si ya nos sentíamos impactados por admirar la réplica de la copa del mundo y de otros trofeos tan prestigiosos; observar las medallas de la máxima competencia del fútbol nos deja sin palabras por algunos segundos. Y no sólo porque sono belle, como dice Kader, sino por lo que simbolizan. Hasta hoy ningún medio había tenido acceso a la producción de medallas para Catar 2022. Las fotos están prohibidas en este sector de la planta y se entiende.
–¿Qué selección te gustaría que levante la copa del mundo?
–¡Senegal! –contesta sin dudar y larga una carcajada-. Espero que esta vuelta venga para África…

Después de responder otra pregunta de rigor y de algunas bromas, se despide con un “gracias amigos”, así en español. Comienza el intervalo para los operarios-artesanos de la Bertoni. Las máquinas dejan de sonar. De un soplo pasaron las casi dos horas más largas del mundo –contenidas en un simple celular- y hay que patear las calles desiertas de este rincón milanés y volver a la ruta.
Más adelante vendrá el momento de reflexionar acerca de lo que acabamos de ver. A poco del inicio de la XXII Copa del Mundo, comienza el tiempo de ilusionarnos. Pasamos caminando por el mismo lugar de hace dos horas atrás y vuelve el mismo recuerdo: Diego sonriendo con el capolavoro (“obra maestra”) que imaginó y diseñó un tal Gazzaniga 51 años atrás aquí nomás.
Federico Raggio
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