A través de la historia detrás del debut del juvenil Manuel Masdeu en Juventud Unida, esta nota trata de responder cuánto de la frase “Jugué en primera” se cumple la primera vez que se juega en primera de un club de fútbol. Testimonios de gente del Lobo Rojo y del DT de la Sub 20 del Ascenso Claudio Gugnali. Escribe Lucas Bauzá.

En el mismo instante en que Rodrigo Villalba tocó su silbato para que Manuel Masdeu atraviese la delgada línea roja que separa a la humanidad en dos grandes bloques, Ezequiel Cerutti ingresó por Gonzalo Luján en el estadio Claudio Chiqui Tapia, el extremo del Southampton Samuel Edozie gambeteó por enésima vez al iraquí Alai Ghasem en el estadio Único de La Plata, el Sapito Coleoni miró los truenos del cielo verde de Los Polvorines, el uruguayo Franco “Cepillo” González perdió la pelota en la mitad de la cancha del Malvinas Argentinas de Mendoza, Felipe De la Riva activó su cronómetro en Jáuregui y el Camp Nou se puso de pie para aplaudir, acaso por última vez, a Jordi Alba.

Lo que iguala a todos los seres humanos enumerados en el párrafo anterior, a excepción del árbitro Villalba, es haber atravesado la delgada línea roja que significa debutar en la primera de un club de fútbol. Las diferencias son infinitas, pero comparar a Cerutti con Edozie, o a Coleoni con De la Riva, no es lo mismo que comparar al 3 del Barcelona con el 3 de Juventud Unida, y no hace falta aclarar por qué; sin embargo, ambos comparten, además del puesto, haber vivido el sueño de debutar en primera.

De eso se trata esta nota: de lo que tiene que ocurrir para que alguien cruce la delgada línea roja, de lo que se siente antes, durante y después de cruzarla, de aquello que se pone en juego cuando un chico sube al plantel superior; e intenta responder cuánto hay de juego en algo que es un juego pero a veces no lo parece o, en otras palabras, cuánto de la frase “Jugué en primera”se cumple la primera vez que se juega en primera.

-¿A partir de qué momento lo disfrutaste?

-Y la verdad es que no te puedo decir, puntualmente, en qué momento lo empecé a disfrutar. Obviamente que el proceso lo disfruté todo, desde los nervios cuando me enteré hasta el llegar a la cancha. Y que me digan que arrancaba de titular hizo que la felicidad sea total. Pero creo que me sentí más cómodo y un poco más suelto en el segundo tiempo, porque ya habían pasado los nervios del debut –responde el defensor de Juventud Unida Manuel Masdeu, ya del otro lado de la delgada línea roja.

EL ANTES

Ya lo decía el Flaco Menotti: con mierda no hacés dulce de leche. Y después de tanta mierda corriendo bajo el puente, los muchachos de la Agrupación Siempre Juventud Unida, con la vieja fórmula tiempo+huevos+amor por la camiseta, volvieron a agarrar el dulce.

Ahora, en el Bosque, los que siempre estuvieron ya comienzan a saborear los frutos después de tanta sangre, sudor y lágrimas: en las voladas de Agustín Burlón, en el remodelado predio de Los Indios donde entrenan –donde son felices– más de doscientos pibitos, en lo que va a ser el estadio más lindo de San Miguel y alrededores, en la gente que de a poco está volviendo al club del barrio…Juventud está vivo, quizás más vivo que nunca. Y está en Modo Lobo: mirando de reojo, con la boca llena de saliva, los dientes apretados y el pelo erizado, la Primera C que ya se encuentra a la vuelta de la esquina.

“Lo que esperamos de los chicos es que puedan adaptarse a la primera, que lleguen con un sentido de pertenencia por el club para que lo defiendan de otra manera a cómo lo haría un jugador que viene de afuera. Eso sería fundamental –cuenta Gabriel Apuzzo, uno de los dirigentes más cercanos a las juveniles del Lobo–. Que disfruten día a día de lo que es el cambio, tanto del predio, que de a poco se va mejorando, como del día que lleguemos a inaugurar la cancha, con las tribunas y todo”.

