Suena el timbre. Es temprano. El tipo de barba canosa le dice feliz cumpleaños al pibito despeinado y le deja de regalo una bandeja con un desayuno. Al pibito despeinado no le importa el desayuno. La bandeja sí porque tiene pintada la bandera celeste y blanca que le marca el pulso de sus días. Al lado de una medialuna, el pibito despeinado encuentra un cd. Lo pone: un partido. Relata el tipo al que escucha los domingos en Radio Rivadavia. El protagonista del relato es el propio pibito despeinado. Un gol maravilloso, inolvidable, posible sólo en la imaginación de alguien capaz de hacer de un cacho de fútbol una poesía memorable. Patatín, patatán, miren qué gol que hizo Julián, pronuncia el vozarrón de aquellos del tipo de barba canosa que hace nada tocó el timbre de la casa del pibito despeinado. Cuando el pibito despeinado, ya no pibito, ya no despeinado, se entera muchos años de que el tipo de barba canosa se muere, agarra a su hijita de la mano y le cuenta de la bandeja y del cd. Como puede, con un nudo en la garganta, le explica que él no sería quien es si la vida no lo hubiera topado con un tipo de barba canosa que una mañana lo sorprendió con un regalo que hoy, que ahora, que en este instante, le vuelve a flotar en los oídos. La hijita lo escucha con atención y le pregunta de quién le está hablando. Y ahí él, ya no pibito, ya no despeinado, le da un beso y le susurra al oído el nombre del verdadero héroe de esta historia: Wálter Saavedra.
Julián Scher
Lástima a nadie, maestro necesita tu ayuda para seguir existiendo:
