Hace 25 años un partido de octavos de final de la extinta Supercopa, se eternizaba en dos nombres y una acción: la piña de Zandoná a Edmundo. Escribe Federico Abbiati.
Hace 25 años, la noche del 3 de Octubre de 1995 en el Estadio Municipal Parque do Sabiá se medían Flamengo vs. Vélez por la fase inicial (octavos de final) de la Supercopa Sudamericana de Campeones. La ida, en el José Amalfitani, había sido favorable al “Fla” por 3 a 2.
La envergadura de ese plantel carioca, perfectamente se grafica al recordar su tridente ofensivo: Romário, Edmundo y Sávio. Sin embargo, sorpresivamente, el foco de atención pasaría a posarse en su DT.

Para septiembre de 1995, Washington Carlos Nunes Rodrigues, de 59 años y más conocido como “Apolinho”, era un relator deportivo de alto rating que se desempeñaba en la cadena O´Globo. No se imaginaba, hasta entonces, que su conexión con el equipo rubronegro traspasaría la del fanatismo aficionado.
El Club de Regatas do Flamengo conmemoraba su centenario sumido en una profunda crisis institucional y deportiva. Kleber Leite, también cronista deportivo durante la década del ´70 y devenido posteriormente en empresario, era quien comandaba los destinos del Mengao.
Urgía encontrar un revulsivo que aplacara los ánimos en un vestuario sometido por semejantes egos como eran los de Romário y Edmundo. Ante esta situación, Leite buscó un rotundo golpe de efecto a través de la designación de Apolinho. «No soy técnico ni nunca lo fui, pero el Flamengo no me invitó, me convocó… Por el Flamengo yo hago cualquier cosa, si el arquero se lesiona y precisan de mí, yo voy al arco», declaró el flamante entrenador.

El ciclo arrancó con victoria contra Vélez en Liniers. Exactamente 48 horas luego de su rimbombante arribo Apolinho debutaba ganando gracias a los tantos de Edmundo, Sávio y Rodrigo. Roberto “Cabezón” Trotta y Marcelo “Popeye” Herrera convirtieron para los de Bianchi.
En la revancha 19 días más tarde, en Minas Gerais, quedaba evidenciado que la llegada de Rodrigues había dado oxígeno al rendimiento futbolístico. Si bien el desgraciado autogol de Mauricio Pellegrino poco menos que enterraba la expectativa fortinera, Edmundo y Romário cerraron una goleada 3 a 0 sin atenuantes.
Parecía que el espectáculo ya había ofrecido todas sus alternativas pero, parafraseando a Sacheri, lo raro empezó después. Y el que pareció haber asumido el papel de villano, fue nada menos que el temperamental Flavio Gabriel Zandoná.
Con el resultado sellado, “O Animal” Edmundo había arrancado con su samba predilecta, la de delirar a los rivales que se encontraban en inferioridad de condiciones. Pero el “Chino”, que instantes antes había sido desparramado en el suelo por Rodrigo, en la jugada que terminaría en el tercer y último gol, bajo ningún punto de vista estaba dispuesto a aceptarlo.

Ya a la primera pisada, Zandoná le propinó un cachetazo. De pasada, Marcelo “Negro” Gómez lo increpó y siguió. El referee ítalo-uruguayo Ernesto Filippi, el mismo que la tarde del 5 a 0 de Colombia a Argentina en el Monumental Colombia habría arengado a los jugadores cafeteros para seguir aumentando la cuenta, controlaba las acciones con displicencia.
El nuevo guadañaso del volante velezano, como respuesta al gesto con los tres dedos en alto de Edmundo, sólo fue el comienzo de la batahola. A la derribadora trompada final, le siguió la patada voladora de Romário para con el argentino. Intervención de los bancos de suplentes, la policía y suspensión definitiva por parte de Filippi.
Caminando hacia el vestuario, Edmundo declaraba que ya todo había terminado, que lo importante era la clasificación a la siguiente llave y que Vélez estaba fuera. Flamengo alcanzaría la final de esa Supercopa, perdiendo la serie final ante el Independiente de Miguel Ángel “Zurdo” López, Gabriel “Gurí” Alvez, Javier “Chancha” Mazzoni y Cristian “Pájaro” Domizzi.
El salvataje para el que había sido convocado Apolinho llegaba a su fin con un 52% de efectividad, producto de 11 victorias, 8 empates y 7 derrotas. El equipo había conservado su lugar en la elite del fútbol brasileño y empezaría, entonces, el exitoso ciclo de Joel Natalino Santana.
Apolinho Rodrigues se colgaba el mameluco de bombero. Atesorando sólo él la verdad acerca de sus supuestas declaraciones sobre la bravura de sus jugadores para las piñas y de que si la delegación argentina quería “cobrar”, pues cobraría hasta el día siguiente.
Federico Abbiati