Alberto Krug: una historia de pasión, fútbol y lucha. Escribe Santiago Núñez.
Alberto se comunicaba en codigo con su padre y su hermano. El objetivo era el más noble: vivir juntos los tres una vez por semana (o cada dos) el elixir sagrado de 90 minutos de pasión en el Cilindro. Su Cilindro. Tenían los tres un lugar en esa tribuna popular, que por supuesto solamente ellos sabían.
Un día de diciembre, sin embargo, el tablón que esperaba a Alberto se dio cuenta que éste no vino. Pero lejos de llorarlo, el escalón de cemento lo aguardó.
Lo esperó aquella tarde de Diciembre del 83 en la que la Academia tocó fondo. También para vivir los primeros partidos del ansiado regreso en el 86 o para estar juntos y abrazados en esa final con Cruzeiro del 88.
El tablón miraba al horizonte pendiente de Alberto mientras se deleitaba con los equipos de Marchetta, Brindisi y el Coco y las corridas del Chelo y el Piojo.
Ese pedazo de mundo que es la tribuna asegura que Alberto estaba ahí cuando Racing, «su» Racing, llenaba la cancha sin jugar y por amor al club, o para deleitarse con el gol de Bedoya y el equipo de Mostaza. También para gritar el gol de Maxi Moralez y saltar con Milito, Dieguito Cocca y luego el Chacho.
Este marzo del 2021, Racing le devuelve la condición de socio a Alberto Krug, militante de Montoneros e hincha fanático que iba en código a la cancha con su viejo y su hermano. Fue secuestrado por la última dictadura cívico-militar-eclesiástica el 2 de diciembre de 1976. Su madre le pagó la cuota muchos meses aguardando su vuelta.
El Cilindro lo espera, aunque, para ser sinceros, Alberto nunca se fue.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiagoNunez
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