Admirado por el propio Marcelo Bielsa, logró la mayor conquista a nivel de clubes del fútbol chileno dirigiendo al Colo-Colo eliminando a Boca en semifinales. La historia del croata que fue el primer entrenador europeo campeón de la Libertadores. Escribe Esteban Bedriñan.

Nacido en la ciudad de Trilj el 8 de abril de 1940, Jozić tuvo una discreta carrera como futbolista en su país que se vio truncada a sus 27 años por una lesión en su tobillo derecho. Cambió el mediocampo por la banca y una vez recibido de Profesor de Educación Física, comenzó su carrera como entrenador en 1970. Trabajó de técnico de menores y obtuvo un ascenso de tercera a segunda división con el NK Junk, motivos que sirvieron para que la Federación de Fútbol de Yugoslavia lo designara al frente de todas sus selecciones juveniles.

Si la relación entre Jozić y Chile tienen hoy un lazo inquebrantable de afecto debido a la revolución que el croata supo llevar adelante en el fútbol chileno con el Colo-Colo, el primer acercamiento entre ambos sucedió en el año 1987 cuando la selección sub 20 de Yugoslavia arribó al país trasandino y conquistó el campeonato mundial de la categoría. Con un equipo plagado de estrellas en ciernes como Branko Brnovic, Pedrag Mijatovic, Igor Stimac, Zvonimir Boban, Robert Jarni, Davor Suker y Robert Prosinecki, entre otros, los dirigidos por Jozić desplegaron un fútbol de alto vuelo que hicieron presagiar al planeta que una nueva camada estaba alistándose para tomar al mundo del fútbol por asalto. Pero luego explotó la Guerra de los Balcanes. Y con ella, la ilusión de una generación que no pudo ser.

El entonces mandatario del Colo-Colo y ex presidente del Estadio Yugoslavo de Santiago, Peter Dragicevic (casualmente de ascendencia croata), quedó embelesado con la tarea de Jozić y decidió ofrecerle un cargo en las formativas del club. A fines de ese 1987, el entrenador arribó por segunda vez en su vida a territorio chileno donde diseñó un plan de búsqueda y formación de juveniles y en el cual evaluó a centenares de jóvenes.

“Cumplí con mi labor. Dejé hecho un informe acerca del trabajo realizado en estos meses. Llevo mucho tiempo separado de mi familia y quiero verla. Esas son las razones de mi decisión” expresó el entrenador, dejando de lado las diversas razones que por entonces se esbozaron sobre su salida a los pocos meses de haber llegado.

Mientras la plantilla mayor del Colo-Colo, de la mano del entrenador Arturo Salah, ganó las ligas del ´86 y ´89 y consiguió el triplete en la Copa de Chile del ´88, ´89 y ´90, la ambición de obtener la ansiada Copa Libertadores se convirtió en una obsesión para el conjunto Albo. La derrota por penales en octavos de final en la edición de 1990 ante el Vasco da Gama fue un verdadero golpe para todas las estructuras de la institución. La inminente disputa de la Copa América del año siguiente en Chile, llevó a que el entrenador del Cacique asuma en el seleccionado y sirvió para que el presidente Dragicevic vuelva a llamar a Jozić. Pero en este caso, para asumir en el primer equipo.

Nota incluida en nuestra revista en papel sobre la Copa Libertadores

La revolución de Mirko

Al bajar del vuelo 520 de Lufthansa en el aeropuerto de Pudahuel, junto a su esposa e hija, Jozić declaró en su rudimentario español que “mis objetivos son muy simples: sacarlo campeón y llevarlo al título de la Copa Libertadores.”La base que dejó el entrenador saliente y la llegada de un par de refuerzos pedidos por el propio croata, hicieron del Colo-Colo un equipo interesante por la amalgama entre jugadores jóvenes y experimentados.

