Detrás de los casos de doping positivo que descalificaron a la federación rusa de los próximos Juegos Olímpicos, hay un personaje que parece sacado de una película de James Bond situada en la Guerra Fría. Una mezcla entre villano, científico loco y malo de la película que termina jugando para los buenos. Escribe Esteban Bedriñán.
Casi sin proponérselo, el doctor ruso Grigori Mijáilovich Ródchenkov ha emulado a la historieta del dibujante Horacio Altuna y el guionista Carlos Trillo, “Las puertitas del señor López.” En esa ficción que se publicó en la Argentina desde finales de 1979 hasta 1982, el protagonista, un empleado de oficina calvo y gordo que vive atormentado por su esposa, sus vecinos y sus jefes, escapa de ellos abriendo las puertas de los baños e ingresando en un mundo alternativo e imaginario donde se encuentra y se enfrenta a sus más profundos miedos y placeres.
Las puertas que abrió Ródchenkov al denunciar los casos de doping de estado en Rusia son un tanto diferentes: sin salir del mundo real, aunque a veces cueste creerlo, desnudó no solo un escándalo de proporciones bíblicas en su país, sino que dejó de manifiesto la doble vara de las asociaciones mundiales que velan por la integridad del deporte al más alto nivel y los intereses de los Estados Unidos por intentar aprovechar la ocasión para transformarse en el gendarme del mundo a pesar de sus problemas internos.

Ródchenkov, doctor en cinética química y catálisis, volvió a estar en boca de todos cuando el 30 de julio publicó su libro titulado “El caso Ródchenkov. Así tumbé el imperio secreto de dopaje de Putin.” En él, promete desnudar el aparato de dopaje estatal de Rusia y otros escándalos más como el boicot de la ex URSS a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 o el conocimiento que tenían de antemano en su país sobre el resonante doping positivo de Ben Johnson en Seúl 1988. Ya desde los tiempos soviéticos fue miembro del Centro Antidopaje de Moscú y cuando cayó la URSS continuó en puestos similares. Para el año 2005 se convirtió en el director en funciones del centro antidopaje general de Rusia pero fue arrestado en 2011, acusado de dopar atletas, encubrir casos positivos a cambio de dinero y de tráfico de drogas. Intentó suicidarse y en lugar de ir cárcel fue derivado a un hospital psiquiátrico.
El Comité Olímpico Internacional (COI) se interesó por él y pidió a Rusia su presencia en los Juegos de Londres 2012para que viera cómo funcionaban los controles antidoping. Al regresar, Moscú lo designó Director del Laboratorio Antidoping y fue condecorado por Vladimir Putin con la Orden de la Amistad tras la cosecha récord de medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014. Fueron los juegos más caros de la historia con un costo estimado de 51 mil millones de dólares, superando cuatro veces el costo inicial de 12 mil millones de dólares y en donde Rusia terminó primera en el medallero superando a potencias en deportes invernales como Noruega, Canadá y los Estados Unidos. Luego de este suceso, la imagen positiva de Putin, dicen los expertos, fue lo que le dio más impulso para atacar a Ucrania en la llamada “Guerra del Donbaas” de ese mismo año.

ÍCARO, UN VUELO HACIA UN NUEVO MUNDO
Ganadora del Oscar 2018 en la categoría Documental, el film “Ícaro” fue dirigido por el estadounidense Bryan Fogel. El autor, un cineasta y ciclista aficionado, decide experimentar en su propio cuerpo con distintas drogas que lo hagan mejorar en su rendimiento. Su objetivo es competir en la Haute Route, un evento anual en los Alpes franceses para ciclistas amateur que consta de 7 etapas con casi 900 km y 22.200 metros de desnivel positivo, para demostrar que si él puede correr dopado cualquier atleta puede hacerlo a pesar de los controles de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Para ello, se puso en contacto con varios científicos de los laboratorios antidopajes más importantes del mundo, quienes finalmente lo contactaron con Ródchenkov para que lo ayude a burlar al sistema. Se comunicaron vía Skype y luego de un par de meses de soportar inyecciones con distintas drogas, logró mejorar su rendimiento. Es en ese entonces, para noviembre de 2015, cuando Ródchenkov se vio salpicado por un informe de la AMA que lo involucró directamente sobre el sistema de dopaje estatal de Rusia.