Al igual que toda la dirigencia, Apuzzo es hincha fanático. Y eso hace que todo lo que rodea al club se viva de una manera diferente: “Es un orgullo verlos debutar. El caso de Enzo Chávez, Robledo… Y el caso más destacado, Agustín Burlón, que tuvo su oportunidad, no la desaprovechó y hoy es una de las figuras del equipo. Haberlo visto destacarse tanto en quinta división y que hoy lo demuestre en primera, sin que le pese, la verdad que es un orgullo para el club. Y a Masdeu se lo vio muy bien, muy preparado. La verdad que eso se disfruta mucho, porque pueden defender los colores de otra manera”.

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En agosto del año pasado, la AFA presentó a la selección argentina de Ascenso sub-20, encabezada por Claudio Gugnali, quien trabaja junto a Alejandro Friedrich y Federico Blanco. Cercano al día a día de las categorías menores del fútbol argentino, el DT observa que, tanto en la Primera C como en la Primera D, los juveniles “aparecen por capacidad, por condiciones y otras veces por necesidad. Creo que todos los clubes del Ascenso están necesitados de promover juveniles para que sean vistos y de esa manera poder pegar el salto a categorías más importantes”.

Precisamente, uno de los objetivos que tiene el interesante proyecto que encabeza es ese: visibilizar a los que sobresalen, forjar un sentido de pertenencia con la celeste y blanca, lograr que los juveniles puedan dar el salto, fortaleciendo el patrimonio de los clubes ya que “todos quieren tener un juvenil en la selección del Ascenso”.

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La correlación ideal de un juvenil con la primera división implica varias fases, desde la llegada del chico al club, pasando por la incorporación al plantel principal, hasta su consolidación en el primer equipo. Eso lleva tiempo. Mucho tiempo.

¿Y cuánto tiempo sería “mucho tiempo”? En su imprescindible libro 39 años en inferiores, el ilustre formador Jorge Griffa señala que el tiempo estimado para que las inferiores empiecen a rendir sus frutos en primera división, en un proyecto iniciado “de cero”, es de cinco años; Pablo Daniele transita el cuarto año coordinando las juveniles e infantiles de Juventud Unida. Y si bien en el lateral izquierdo hay un fruto que recién se empieza a insinuar, en el arco de la primera ya se refleja de manera contundente lo estimado por Griffa: Agustín Burlón, la joya del Bosque, lleva diez partidos en la primera, en los cuales atajó los dos penales que le patearon, promedia 6,33 según la página Revista Ascenso y fue elegido en siete oportunidades en el 11 ideal de la Primera D.

La pregunta fue simple, a primera vista, pero es muy compleja, extremadamente compleja de responder: ¿qué tiene que tener un juvenil, a ojos de un coordinador, para dar el salto a primera? “El momento ideal, para ponerlo en términos de ideal, porque la dinámica quizás hace que muchas veces un chico debute antes, o un poco después de su momento ideal, tiene que ver con su cabeza, con cómo está preparado mentalmente, y también, otro elemento muy importante tiene que ver con la maduración desde el punto de vista futbolístico. En cómo absorbió el caudal de conceptos. Específicamente, Manu ya venía de un recorrido en varios clubes de ascenso, tiene una formación en juveniles, y nos llega en un momento bárbaro. Si bien está llegando a su etapa final de juvenil, está en el momento ideal. Zurdo, agresivo en la marca, con muy buena proyección, buena pegada, es un chico muy inteligente para jugar. Y Agustín Burlónes el gran proyecto del club. Tiene genética, técnica, mide un metro noventa y dos, es joven, jovencísimo, muy inteligente, maduro, que sabe adónde quiere ir, que se viene preparando desde la alimentación, desde la preparación por fuera de los entrenamientos… Está en un momento bárbaro, consolidándose en primera”.

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El 29 de abril, exactamente un mes atrás del debut de Manuel, ante una veintena de espectadores, la cuarta división del Lobo Rojo empató 2 a 2 con D10 Football por la segunda fecha del torneo de juveniles C y D. El 2 a 0 parcial lo hizo el mismo Manuel, y en el banco estaba sentado Eduardo Caldas, ex jugador de Chacarita Juniors y con una amplia trayectoria en el fútbol de ascenso a ambos lados de la línea de cal. Pero, ya lo dijo Karl Marx, en el fóbal todo lo sólido se desvanece en el aire, y menos de un mes después, ambos estaban disputando la última fecha del Primer Torneo de Primera D.