El debut en el ámbito doméstico fue más que auspicioso, con triunfo por la mínima en el clásico ante la Católica, donde ya se pudo ver la mano del nuevo técnico. Al tradicional 4-2-2-2 que jugaban con Salah, se lo transformó en un juego mucho más ofensivo, con líbero y stoppers, con volantes de ida y vuelta, sin enganche, con un delantero centro y dos por bandas, con un ritmo frenético que fue incontenible y revulsivo para el fútbol chileno. Colo-Colo se defendía atacando. El resultado de ello fue la obtención del Campeonato Nacional de 1990.

El cambio en la forma de jugar no fue de un día para el otro sino que llevó un tiempo. Los jugadores debieron asimilar nuevos conceptos y aprender a trabajar con un entrenador frío, con traductor de por medio, lejano del paternalismo que tenían con Salah. Para eso fueron fundamentales las participaciones de Eddio Inostroza, ayudante técnico, y Marcelo Oyarzún, preparador físico. Cuando llegaba la hora de los ejercicios físicos, Jozić se retiraba a los camarines y el plantel quedaba en manos de sus asistentes.Cuando terminaban e ingresaban a vestuarios, grande era la sorpresa de todos al encontrarse al entrenador ya cambiado, vestido de civil, leyendo el diario.

Otro de los grandes choques culturales se vivió luego de una goleada ante Santiago Wanderers por 6 a 1. Cuando llegaron todos a los vestidores, fuerte fue el enojo del entrenador quien les cuestionó que se perdieron la oportunidad de pasar a la historia por no haber hecho 10 o 12 goles en un partido que lo ameritaba. El croata les reprochaba que debían ser ultra profesionales y que si el juego les daba la posibilidad de concretar un resultado único, no lo hubieran aprovechado.

Esa distancia que imponía Jozić en sus dirigidos, propia de su cultura e idiosincrasia, es afirmada por el arquero argentino Daniel Morón, gloria del Cacique y arquero del Colo-Colo desde 1988 hasta 1994, en charla con Lástima a nadie, Maestro: “Jozić fue un técnico europeo quizás con una mentalidad muy diferente a la que nosotros estábamos acostumbrados hasta ese momento. A diferencia de Salah, que era muy paternal, muy cercano al jugador, Mirko fue distinto al principio. Pero después terminó siendo un sudamericano más en ese aspecto. Aunque inicialmente fue un tipo muy frío, ya que en ese momento Yugoslavia estaba en pleno proceso de separación y guerra.”

Los cambios impuestos por Jozić costaron un poco al comienzo pero luego, producto del esfuerzo de ambas partes, pudieron verse plasmados en cancha. Tres meses después de su arribo, Jozić ya hablaba bastante bien el español y se acercaba en el trato hacia ellos. Morón aporta que “nosotros tuvimos que adaptarnos a un sistema nuevo de trabajo, con un juego mucho más agresivo, en el sentido de la recuperación del balón, de la forma de atacar y defender, jugar en línea de tres, con líbero y stoppers. En cierta manera fue una revolución para nosotros, que gracias a Dios estábamos bien preparados como grupo y equipo porque el técnico anterior hacía mucho hincapié en eso.”

El convencimiento de la forma de trabajo impuesta por el entrenador europeo fue ingresando en la cabeza de cada jugador conforme pasaban los entrenamientos y partidos. Jozić les inculcaba que trabajando de esa forma todos ellos triunfarían. Tal como afirmó Marcelo “Cheíto” Ramírez, emblema de ese Colo-Colo y uno de los dos jugadores con más títulos en la institución, en una nota para la televisión chilena: “él nos decía que con esta metodología a ustedes les va a ir bien. Van a triunfar. Algunos van a tener mejor contrato, otros van a llegar a la Selección, otros se van a ir al extranjero. Van a ganar plata…”

