Len Bias supo ser la gran promesa de la NBA, llamado a competir con Michael Jordan y a seguir el legado de Larry Bird en los Boston Celtics. Un sueño truncado por una sobredosis en una habitación de la Universidad de Maryland. Un texto de Crónicas de amor, locura y muerte. Escribe Sebastián Chittadini.

Sobre una camilla del Leland Memorial Hospital de Maryland, no solo yace un cuerpo que los médicos intentaron reanimar durante dos horas; hay 203 centímetros y 95 kilos que albergan un sueño de gloria silenciado para siempre a los 22 años. Son las 8.55 del jueves 19 de junio de 1986 cuando el doctor Edward Wilson declara muerto a Leonard Kevin Bias. Apenas 36 horas antes, ese nombre había resonado en la ceremonia del Draft de la NBA, al ser anunciado por el comisionado David J. Stern como la segunda selección. Estaba destinado a unirse a los flamantes campeones, los Boston Celtics que lideraba el ya legendario Larry Bird.

No es habitual que el equipo campeón de la NBA llegue al Draft con una selección tan alta, pero los Celtics estaban de suerte. Tras un intercambio con los Seattle Supersonics en 1984, habían sido favorecidos con el lugar que les tocara a estos en el sorteo de 1986. Como la temporada 1985-86 de los Sonics fue mala, a los de Boston les tocó elegir en el número 2 y Red Auerbach, su presidente, tenía claro a quién quería. Len Bias era considerado el alero más completo de aquel Draft, un jugador llamado a mostrar el mismo tipo de desequilibrio atlético con el que Michael Jordan había arribado a la liga en 1984.

La noche del 17 de junio encontró a Bias en New York, vestido con un impecable traje blanco con corbata negra y sentado en un salón lleno de gente y de ansiedad. Una gorrita verde con el logo de los Celtics llegó a sus manos en el momento en el que su nombre fue anunciado entre los aplausos, los flashes y el abrazo con su padre antes de abrirse paso hacia al escenario para estrechar la mano del comisionado Stern. Había repasado cada movimiento innumerables veces.

El flamante Celtic estaba preparado para hacer todas y cada una de las declaraciones correctas. Y las hizo. Estaba feliz de haber sido elegido por Boston, iba a salir a dar lo mejor de sí desde el día uno y no tenía problemas con ser suplente en un equipo del calibre del que lo acababa de seleccionar. Lagrimeó, volvió a declarar a los cuatro vientos que estaba viviendo un sueño, se puso la gorrita y posó por primera vez con una camiseta de su nuevo equipo con el número 30. Sonrió con la mejor de sus sonrisas y esa noche, tras el Draft, él y su padre cenaron con Auerbach en un lujoso restaurante neoyorquino. Lo esperaba un nutrido calendario de actividades: viajaría a Boston para firmar con los Celtics y cerrar un contrato de patrocinio con Reebok, luego iría a Maryland para un festejo íntimo y finalmente volvería a Boston para sumarse al campamento de entrenamiento. 

Len Bias había nacido el 18 de noviembre de 1963 en Landover, Maryland. En ese pequeño pueblo de las afueras de Washington DC, fue a la misma escuela primaria y secundaria que sus dos hermanos y su hermana, también hizo teatro en la misma academia que todos ellos. Era un muchacho creativo, sensible, perfeccionista, meticuloso respecto a su apariencia y fanático del orden. Con todo esto, no resultó raro que en la universidad le llamara la atención el diseño de interiores.

En la cancha, esa creatividad desbordaba en cada jugada. Desde su inventiva para anotar de diferentes maneras, a través de una asistencia entre las piernas de un rival o mostrando toda la plasticidad de su cuerpo en sus imparables vuelos hacia el aro. Al final de su tercer año universitario, en la temporada 1984-85, sería nombrado como el mejor jugador de la durísima conferencia ACC por encima de futuros jugadores NBA como Brad Daugherty, Spud Webb o John Salley. En las oficinas de los Boston Celtics, un equipo que había jugado finales en tres de las cinco ocasiones posibles en lo que iba de la década de los 80, el habano de Arnold “Red” Auerbach acompañaba la idea de invitar a semejante proyecto de crack a entrenamientos privados.