¿Qué cambió entre un partido y otro? ¿Qué se le pide al jugador que sube a primera?“Cambia la exigencia –no duda en señalar Caldas–. Nosotros tratamos de que el jugador llegue a primera con las mejores armas y que lo haga de la mejor manera, sin esa presión, para que juegue suelto. No es lo mismo, porque en la cuarta te podés equivocar y no pasa nada, entre comillas, ya que el error es válido, sirve para crecer. En cambio, en la primera el error es menos aceptado. Pero sigue siendo fútbol, lo que importa es competir. Porque la competencia es eso: si no lo hacés vos, lo hace el otro. Y nosotros les inculcamos eso: que compitan”.

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Lionel Jeldes es el actual capitán de la cuarta división de Juventud Unida. Fue compañero de Manuel hasta hace unos días atrás, en el empate 0 a 0 contra Control Orientado jugado a mediados de mayo, ya con el lateral entrenando con la primera. “El debut nos tomó por sorpresa –confiesa, abriendo por un segundo la intimidad del chat de los pibes, acaso más sagrado que el vestuario–. No sabíamos que iba a jugar y mucho menos que iba de titular, él tampoco nos había comentado nada. Después del partido lo felicitamos, le dijimos que le siga metiendo para adelante. Sabemos que es buena persona, vemos cómo se entrena día a día y esperamos que le siga yendo bien. A nosotros, cada vez que debuta un compañero nos pone contentos porque sabemos que estamos cerca y tenemos que estar preparados para aprovechar las oportunidades que nos toquen”.

Foto de Diario Plus

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Hay una distancia entre el hincha o el que camina el día a día de un club y el DT de la primera: visualizar al chico que anda bien abajo, seguirlo por redes o arrimarse a las distintas canchas auxiliares los sábados a la mañana, es una cosa (y, entre paréntesis, una cosa hermosa, el orgullo de seguir a un pollo hasta ver que se hace gallo es indescriptible, y si no que lo digan los sobrevivientes que siguieron de cerca a La Tercera que Mata del Pincha, a La Cicloneta de Roberto Mariani, los que vieron al Diego Cebollita y tantos ejemplos más); otra cosa, es darle las últimas herramientas antes de tirarlo a los leones.

Leonardo Estévez debutó en Colegiales, como lateral, en el año 1992. Ascendió al año siguiente, en una campaña histórica que todavía se recuerda por el barrio de Munro. Y luego de una carrera extensa, y de buscarlo como tantos otros miles de jugadores del Ascenso argentino, bebió de las mieles de la Primera A cuando Huracán de Tres Arroyos, aquel Globo comandado por el Chavo Anzarda del Novillo García, Jorge Izquierdo, Nilton Pardal e Iván Dragogevich, entre otros, venció a Atlético Rafaela en la Promoción del 2004.

En el verano de este año, tres décadas después de su debut, dirigiendo la séptima y octava del Lobo, detectó lo que muchos: que había un lateral izquierdo con condiciones de pegar el salto. Y ahora, sentado en el banco de Juventud Unida junto a su ladero Eduardo Caldas, detalla el proceso que lleva a un juvenil a dar dicho salto. Y esto que dice Estévez a continuación es esa otra cosa mencionada en el párrafo anterior, esa distancia, cuyo símbolo es el alambrado. Porque una cosa es ver a un pibe que podría andar y, otra, muy distinta, ponerlo en la cancha y hacerlo andar. “Nosotros hacemos un balance de lo que es cuarta, quinta y sexta, con Edu, con Luis Castillo, con el profe Darío, los técnicos que estábamos a cargo de las divisiones, tratando de ver el jugador que va creciendo día a día, y qué jugador podría llegar a la primera. Creo que Manu estaba capacitado, por eso lo subimos enseguida, ni bien agarramos. Porque lo veíamos con muchas condiciones, ya en su categoría: buen porte, velocidad, buen primer pase, buen juego aéreo, muy buen juego aéreo, tiene buenos perfiles… Y con todo eso, uno trata de mandarlo a la primera. No se pudo antes, y apenas agarramos lo llevamos a un amistoso con Colegiales, para ver cómo se sentía, cómo lo veíamos, porque es un cambio de cuarta a primera. Lo vimos muy bien, nos gustó, hizo una buena práctica con Colegiales, se quedó en el plantel y empezó a crecer también. Es un jugador muy prolijo, tiene un buen retroceso, finaliza las jugadas cuando pasa al ataque”.