Lizardo Garrido fue el líbero que Jozić eligió para su sistema de juego. El defensa, el otro máximo ganador de títulos con el Cacique en su historia, cuenta para Lástima a nadie, Maestro que inicialmente fue difícil conectar con Jozić “por el tema idioma, del intérprete y todo eso. Pero sin dudas él revolucionó todo en Chile con el sistema de juego. Por lo menos con lo que estaba relacionado directamente con mi zona, porque él colocaba una línea de tres conmigo de líbero y Miguel Ramírez y Javier Margas de stoppers. Pero la diferencia con otros entrenadores era que los stoppers podían seguir a todos los que estaban arriba por todos los sectores. Era una marca personal e incluso muchas veces se atravesaban uno y otro con su marcador delante de mí. También tenía al Coca Mendoza y Jaime Pizarro, que eran los laterales volantes que volaban por fuera. Yo era el que ordenaba, el que tenía que estar atento a un posible rechazo, a un posible cabezazo. Mirko era muy táctico, él cuando hacía un cambio durante el partido, nuestro equipo se transformaba.”

Santiago siempre estuvo cerca

En épocas de escaza globalización, el primer acercamiento de Marcelo Bielsa a Chile se produjo durante la estadía de Jozić en el Colo-Colo. Admirado por la novedosa forma de trabajo del entrenador europeo, el rosarino arribó a Santiago y golpeó las puertas del complejo de entrenamiento albo, libreta y lápiz en mano, para conocer la metodología de su colega croata.

El ayudante técnico Eddio Inostroza contó en reiteradas oportunidades a distintos medios que, durante una concentración en un hotel de la capital, Mirko le explicó que un muchacho joven quería conversar con ellos, a lo cual accedieron. “Se paró y saludó caballerosamente. Venía a conversar con Jozić y solo traía una libreta y un lápiz modesto. Mientras tomaba nota de todo, siempre hacía preguntas con un respeto total a la persona. Le tocó todos los temas del fútbol, de la vida, de su país y del conflicto en Yugoslavia. Hacía preguntas precisas sobre el fútbol chileno; su pensamiento, los sistemas, lo que encontró en Colo-Colo y si había variables de los partidos. Era un tipo que expresaba respeto. Ahí se encontraron dos genios”, expresó Inostroza.

Paradojas de la vida, en 1992 el Newell’s de Bielsa, usando un sistema táctico similar al de Jozić, le ganó 3 a 1 de local y le empató a uno de visitante por zona de grupos de la Libertadores de ese año.

Cuando se trace la línea que une al rosarino con Chile, el punto de inicio tal vez haya que buscarlo por ahí. Pero la revolución que asombró al Loco tuvo su momento de gloria en la edición anterior.

La conquista de América

Emparejados en el grupo 2, Colo-Colo compartió zona con su compatriota Deportes Concepción, con quien debutó de visitante en un empate a cero. De local derrotó 3 a 1 al entonces subcampeón continental, Barcelona de Ecuador, con goles de Rubén Espinoza, el argentino Marcelo Barticciotto y Sergio Salgado. El siguiente triunfo también fue en casa ante Concepción por 2 a 0 (Barticciotto y Ricardo Dabrowski) y cerró la seguidilla con victoria ante Liga de Quito por 3-0 (Dabrowski x 2 y Gabriel Mendoza). De su gira por Ecuador se trajo un empate a dos con Barcelona (Espinoza y Dabrowski) y un 0-0 ante Liga, que lo puso en lo más alto del grupo con 9 puntos y una certeza: de local, el equipo era casi inexpugnable.

Por octavos de final, se trajo de su visita a Perú un 0 a 0 frente al Universitario, a quien doblegó en casa por 2 a 1 (Espinoza x 2) y firmó su pase a cuartos. En esa instancia, el rival fue Nacional de Montevideo. Al conjunto uruguayo, que contaba en ese entonces con campeones del mundo del ´88 como De León, Reveléz, Pintos Saldanha y con otros jugadores notables de la época, lo vapuleó en Santiago. Dos goles de Dabrowski, uno de Rubén Martínez y el restante de Espinoza (de penal) sentenciaron la serie que no se modificó con la derrota en Montevideo por 0-2.

