El lateral derecho que se fue al Sevilla no es solamente un defensor. Es el alma de un club y de sus hinchas. Escribe Santiago Núñez.

Los 10 abriles que ostenta en su DNI no lo privan de un sugestivo ingenio y una imponente sagacidad. Hay que salir del colegio, transitar rápido las baldosas de Virrey del Pino (González Catán) que lo separan del colectivo 620 y comenzar la travesía diaria de dos horas y media, que incluirá una traffic hasta Liniers y un viaje más con el 28 por la costera General Paz, hasta llegar al predio de Villa  Martelli. Para la vuelta, todo es igual.

En algún momento, el chico que ya no podía ir acompañado al entrenamiento porque a  su mamá no le daban las horas en el trabajo optó por extrañar y empezar el duro camino de “vivir en la pensión del club”.

Pero lo cierto es que Gonzalo Montiel no necesitó más de una década de vida para saber cómo ganarle al tiempo.

El Philipp Lahm argentino

“Es un alemán, un alemán entrenando y jugando”, decía Marcelo Gallardo en una entrevista de la revista El Gráfico sobre Gonzalo Montiel, que debutó en River el 20 de abril del 2016 y jugó en el Bajo Belgrano hasta la semana pasada. En su trayectoria con la “banda roja” disputó 139 partidos, en los que convirtió 6 goles y dio 14 asistencias.

Si bien la frase de Gallardo apuntaba a la solidez en el trabajo y la disciplina para el día a día, es claro que la comparación también estaba vinculada a atributos técnicos: Montiel se convirtió en estos años en un jugador de físico no necesariamente alto pero sí potente, con agilidad para el robo, buen manejo de pelota, velocidad para desplazarse por el andarivel, inteligencia de juego, capacidad de estar en todos y cada uno de los puntos de la línea de cal derecha en cualquier terreno de juego. Sin importar el tiempo, siempre gana. Como Philipp Lahm.

Una de sus características fundamentales es la polifunción. El “jugador multitasking” que era central en la reserva, en donde jugó también de volante tapón y hasta de 8 con llegada, debutó en torneos internacionales como stopper por derecha con línea de 3. Luego jugó de 4, el puesto que mejor le queda, y de lateral-volante por derecha para, a veces, aparecer de wing. En los pasillos del Monumental, lo apodaron el “bombero”, por la cantidad de tareas que podía cumplir sin ruborizarse.

La combinación entre el excelente rendimiento futbolístico, una humildad característica y su amor constantemente expresado por el club hicieron de Montiel no solamente una figura sino un ídolo en vida de River, rompiendo con aquella lógica en la que al Olimpo solamente entran jugadores retirados romantizados por el paso de los años. Acá también le gana al tiempo: Gonzalo es uno de los mejores laterales por derecha de la historia “millonaria”.

La confianza hizo que en el último año se convirtiera en el “encargado de los penales”. Su buen rendimiento lo llevó a la selección y a levantar la última Copa América en el Maracaná marcando a Neymar y sosteniendo todos los embates brasileños. El joven cachetón que aparecía como promesa pasó a ser figura internacional como si el tiempo no existiera. O como si Gonzalo siguiera a esa voz que en cada entrenamiento y en cada zancada costera al banco de suplentes del Monumental le decía: “Confiá en vos, que podés”.

Una copa para brindar

El rechazo de Edward Zenteno lo obliga a retroceder. La noche, para su debut copero, no es la mejor. Cancha llena, no cabe un alfiler. Cuartos de final. Noche dura para remontar un 0 – 3 contra Jorge Wilstermann. Pero ni el escenario, ni la línea de 3 inédita, ni el desafío complejo hacen que Gonzalo Montiel se achique.

Por eso, cuando viene el pelotazo, rechaza con firmeza en la parte más retrasada de la defensa, sin saber que Auzqui la va a pelear arriba, que Nacho Fernández la va a dominar pero la va a perder, que Ponzio va a ganar el rebote y va a meter un pase largo con una precisión quirúrgica, y que ese lanzamiento será congraciado por Scocco que, caño a un defensor y gambeta al arquero mediante, va a hacer un golazo que empezó en los pies del joven defensor. Tampoco que iba a ser el primero de los ocho goles de una noche increíble. Gonzalo sólo rechaza, con la eficacia que lo caracteriza.