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“Entrá y jugá, no te estoy pidiendo que vayas a robar un banco”, le dijo Jorge Vendakis al debutante Santiago Correa, un rato antes de que San Miguel recibiera al legendario Fénix del Dandy Neuspiller. Correa no solo entró y jugó: fue elegido como figura en el 1 a 0 del Trueno Verde, secando al 9 bajo la lluvia en la misma cancha a la cual su madre llevaba en brazos para ver jugar a su otro hijo, también jugador. Quince años después, el actual zaguero de Juventud Unida todavía recuerda como si fuera hoy la imagen de su padre bajo la tormenta de Los Polvorines. “Y sabía que en el caso de Manu, por ahí, los nervios iban a estar ahí presentes. Le conté cómo fue la primera vez que debuté como titular, que vino Jorge Vendakis…”.

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-¿Cómo te enteraste de que ibas a debutar y qué fue lo primero que se te cruzó por la cabeza?

-Estaba haciendo la parte del gimnasio, en el entrenamiento. Se me acercó Eduardo y me dijo que no me exija mucho con el tema del peso, porque iba a jugar el finde. Lo primero que se pasó por la cabeza fue mucho nerviosismo, pero felicidad al mismo tiempo, ya que era uno de mis sueños jugar en primera división –responde Manuel, con pasado en las inferiores de Tigre, Acassuso, Defensores de Belgrano y Fénix.

EN EL DURANTE

Santiago Correa, con más de 300 partidos en el lomo, encabeza la formación de Juventud Unida en el Estadio Ciudad Evita de Yupanqui, donde el Lobo hace de local. Lleva 15 años jugando en el fútbol de Ascenso, en los cuales supo defender los colores de San Miguel, Atlas, Leandro N. Alem, Central Ballester, Sportivo Barracas, Puerto Nuevo y Luján. Esta fría tarde de mayo lo encuentra con la 6 de Juventud Unida en la espalda y la cinta de capitán en el brazo, yendo al círculo central para el sorteo, sin saber que lo espera una tarde soñada, tan soñada como la del pibe que está debutando a su lado, en el lateral izquierdo.“Y más o menos le dije lo mismo que me dijeron a mí aquella vez–amplía Correa lo que habló con Manuel en la previa–: que sea tranquilo, que juegue, que lo íbamos a estar apoyando”.

Rodrigo Villalba toca el silbato y da comienzo al partido. Cambaceres todavía tiene chances de quedarse con el Primer Torneo, que da la clasificación a la Copa Argentina del año próximo; Juventud Unida está en plena transición, ajustando tuercas de cara al inminente inicio del Segundo Torneo. A simple vista, para un espectador neutral, se podría decir que para el Lobo Rojo no hay mucho en juego. Pero en el fútbol circula, como frase hecha, que subir a un juvenil a primera es una apuesta. Y si es una apuesta, es porque hay algo en juego.

Ante tal planteo, esto responde el coordinador Pablo Daniele: “Tanto para el jugador, como para sus formadores, el debut es uno de los momentos más importantes. Desde el punto de vista emocional, debuta el chico que viste todas las mañanas venir con su bolsito, con frío, con calor, tomándose dos o tres colectivos, de ahí irse a la escuela. Lo viste casi todas las mañanas de tu vida esforzarse a él, a su familia… Desde lo emocional, es uno de los momentos más altos: se vive con ansiedad, con mucha ansiedad, mucha alegría, fundamentalmente alegría. Porque todas las etapas por las que pasó, todo el aprendizaje, donde adquirió un montón de conceptos, no solo futbolísticos sino también valores humanos, bueno, ese día se tiran a la cancha y se ponen al servicio de la nueva etapa que comienza. Es la frutilla del postre, la cristalización de todo ese trabajo de años”.

Transcurrido un minuto y cincuenta y dos segundos, Manuel todavía no tocó la pelota en un partido que se disputa a muerte en cada centímetro de la cancha.

-¿Qué diferencias notaste adentro de la cancha?

-El ritmo de juego. Tenés que hacer todo diez veces más rápido, porque si no te comen. Y estar los noventa minutos metido en el partido, no podés regalar nada. 

Transcurrido un minuto y cincuenta y cuatro segundos, Francisco Villalba lanza una pelota cruzada desde el círculo central que llega al flanco izquierdo del Lobo. El lateral de Cambaceres controla en el aire, sacándole una milésima de segundo de ventaja a Manuel, y le pega con todo el veneno de Ensenada, con todas las ganas de arruinar esta crónica, con el boleto a la Copa Argentina entre ceja y ceja. La pelota pica antes de llegar al arco, despiadada, cruel, hija de puta. Tapa Burlón. Aplaude Apuzzo. Alienta Daniele. Respiran Caldas y Estévez, también Luisito. Tranquiliza Correa. Sonríe Rocha. Toma aire y ya piensa en la pelota que viene Manuel, que no volverá a regalar esa milésima de segundo en toda la tarde.