A partir de allí el documental da un giro de 180º y toda la atención se centra en el médico ruso. El propio Fogel es quien le consigue pasajes a EE. UU. y lo aloja en su casa de California, temeroso de que sea apresado o asesinado si no se exilia. Le contaron la historia al New York Times y consiguió que sea incluido en el programa de “Testigo protegido” del FBI. Es entonces cuando el propio Ródchenkov cuenta cómo armaron el sistema para cambiar los frascos con las muestras de deportistas rusos en los Juegos de Sochi sin ser detectados por la AMA mediante huecos en las paredes del laboratorio y con ayuda de agentes del Servicio Federal de Seguridad (ex KGB). También hace mención en ese momento del film, al cóctel especial que preparó para los locales en esa cita olímpica al que bautizó con el nombre “Duquesa.” El mismo estaba creado con derivados de la testosterona y fue evolucionando hasta convertirse en un mix de esteroides que, diluido en whisky o vermut, no necesitaba ser siquiera tragado ya que se absorbía por membranas bucales y en solo cinco días era indetectable a cualquier control.
CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE
A raíz de los escándalos, la AMA ordenó al catedrático de Derecho y abogado canadiense Richard Mc Laren la creación de un informe sobre el dopaje estatal de Rusia. Publicado en mayo de 2016, el trabajo no da nombres pero alude a un millar de deportistas rusos y algunos extranjeros, y abarca una treintena de deportes, entre ellos el fútbol, del que Rusia fue organizador del mundial en 2018. El deporte madre solo tuvo que apartar del Comité Organizador a Vitaly Mutkó, quien era presidente de la federación rusa de ese deporte y organizó el torneo sin ningún problema.
Tras la puerta abierta por las confesiones de Ródchenkov, Rusia estuvo a días de no formar parte de los Juegos de Río 2016, aunque finalmente el COI anunció que la participación de los atletas rusos sería evaluada caso por caso por las respectivas federaciones de cada deporte. De los 389 deportistas rusos clasificados e invitados a participar, fueron excluidos más de 100, entre ellos el equipo completo de halterofilia, 26 remeros, cuatro piragüistas, tres ciclistas y los 67 clasificados en atletismo ya que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés) los suspendió a todos. Justamente en los mundiales de este deporte en 2017 y 2019, la IAAF autorizó a que participen aquellos atletas rusos que hayan demostrado no tener participación en el sistema de dopaje estatal de su país. Pero no permitió que corran bajo bandera rusa sino que lo hagan como “Atletas neutrales autorizados.” La prohibición, que hasta hoy es de cuatro años y abarca a los Juegos de Tokio 2021 y los invernales de Pekín 2022, es producto de la manipulación de los datos del Laboratorio de Moscú. Dichas manipulaciones hacen imposible comprobar si 145 de los 298 deportistas rusos sospechosos incluidos en la base de datos violaron las reglas antidopaje entre 2012 y 2015, por lo que la AMA consideró que Rusia ha intentado encubrir posibles positivos.
LA DOBLE VARA ESTADOUNIDENSE
Mientras las confesiones de Ródchenkov paralizaron el atletismo y el deporte ruso casi en su totalidad, los Estados Unidos se relamieron con esa suerte de guerra fría deportiva y ya prepararon una ley para transformarse en los gendarmes del deporte mundial. Amparados en que los controles de la AMA no han sido lo suficientemente férreos y con el espíritu de querer ser ellos un suerte de tribunal mundial, el Congreso aprobó en julio de 2019 un proyecto de ley, llamado “Ley Ródchenkov” donde dictan que en cualquier torneo de cualquier disciplina, si un participante de cualquier país da positivo en un control antidoping luego de vencer a un norteamericano, puede ser extraditado a los Estados Unidos para ser juzgado y condenado. Se trate de un certamen de boxeo en Malasia o de un campeonato de bádminton en Taiwán, siempre que afecte a un deportista estadounidense o que haya sido televisado por una cadena de ese país; o cuyos auspiciantes sean del gran país del norte; o los premios que se abonen sean en dólares o con sistemas electrónicos estadounidenses: todos son punibles de sanción. El proyecto, que ahora está siendo tratada por diversos comités, solo espera la aprobación del Senado y la posterior firma del presidente Trump para transformarse en Ley.

La AMA emitió un comunicado preocupada por la aprobación de esta ley, su aplicación legal en todo el mundo y se preguntó, muy atinadamente, que “desea entender si, como afirman sus promotores, el objetivo declarado de la legislación es proteger a los atletas, por qué excluye vastas áreas del deporte estadounidense, en particular las ligas profesionales y todos los deportes universitarios.”Sucede que tanto la NBA (básquet) como la MLB (béisbol) y la NFL (fútbol americano), por citar las más conocidas, no suscriben al código antidopaje de la propia AMA ni del COI. Y por que los Estados Unidos, siempre tan probos a la hora de exigir sanciones para los demás, tardaron años en detectar que íconos de su cultura deportiva hacían uso y abuso de sustancias dopantes para competir. Como el ciclista Lance Armstrong, la personificación del deportista norteamericano modelo, siete veces ganador del Tour de Francia, quien sigue sosteniendo que volvería a doparse porque «Era lo que teníamos que hacer para ganar.»
Esa doble vara moral norteamericana tal vez puede sintetizarse en la frase bíblica que utilizó el senador demócrata por Rhode Island, Sheldon Whitehouse al introducir la “Ley Ródchenkov” al Senado: “Para seguir siendo una ‘ciudad en una colina’ [parábola del Evangelio que significa ser la luz del mundo, un lugar que no puede esconderse de la vista de todos], Estados Unidos debe lograr que todos los corruptos y todos los malhechores nos rindan cuentas siempre que podamos.”
Esteban Bedriñán