Red, el arquitecto de aquella dinastía celta en los años sesenta, estaba proyectando lo mismo dos décadas después. Quería a Bias a toda costa y lo invitó a esperar un año para usar aquel pick intercambiado con los Supersonics y sumarlo al equipo que comandaba Larry Bird. La narrativa era perfecta, hasta en el hecho de que las iniciales L.B se repetían en el jugador al que quería para aprender de Bird y ayudarlo a prolongar su dominancia. Al final de la temporada 1985-86 del básquetbol universitario, Len mejoró todavía más lo hecho el año anterior, acaso motivado por la promesa de Auerbach. Se convirtió en el mejor jugador de la ACC por segundo año consecutivo, apenas el séptimo jugador que lograba algo así. Ya se hablaba de él como némesis de Michael Jordan, con quien había tenido intensos duelos en aquellos Maryland-North Carolina.

El 16 de marzo de 1986, tres meses antes de que sus caminos se cruzaran, Len Bias y los Celtics jugaron por última vez al mismo tiempo. La universidad de Maryland enfrentaba a UNLV por la segunda ronda del torneo nacional de la NCAA y perdería, marcando el final de la trayectoria universitaria del número 34. Pese a la derrota, parecía invencible dentro de una cancha y adelantado a su tiempo. Tras sus 31 puntos y 12 rebotes, recibió una ovación de todo el estadio. Pronto sería seleccionado por los Celtics, que esa noche estaban jugando en casa contra Philadelphia. Estaba terminando la temporada regular y el equipo tendría un paso triunfal por los Playoffs hasta terminar coronándose campeón. Y todavía tenían la segunda selección del Draft.

Bienvenido al show

El Madison Square Garden es uno de los lugares más emblemáticos de una ciudad conocida por no dormir nunca. También es el hogar de los Knicks, una de las franquicias originales de una NBA que recibía en sus instalaciones a los jugadores más destacados del ámbito universitario y a los ejecutivos que esperaban seleccionarlos para reforzar a sus equipos. 

Len Bias, 203 centímetros y 95 kilos, tiene todo. Vale millones, todo el mundo se lo dice. Sus sueños van rápido, como el Mercedes que se va a comprar cuando firme con los Celtics, que lo van a elegir segundo, después de Brad Daugherty, que irá a Cleveland. Será cuestión de no ir por el carril equivocado de la autopista que lleva al éxito. Pasará su primera noche como Celtic ya en Boston, la ciudad que lo espera para seguir abrazándose a la gloria. Desde el hotel, tendrá que salir en vivo por tres cadenas diferentes de televisión. Todo es futuro y va a mil por hora. 

Durante el día siguiente, el miércoles 18, se encontrará con Danny Ainge y otros jugadores de los Celtics. Llegará a enterarse de que Larry Bird había prometido acortar sus vacaciones para acompañarlo durante el Rookie Camp y hacer sesiones de entrenamiento juntos. Junto con su padre, que también es su representante, cerrarán un millonario acuerdo con la marca deportiva Reebok. 325 mil dólares anuales durante cinco años, además de una interminable cantidad de pares de zapatillas que harán felices a sus hermanos al volver a su casa, donde festejará en familia y lo llenarán de abrazos. Luego, en plena euforia por su inminente paso al profesionalismo, irá en su nuevo auto hacia el campus de la Universidad de Maryland, donde se reencontrará con ex compañeros y otros estudiantes. A la mañana siguiente, tras desayunar con su amigo Keith Gatlin y pasar a despedirse de sus padres y hermanos, se trasladará a Boston para el comienzo del campamento de entrenamiento. Sin embargo, sus padres tienen un extraño presentimiento acerca de que algo muy malo va a pasar.

Len Bias no puede morir

El número 2 del Draft abandonó el campus universitario y se dirigió a una fiesta en otro lugar. Eran las dos de la madrugada de un 19 de junio que debía encontrarlo en Boston algunas horas más tarde. Alrededor de las tres, tras haber comprado bebidas en una tienda abierta las 24 horas y ser parados por la policía, volvieron. Uno de los agentes, al reconocerlo, incluso le recomendó que celebrara debidamente que iba a jugar en la NBA. Su amigo Brian Tribble llevó cocaína al encuentro.

Un rato después, Bias empezó a convulsionar mientras hablaba con Terry Long. A las 6.32, Tribble llamó al 911. “Es Len Bias, tienen que devolverlo a la vida. Él no puede morir”, balbuceó a un operador que le decía que no importaba cuál era el nombre de la persona por la que estaban llamando a la emergencia, sino el problema. Mientras esperaban a los médicos, llamó a los padres de Len, quienes se dieron cuenta de que su intuición no había sido errada. Por si fuera poco, les mintió acerca del hospital al que sería trasladado y eso hizo que demoraran en llegar al Leland Memorial. 