Foto de Diario Plus

Antes del segundo minuto de partido, los leones casi se comen al joven debutante. Pero Manuel tiene instrucciones claras, fundamentadas con conceptos, para salir de este complejo arranque. “Solo se le pidió que sea sencillo –grafica Leonardo Estévez–. La sencillez a veces hace que el jugador crezca en el partido, todo el tiempo, en los noventa minutos. Que tenga tranquilidad, que marque, que sea siempre salida, que se muestre a jugar, que trate de dar un buen primer pase, que cierre. Todos los conceptos que se le pueden tirar a los marcadores de punta, y en este caso más todavía porque debutaba”.

Sencillez. Con sencillez, Manuel se proyecta con criterio en el primer avance del local, y luego vuelve a ocupar su espacio; con sencillez, Manuel se seca las manos y toca la primera pelota en un saque lateral; con sencillez, ganala primera pelota disputada, yendo al piso. Con sencillez, comienza a crecer en el partido. Gana en tranquilidad. Se asienta en la banda izquierda.

Y a los 27 minutos del primer tiempo, una pelota boyando después de un córner cae en su sector: Manuel le pega como viene, la devuelve al área de Cambaceres con mucho veneno y ahí ella, generosa, sensible, hermosa, se encuentra con el botín de Venditti, luego con el de Santiago Correa, y finalmente con la red. Gol de Juventud Unida. Salta Manuel, lo grita con alma y vida, aprieta el puño y vuelve a ocupar, con sencillez, su lugar en el sector izquierdo de la defensa del Lobo. Desde ahí partirá, 8 minutos después, un pase de Manuel que un volante de Cambaceres no llegará a cortar, el posterior desborde de Nuñez y el segundo gol de Juventud, de la mano del Picante Pereyra.

En el segundo tiempo, Burlón le atajará un penal al 9 de Cambaceres, para confirmar que es la joya de la abuela, y Santiago Correa cerrará la cuenta con un toque a lo Zlatan Ibrahimovic. Mientras tanto, al costado izquierdo de la defensa roja y blanca, Manuel le pondrá el moño al sueño tal como lo comenzó: con sencillez, con tranquilidad, siendo opción para jugar, tal como le pidieron sus técnicos.“ Tuvo un buen debut, un muy buen debut –define Estévez–. Fue muy prolijo, estuvo en las dos jugadas de gol, pasó al ataque con criterio, tuvo un buen retroceso, en el juego aéreo fue muy bueno, más que nada porque la categoría lo amerita, en la D es todo pelotazo. Pero se trata de poner la pelota en el piso y jugar, hay canchas que se pueden jugar y otras que no, la mayoría hoy son muy buenas, se trata de poder jugar y creo que lo puede seguir haciendo bien. Así que estamos muy contentos por él, por su debut y por haber hecho las cosas muy bien”.  

Perfecto. El Lobo Rojo ganó, gustó y goleó. Todos contentos a casa. Muy contentos. Pero nadie tan contento como Ricardo.

-¿Y quién es Ricardo?

-Es mi abuelo. Tiene ochenta y seis años.

“Bueno, lo primero que sentí fue mucha emoción, se me caían las lágrimas –cuenta Ricardo, entre lágrimas y todavía muy emocionado, setenta y dos horas después del debut de su nieto–. Y después, viendo el partido, me convencí que mi nieto puede andar bien. Creo que tiene condiciones, y lo principal es que tiene ganas, muchas ganas de progresar. ¿Qué otra cosa más te puedo decir? Que terminé muy emocionado, que me gustó su desempeño, porque más o menos conozco su juego, y creo que algo, algo pudo hacer. Pero de mi parte digo que hay que esperarlo un poco, porque lógico que en los primeros partidos los nervios lo van a comer… Pero va a andar, va a responder, va a responder bien a lo que le puedan exigir”. 

Y EL DESPUÉS

Es más fácil llegar que mantenerse. En el fútbol y en la vida. Y eso que llegar es difícil. Muy difícil. Tremendamente difícil.