Desde aquel momento, las Copas no le sentaron para nada mal a Montiel. Enorme primera prueba frente a Jorge Wilstermann, gol a Lanús en semifinales, figura en el River campeón del 2018, en el finalista del 2019 y en el semifinalista del 2020, con el gol a Nacional en cuartos y el “bombazo” anulado contra Palmeiras en semis. En su “palmarés” ostenta dos Supercopas Nacionales (una contra Boca) y tres Copas Argentinas, así como también dos Recopas Sudamericanas y una Libertadores, acaso la más linda de la familia riverplatense. Su familia. 

Ahora es 9 de diciembre de 2018 y Gonzalo está en Madrid. No llega a cerrar nunca, al punto que solamente se choca con Darío Benedetto cuando el centrodelantero xeneize se va a festejar. El goleador le saca la lengua en la cara. Montiel no reacciona. Sabe que no pasa nada. Mantiene la calma. Al final, debajo de las estrellas, como casi siempre, obtendrá lo que lo hace más feliz.

Mirar al cielo

En la noche del 5 de noviembre del 2017, horas después de perder con Boca, Montiel recibió una de las peores noticias de su vida. Murieron dos de sus amigos más cercanos. “Les pegaron tiros en el barrio”. Cuando hablaba del “barrio”, Montiel definía sus tierras, de las que nunca renegó.

Las balas de la yuta, de las mafias, los punteros. Las balas aliadas de la desidia, las almas de una marginalidad que algunos quieren disfrazar. Todo esa realidad le hacía jugar una mala pasada: “Cuando te pasa algo así te das cuenta que hay cosas mucho peores que perder un partido”.

No era la primera vez. Su abuelo materno Jerónimo, que luchó para que le pongan “Ariel” a Gonzalo por su fanatismo por River y por Ortega, falleció luego de un disparo ocasionado en el marco de una “discusión entre vecinos”, cuando Montiel solamente tenía 7 años.

Si de eso se sale con una personalidad más fuerte solamente puede ser afirmado por quienes hacen de la desgracia un slogan. Ahora, el que no olvida a los suyos sin dejar de intentar tiene premio. Cinco días antes de esa noche, Gonzalo tuvo su debut goleador en Primera, ante Lanús, por las semifinales de la Copa Libertadores 2017. Lo primero que hizo fue gritar. Lo segundo, estirar sus brazos. Lo tercero, mirar al cielo. O a su abuelo Jerónimo.

Doce pasos 

Montiel ostenta un récord curioso en sus penales pateados. Con seis ejecuciones e igual cantidad de goles desde los doce pasos es, junto a Ignacio Scocco y Luis María Rongo (que jugó en las décadas del 30 y el 40) el jugador con mayor efectividad en el rubro. Lo siguen Oscar “Pinino” Mas (89%), Lucas Alario y Martín Cardetti (87%) y Enzo Francescoli (86%).

El primer antecedente fue ante Cruzeiro por los octavos de final de la Libertadores 2019, pero no en el tiempo reglamentario, sino en la definición para desempatar. Luego, en cuartos de la Copa del año siguiente, se daba una situación particular: Borré no convirtió desde el punto blanco y River traía consigo una racha de 13 fallas en las últimas 23 ejecuciones. Montiel se ofreció y la pelota tuvo destino de red, algo que se repetiría luego contra Colón, Rosario Central, Fluminense y Aldosivi. En general utilizando el borde interno para definir con dirección, contra el “sabalero” se dio el lujo de un disparo “no look”, es decir, mirando para el otro lado.

El último partido con la camiseta de River fue el 4 de agosto. El conjunto de Gallardo, ese día, perdió contra Boca por penales y quedó afuera de la Copa Argentina. Montiel ya no estaba para patear. Había salido lesionado en el entretiempo.

Debajo de la luna

Se hace el distraído y avanza despacio porque sabe el plan que tiene el lateral opuesto. No quiere levantar la perdiz. Todos miran hacia el lugar en el que está la pelota. Él simplemente espera. Cuando entiende que el centro va a llegar, mete un pique rápido. La pelota llega al lugar indicado y ejecuta una volea espectacular que hace del arquero rival un espectador de lujo. 3 a 0 en 51 minutos. River se come crudo a Palmeiras, empata la serie y se encamina a la final.

Gonzalo Montiel no sabe que en unos minutos alguien le va a anular el gol de su vida y uno de los tantos más gritados de la historia del club en el que juega y es hincha desde la cuna, por un offside que nadie percibió. Tampoco que no va a poder ganar. Simplemente corre, con la boca llena de grito. Con la vida llena de gol. Hunde su cuerpo en un abrazo que no confunde titulares con suplentes. Por un momento ínfimo, cuando no grita, sonríe.

Todo lo demás es tiempo.

Santiago Núñez

Twitter: @santinunez

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