La batalla de Macul

Después de ganarle los dos clásicos y eliminar a River en la fase de grupos (con el polémico empate ante el boliviano Oriente Petrolero que dejó sin chances a los de Núñez), Boca dio cuenta con autoridad de dos equipos brasileños en octavos y cuartos (Corinthians y Flamengo) por lo que arribó a la semifinal ante Colo-Colo como gran favorito.

Comandados por el Maestro Tabárez, Boca contaba con un plantel de renombre donde destacaban Navarro Montoya en el arco, la jerarquía de Juan Simón en defensa, la garra de Blas Armando Giunta en el mediocampo y el tridente de ataque compuesto por Graciani, Latorre y Batistuta.

En el partido de ida, jugado en la Bombonera, los Xeneizes se impusieron por la mínima, con gol de Graciani de penal. Si bien no se vivieron grandes grescas entre los jugadores, en el ambiente flotaba una sensación de clima enardecido, propio de las Libertadores de esas épocas. Como señaló en una nota publicada en Lástima a Nadie, Maestro el colega Federico Abbiati “inmediatamente finalizado el partido de ida en Buenos Aires, desde la delegación alba se alzaron voces denunciando la incandescente temperatura del agua en el cambiador visitante, lo que los obligó a abandonar el Camilo Cichero a medio asear.”

“Si miran las imágenes de ese partido, cuando terminó, nosotros nos abrazábamos habiendo perdido 1 a 0. Eso ratifica lo que yo decía de que en Santiago lo dábamos vuelta de alguna manera”, recordó Lizardo Garrido para Lástima a nadie, Maestro. El defensor, que tuvo una destacada actuación en ese juego de ida, refuerza el concepto de la fortaleza que Colo-Colo mostró de local en toda la copa: ganó los siete encuentros en casa con un saldo de 20 goles a favor y apenas 3 en contra.

La revancha, disputada en el Estadio Monumental David Arellano ubicado en la comuna de Macul, el 22 de mayo de 1991, fue el escenario de una de las peores batallas campales que se recuerden en la historia de la Libertadores. Ya al salir al campo de juego, los jugadores argentinos notaron que había mucha más gente de la habitual en cercanías a las líneas de cal.

El primer tiempo finalizó sin goles y para la segunda mitad los locales salieron decididos a buscar el resultado a pesar de que la mejor chance la tuvo Batistuta a los 10´ con un mano a mano que se inventó él solo a pura potencia. Con Latorre acompañando sin marcas por derecha, el delantero optó por la personal y el gol fue abortado por un Morón que salió raudamente a tapar el disparo.

La apertura del marcador llegó a los 19’ cuando Barticciotto ingresó con pelota dominada al área y centró para que, en asombrosa soledad, Rubén Martínez cambie por gol. Apenas dos minutos después, luego de una buena jugada en salida de Mendoza, el Pato Yáñez (jugador clave durante toda la Copa) tiró un centro pasado que Barticciotto mandó a guardar para marcar el segundo tanto. Cuando se repasan las imágenes de ambas conquistas, llama la atención la cantidad de extras que ingresan al campo a festejar, dejando en claro que no eran solamente reporteros quienes se encontraban parapetados detrás de los carteles publicitarios.

David Pizarro tuvo una chance para sentenciar el juego a los 72’ y un par de minutos después llegó el descuento de Boca con un cabezazo de Latorre. El 2 a 1 llevaba la serie a penales. Pero a falta de ocho minutos, en jugada por izquierda, Rubén Martínez combinó con Yáñez, quien lo habilitó al 11 colocolino, que se la picó a Navarro Montoya, sentenció la serie y le dio paso a la batahola.

Las escenas que se sucedieron luego del gol recorrieron el mundo. Apud golpeando a un fotógrafo y su posterior caída al foso; éstos revoleando sus cámaras como si fueran boleadoras para golpear a los jugadores de Boca; Batistuta enardecido queriendo pelear con todos; los carabineros pegándoles a los argentinos; Tabárez con su pómulo derecho cortado por el golpe de una cámara, insultando a los agresores; un perro policial mordiendo el glúteo de Navarro Montoya. Postales de una noche olvidable, pero con un justo ganador en el plano futbolístico. El Colo-Colo de Mirko Jozić sacó así su boleto para la gran final.

