La memoria, el pensamiento y el compromiso con la realidad son lugares que te atraviesan para siempre. Rodolfo Walsh, el ajedrez y el recuerdo a los 30 mil juegan juntos hoy en Lástima a Nadie Maestro. Escribe Lucas Jiménez.
“La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 me llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Aramburu y Rojas, y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era el ataque a la bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana.”
Prólogo de “Operación Masacre”-Rodolfo Walsh
Walsh antes de ser Walsh estaba metido en una variante de una apertura de ajedrez. O sea Walsh antes de ser Walsh ya estaba pensando. Así que podemos aventurar en esta especie de ensayo que el ajedrez es mucho más que un juego.
Es un punto de partida para entrenar la memoria, para el pensar y la reflexión. Así que en las horas posteriores al 24 de marzo y a 42 años del día que el periodista fue baleado y luego desaparecido cuando se disponía a entregar la Carta Abierta de un escritor a la Junta, una mesa de ajedrez y la memoria copando las calles vienen a enseñar lo mismo: que ciertos fuegos no se encienden frotando dos palitos.
Por estas fechas la organización Peón Vuelve que trata de llevar el ajedrez a los barrios y sacarlo de los museos siempre organiza un Torneo Homenaje a Ajedrecistas Desaparecidos. Por investigaciones de distintos compañeros ya encontraron que hay 40 casos documentados de desaparecidos apasionados por este juego que lo practicaban en distintos niveles. “Es un listado que es como una madeja que cada vez que vas tirando de la piola, por familiares, amigos e historias que te van conectando, te vas enterando de caso nuevos”, me dice Alejandro Ronco integrante de Peón Vuelve.

El más reconocido de todos ellos es Gustavo Bruzzone, destacado jugador juvenil santafesino que participaba activamente en la Juventud Peronista y llegó a ser designado profesor de ajedrez por el Ministerio de Educación en la escuela General San Martín, donde había cursado la primaria. Desapareció el 19 de marzo de 1977 a los 22 años. Su historia es contada en detalle en el libro “Deportes, desaparecidos y dictadura” del periodista Gustavo Veiga. En crónicas hechas en el diario Página 12 por dicho periodista se destacan testimonios de gente que conoció de cerca a Bruzzone y lo definen como “un joven que tenía un intenso afán de conocimiento”.
Otro caso importante es el del socio del club Torre Blanca y ex detenido sobreviviente de la última dictadura militar Aldo Badano, quién recuerda que en el momento que lo fueron a buscar a la casa, él estaba encapuchado, tirado en el piso y mientras le daban vuelta todo el cuarto en un momento los militares encuentran un ajedrez y se dijeron entre ellos “mirá este tiene un ajedrez, este piensa.”
Torre Blanca es uno de los clubes de ajedrez más importantes del país. Uno de sus socios fundadores y su primer vicepresidente, Roberto Miguel Odorisio, aún hoy se encuentra desaparecido. Se lo vio por última vez en la Comisaría 5ta. De La Plata y en el “Pozo” de Banfield.
Pero también dirigentes gremiales, sindicales y políticos de la época eran apasionados al ajedrez. Como es el caso de Tomas Di Toffino, secretario adjunto del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, secuestrado el 30 de noviembre de 1976 y desaparecido en el Centro de Detención Clandestino La Perla. Peón Vuelve hace 3 años hizo un emotivo torneo homenaje a Di Toffino en ese lugar en el que estuvieron sus familiares y amigos que llevaron partes del ajedrez con el que jugaban en La Perla y contaron que hacían las piezas con migas de pan.
En los 70 Tomás era el segundo del por entonces secretario general de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, y ambos usaban al ajedrez para escaparse mentalmente en momentos de infierno. Fallecido en noviembre de 1975 por una encefalitis bacteriana, Tosco no pudo ser atendido apropiadamente debido a encontrarse en la clandestinidad por estar siendo perseguido por la policía y las Tres A. El 23 de junio del ´75 su hijo Héctor cumplía 11 años, hace 1 año no veía a su padre y recibió una carta de él con un tablero de ajedrez de regalo. La carta decía: “He hecho comprar un juego de ajedrez y te lo envío como presente de cumpleaños. Ese juego de ajedrez, si lo aprendes, te será muy útil. Se dice que es un ‘juego ciencia’, porque en la elaboración de las jugadas hay que pensar, prever las jugadas contrarias, darse un plan, readaptarse a situaciones no previstas, reemplazar el proyecto original. Este juego entrena la memoria porque es preciso retener muchas jugadas, ayuda a ser paciente y a ser tenaz.”

Cada fecha cercana al 24 de Marzo nos reencuentra con estas historias y nos deja infinitas imágenes para los y las que transitamos las calles. Marchan las abuelas que ya no pueden caminar pero sí luchar y marchan los hijos y las hijas que ya de muy pequeños y pequeñas aprenden que un país sin memoria es un país sin futuro. Distintas generaciones marchan para no olvidar a la generación desaparecida de los y las 30 mil. Pero hay otro lugar que funde las generaciones en un momento: el ajedrez. En los torneos que organiza Peón Vuelve el primer domingo de cada mes se sortean las partidas y pueden jugar con las mismas reglas una abuela de 70 años y un pibe de 12. “Ahí te das cuenta la magia que tiene el ajedrez que es de lo más inclusivo que hay y derriba cualquier barrera.”, afirma con orgullo Ale Ronco.
El ajedrez derriba todo lo que toca y como la memoria se mantiene en actividad mientras se entrena y ejercita. Ambas toman valor cuando no hay edad para practicarla ya sea moviendo piezas o marchando en las calles.
El escritor Marcelo Figueras escribió “El negro corazón del crimen”, un libro sobre el Walsh previo a Operación Masacre, el que tenía la cabeza en las variantes de apertura de la partida de ajedrez y en hacerse montones de preguntas. Abriendo las venas para que sentarse a escribir valga la pena en un fragmento Figueras hace decir a Walsh: “La literatura concede: nos empuja a vestir la piel de otros, a imaginar qué sienten aquellos que no son nosotros. Cosa que puede ser una cagada, cuando produce dolor; por ejemplo este dolor. Pero aun así no lo cambiaría por nada. Porque esa es la razón por la cual narramos y leemos. Para fabricar empatía. Para sentir más allá del encierro al que condena nuestra piel. Si uno no se conmueve con otros, ¿cómo sabría que está vivo?”

Más llegando al final del prólogo citado en el comienzo de la nota y ya subido a la moto del compromiso asumido a dar testimonios en tiempos difíciles Walsh se pregunta “¿Puedo volver al ajedrez?”. Hoy le podemos responder que del ajedrez como de la Memoria, Verdad y Justicia no se vuelve. Es un camino que se inicia para NUNCA MÁS volver a abandonarlo.
Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88
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