“Hoy los pibes están más preparados–analiza Eduardo Caldas–. En el caso de que el chico quiera, hoy tienen mejores armas. Porque la gente que trabaja en fútbol está mucho más preparada, ha evolucionado mucho: los profes han cambiado la forma de entrenar, los clubes tienen mejores materiales para trabajar la parte física, del gimnasio, y eso hace que se sufra menos ese pase de juvenil a primera. Pero siempre dependiendo exclusivamente del esfuerzo del jugador. En muchos casos los juveniles tienen un vaivén y caen un poco, pero es normal, lo importante ahí es bancarlos, ayudarlos y confiar en ellos, porque si han llegado ahí es porque tienen condiciones. Pero siempre lo difícil es mantenerse. Y eso no ha cambiado en el fútbol. Porque así como debuta uno, atrás vienen los demás que quieren lo mismo. Y para no perder tu lugar tenés que entrenar, no te tenés que relajar, lo que lleva a una permanente evolución del jugador”.

Leonardo Estévez, su compañero de banco, avizora un futuro prometedor para Manuel, siempre y cuando cumpla con lo remarcado por el uruguayo Caldas acerca del esfuerzo, que depende pura y exclusivamente de cada jugador:“Tiene un futuro enorme, Manu tiene un gran futuro. Lo bueno es que tratamos que los chicos tengan la posibilidad en primera. Todo club invierte en los chicos y lo que más importa es que puedan debutar. Ahora tuvimos la suerte de que ya en nuestro cuarto partido en primera pudimos hacer debutar a un lateral por izquierda. Un club necesita tener jugadores de inferiores”.

Gabriel Apuzzo, como parte de otra de las patas de la mesa para alcanzar el éxito, señala brevemente lo que esperan del semillero rojo y blanco: “Apuntamos a que crezcan, a que progresen con el club o vayan a clubes de otras categorías, eso sería un orgullo muy lindo para el club. Y creo que vamos por el buen camino”.

Si se trata de soñar en voz alta, de soñar en grande, y queda flotando en el aire la sensación de que se está yendo por el buen camino, no solo en Juventud Unida sino en otros tantos clubes, ¿por qué no soñar con un juvenil de la Primera D vistiendo la camiseta de la selección argentina del Ascenso?

Le preguntamos a Claudio Gugnali cómo es el proceso de selección de los juveniles sub-20, cómo se vive tal acontecimiento en las categorías más humildes del fútbol argentino, qué es lo que se viene para su selección, y esto nos respondió el histórico lugarteniente del gran Pachorra: “El proceso es a través de informes, esta selección ha tenido una buena acogida por parte de los clubes, de las dirigencias. Nos llegan permanentemente informes de chicos jóvenes, categorías 2004, 2005, algún 2003, que se van encumbrando en los planteles de primera división del ascenso. Y nosotros, a través de esos informes, de la excelente predisposición, vamos haciendo las citaciones. Algunos se repiten, porque han conformado el paladar del cuerpo técnico. Y otros están siendo observados. Creo que esta selección del ascenso provoca una motivación especial, un círculo virtuoso, porque, como nosotros decimos siempre, los jugadores son patrimonio de los clubes, y la prioridad son los clubes, pero para todos es muy bueno que los chicos pasen algunos entrenamientos en el predio, que entrenen con algunos chicos que le van a mejorar el nivel futbolístico, o como hace muy poco, hicimos de sparring de la selección sub 20 que está jugando el mundial. Todo el proceso es enriquecedor. Estamos muy conformes no solo con los rendimientos futbolísticos sino también con el comportamiento porque le hacen honor al lugar que están ocupando. Todo está en crecimiento, hay mucho por hacer, pero consideramos que vamos por un muy buen camino”.

Se sabe: de mil que quieren jugar al fútbol, llega uno. Y de esos pocos elegidos, apenas un puñado alcanza a ponerse la camiseta del seleccionado nacional. Hay algo más, tiene que haber algo más que alcanzar las distintas cumbres que plantea el deporte: intentarlo, no dejar de intentarlo nunca, pero tampoco dejar de soñar, de progresar ni dejar de ser uno, ya sea que las cosas salgan bien, regular o mal. Pablo Daniele lo resume así: “Desde nuestro lugar, en última instancia, los formadores buscamos eso: que la esencia de ellos fluya, que sea, que eso no se pierda nunca”.

Lucas Bauzá
Twitter: @rayuelascometas

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