Saldando deudas con la historia

Campeón de la edición anterior, Olimpia de Paraguay fue el rival de la final. Si bien la llave con Boca había sido durísima, la historia del fútbol chileno tuvo que realizar un último esfuerzo para anotar su nombre entre los países que la ganaron. Dirigidos por un especialista en Libertadores como Luis Cubilla (’60, ’61, ’71 la ganó jugando con Peñarol y ’79 y ‘90 con Olimpia como DT), no pasaron del 0 a 0 en el partido de ida, jugado en Asunción el 29 de mayo.

Siete días más tarde, en un colmado Monumental, Colo-Colo ganó sin atenuantes por 3 a 0. Con un doblete de Luis Pérez, a los 17 de la primera parte los de Jozić ya acariciaban el trofeo y a cinco minutos del final, Leonel Herrera cerró el marcador y le dio la copa, al fin, al vencedor.

De la mano de Jozić, el pueblo trasandino aprendió lo que era ganar. Dejó complejos de lado, modificó su forma de jugar y el resultado fue el vaticinado por el croata a su llegada: sacarlo campeón y llevarlo al título de la Copa Libertadores.

El camino entre Jozić y Colo-Colo continuó hasta 1993. En el medio, se conquistó el tricampeonato local. Al que habían conseguido con Salah se le sumaron los dos obtenidos con Mirko. También ganó la Recopa Sudamericana 1992 por penales ante el Cruzeiro en Japón. En esa misma nación, un año antes habían perdido la final de la Intercontinental ante el Estrella Roja de Yugoslavia. Curiosamente, la figura de ese partido fue Vladimir Jugovic, autor de dos goles y ex integrante de la Sub 20 campeona del mundo con Jozić en 1987. La Copa Interamericana ganada ante el Puebla mexicano con goleada por 4 a 1 de visita y 3 a 1 de local fueron junto al campeonato nacional de 1993 las últimas dos ofrendas de Jozić para el Colo-Colo.

La carrera de Mirko continuó con un breve paso por la selección chilena, donde debutó en mayo de 1994 en un amistoso contra la Argentina que se preparaba para el mundial de Estados Unidos. Con Maradona en cancha, el resultado en Santiago fue un 3 a 3 entretenido que contó con el debut de Marcelo Salas en La Roja. La despedida (luego de cinco partidos) también fue ante la albiceleste, en una derrota amistosa en casa por 3 a 0 en noviembre, cuando debutó Passarella como entrenador en el rival.

Continuó dirigiendo clubes en México, Croacia, Arabia Saudita, Argentina (Newell´s) y Portugal y hasta se dio el gusto de clasificar a su selección al mundial del 2002. Dio la nota al vencer en el debut a Italia por 2 a 1 pero no pudo pasar la primera ronda ya que cayó ante México y Ecuador. Tuvo un paso cinco meses como Gerente Deportivo del Colo-Colo en 2005 y terminó su carrera dirigiendo al Dínamo Zagreb de su país en 2006.

A inicios del año 2021, el entrenador quiso ser parte de los muchos gestos de apoyo que recibió el Colo-Colo cuando se jugaba la permanencia en Primera División. Para ello, su hija Lana publicó en Instagram una foto donde un Jozić de 81 años y toda su familia posaron con camisetas del Cacique.

La imagen estaba acompañada de un mensaje de fuerza que decía “Familia de Mirko Jozić, presente. Hasta la morir”, en alusión a una icónica frase expresada por el entrenador en su rudimentario español de su iniciático arribo a Chile. Aquel de hace 30 años atrás, donde se transformó en el hombre que le enseñó a ganar a todo un país.

Esteban Bedriñan
Twitter: @ebedrinan

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