Nos sentamos a ver a Alemania con la confianza de lo previsible. La posibilidad de hinchar por el rival sonaba a un optimismo desmedido: parecía que la tarde solamente tenía para darnos paredes entre Kroos y Gundogan, diagonales y gambetas de Musiala, algún gol de Havertz. Terminamos parados, contracturados, intentando despejar centros y gritando goles anulados, como el de Ruben Vargas.

La palabra “unbekannt”, popularizada por Los Piojos en Argentina, quiere decir “desconocido”. La Eurocopa, una vez más, nos llevó allí.

La lógica para que Suiza se imponga en el marcador durante 64 minutos contra Alemania, de visitante, puede encontrarse. Las sociedades germanas encontraron una limitación permanente en la guerra de guerrillas que la línea de cinco de Murat Yakin y su equipo implantaron. El despliegue horizontal de la defensa logró captar las diagonales de los locales y cortar los circuitos entre Gundogan y Kroos con los delanteros laterales (Musiala y Wirtz) y con el punta Havertz.

El muro de Frankfurt tuvo al comandante Manuel Akanji al frente. Como si el Arsenal de Alfaro o el Banfield de Falcioni pudieran jugar en los Alpes, los suizos plantearon casi que una línea de cuatro por delante en el mediocampo, como un cerrojo, y se dispusieron a golpear en jugadas aisladas. Casi alcanza, como el reloj rígido que da una o dos veces la hora correcta.

Alemania, que casi no cruza el Rin, tuvo que volver a las fuentes para evitar la caída. Nagelsmann puso a Fullkrug para poner un nueve posta, un nueve nueve, y dejar los sistemas de juego complejos por una fórmula salvadora: centro a la olla. Los germanos encontraron la llave con un nueve Klose, un nueve Muller, un nueve Bierhoff, un nueve Jancker.

Los que “siempre ganan” casi pierden. De cara a los “mata-mata” tienen que tener cuidado: un nuevo unbekannt te puede dejar afuera de la copa.

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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