Talleres le había ganado el clásico a El Porvenir de visitante. Camino hacia el vestuario acomodo las notas y pongo el grabador en puerta. Voy solitario hacia el vapor. El aire tiene esa atmósfera pesada que Sandro cantaba; la respiración suena a enojo, fastidio e impotencia. La puerta del vestuario se cierra y muestra las caras de 20 muchachos masticando bronca.

De pronto, siento un brazo que me levanta, elevándome del piso. «Fíjense bien» (agitándome casi sin tocar el suelo). «Estos son los mismos que cuando ganamos están todos. ¿Y ahora? ¿Dónde están? Vean, miren bien y aprendan». Yo sigo la campaña de ustedes (pensaba en mi defensa), aunque los argumentos eran tan sólidos que me habían convencido también. Ahí apareció la voz de un tipo admirable como jugador y persona: «¡¡¡Soltálo, Darío!!!… O nunca jugaste al fútbol, viejo». Esa frase me salvó; uff, de verdad que me salvó, justa, precisa, salvadora.

Toda mi admiración al gran jugador que fue José «Garrafa» Sánchez, al que nunca le agradecí de palabra, pero con una mirada él entendió todo. Tiempo después, con El Porve casi campeón, conocí a sus padres. Me senté con ellos en la platea y pude cambiar palabras con su padre. «A José lo quieren mucho acá y también en Laferrere», me dijo. Y sí, es un muchacho formidable y querido por todos. La emoción de ver al hijo campeón la disfruté como propia.

Volví al periodismo después de un rato. En el pasillo del vestuario grabé la palabra de Iván Delfino, un central enorme y musculoso de aspecto cavernícola, muy profesional y con gran manejo de lenguaje, además de ser un tipo estupendo, gran formador y excelente DT. Con el rabillo del ojo, mientras Delfino se explayaba sobre el partido, veo el tumulto. Algún hincha dijo algo al pasar y se armó de lo lindo. Repartieron González, Sánchez, Valentini, el flaco Lago, Forestello y el «Pepo» Franchini, entre otros. Me quedé con Iván, que nunca se dio cuenta ni lo dejé girar para que viera y se metiera al match. Estoy seguro de que le salvé la vida a alguno. Como Garrafa había hecho conmigo.

Andrés Irazazabal

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