Bailaba dentro de la cancha y me salía todo. El drive paralelo con ángulo abierto estaba teledirigido al fleje. Los tiempos corrían, los drops se ajustaban. La cara de mi rival era un resumen: la resignación. Segundo set: cinco a uno. Con saque.

Cuando era chico era fanático del tenis y quería ser como Guillermo Coria. Buscaba que hasta la gorra me quedara como a él. La muñeca me parecía, como su apodo, mágica. No era una excepción: la Argentina vivía épocas de su “legión”, la que según la prensa brillaba en el mundo y perdía finales de Copa Davis.

Ese día, además, fue el día: 28 de agosto del 2004, cuando entre Carlitos Tévez, Luis Scola y Emanuel Ginóbili se encargaron de que la celeste y blanca se vaya de la angustiante tertulia de tener 52 años sin medallas de oro.

Me percaté de dos cosas. La primera: íbamos uno 1 a 1 y el interclubes lo definía yo. Lo segundo: mi ídolo era Guillermo Coria, dos meses después de su famosa final de Roland Garros, los calambres, el llanto contra los que le decían falopero, la sonrisa de Gaudio y todo eso.

Tanto era mi ídolo que lo seguí en los detalles: me cagué las patas. Perdí 7 a 5 el segundo y fui vencido en “supertiebreak”. Lloré por dentro como lo que era: un nene de 12 años que había fracasado.

Coria era el resúmen de nosotros: una persona normal con miedos. ¿Sabés lo que debe ser salir al Philippe Chatrier a los 22 años? Guillermo sintió el pecado capital: sintió. Se dio cuenta, algo que sospecho a Gaudio al día de hoy no le pasa.

Mi mundo, como el de la mayoría, se resume en esa lógica: potenciar nuestros talentos y disimular nuestros miedos. Coria no pudo: lo veía el mundo entero. Mi ídolo cometió el pecado de ser normal por un ratito. Le costó la carrera y parte de la vida.

El día que volví a competir me tensioné como nunca. El equipo estaba 2 a 0 tranquilo. Cuando gané, solamente se dio cuenta mi mamá. El tenis no me gustó, jamás competí a nada ni busqué vivir del deporte. Posiblemente nunca lo hubiera logrado.

Yo solo quiero ser algo de lo talentoso y todo lo fracasado que fue mi ídolo Guillermo Coria.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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