Cuando el cuerpo de Len entró al quirófano, estaba sin signos vitales y había perdido toda la adrenalina de su organismo. Intentaron reanimarlo, pero los minutos con el corazón parado hubiesen dejado secuelas cerebrales. Su representante, viendo lo grave de la situación, llegó a llamar al senador Edward Kennedy para conseguir al mejor cardiólogo del estado y un trasplante de corazón. Ya era tarde. La inocencia y los sueños habían muerto.

En medio del shock, el doctor John Smialek fue el encargado de realizar la autopsia y de dar sus resultados en una conferencia de prensa. Con una calma llamativa, dijo: “El señor Bias murió de una intoxicación por cocaína que le provocó una interrupción de la actividad eléctrica normal del cerebro que controla los latidos del corazón. Esto resultó en una serie de repentinas convulsiones y paros cardíacos”. Agregó que el jugador había consumido una forma de cocaína con un 98% de pureza, letal hasta para un súper hombre. 

Danny Ainge, que había estado con él 10 horas antes, se dirigía a jugar al golf con un amigo cuando se enteró por este de la muerte de su futuro compañero. Larry Bird se estaba duchando cuando su esposa le dio la noticia, ninguno lo podía creer. 

Una multitud conformada por 11 mil personas se desplazó hasta la Universidad de Maryland para ver a Len Bias por última vez. Las primeras flores que llegaron fueron unas peonias, cuyo remitente era Michael Jordan. No tardaron en llegar las flores de Larry Bird, la tarjeta de condolencias del presidente Ronald Reagan y la llamada telefónica de la madre de Magic Johnson.

Entre la gloria y el dolor

Los Celtics apenas pudieron celebrar su título número 16. Tan solo once días habían pasado desde su consagración cuando sufrieron el golpe. El 31 de octubre de 1986, ese año marcado por las mieles de la victoria y por el desgarrador llamado de la muerte, los encontró inaugurando la siguiente temporada. La que se suponía que iba a tener al novato Len Bias debutando con su camiseta número 30. Se celebró el título de la temporada anterior, pero un dejo de tristeza sobrevolaba el ambiente. Los jugadores recibieron sus anillos de campeón, se izó la bandera que conmemoraba el campeonato y los Washington Bullets fueron derrotados por 18 puntos.

Pero es imposible no pensar en la juventud y el talento que Len Bias hubiera aportado a aquel gran equipo que se derrumbó físicamente. Empezaron los problemas de espalda de Larry Bird, Robert Parish y Danny Ainge jugaron toda la temporada con lesiones y Kevin McHale soportó todos los playoffs con un pie roto. Bill Walton jugaría solo diez partidos de los 82 de la temporada regular por sus recurrentes lesiones y se vería forzado al retiro, mientras que Scott Wedman solo estaría disponible en seis partidos tras dos cirugías en su talón izquierdo. Auerbach mencionó haber perdido el interés en la conducción tras no recibir ninguna compensación por parte de la NBA y los Celtics recién ganarían otro título en 2008, 22 años después de la muerte de Bias, que tenía 22 años cuando murió.

Una pelota en medio de la noche

No se sabe qué pasó con la gorrita de los Celtics que quedó en esa habitación desolada como único vestigio de un joven que era el dueño del mundo, el llamado a ser el heredero de Larry Bird y el archirrival de Michael Jordan. Nadie podía con Len Bias, salvo su propia celebración. Porque los sueños suelen ir por la autopista, a toda velocidad por carriles en los que se cruzan las esperanzas y las desilusiones.

Len Bias y su sonrisa de niño feliz viven en el autógrafo que conservó el pibe que atendía el autoservice, tal vez el único al que llegó a ponerle el numeral 30 de los Celtics que presagiaba campeonatos y millones de dólares. O en la gacetilla de prensa que la NBA había hecho para el Draft de 1986. En la página dedicada al segundo seleccionado, un especialista hablaba sobre la perfección de su mecánica de tiro y su gran capacidad atlética. Además, destacaba sus logros como máximo anotador histórico de la universidad de Maryland, así como su nominación en el quinteto ideal de los universitarios. Al final, había una frase entrecomillada: “Todos los días hago cosas que no sabía que podía hacer. No estoy ni cerca de mi potencial”.

¿Alguna vez su imagen se desvanecerá por completo? La gente todavía piensa en él, lo ve castigando defensas vestido de verde y escribiendo páginas de leyenda. Aunque se convirtió en una lección sobre la mortalidad; es inmortal en discursos, libros e historias. En la universidad, algunos piensan que su presencia fantasmal aún merodea en el campus. Incluso, algunos ocupantes del dormitorio en Washington Hall donde murió dicen haber escuchado el pique de una pelota en medio de la noche. 

Sebastián Chittadini
Twitter: @SebaChittadini

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