Nueva edición de Pase al Pie, el newsletter de Lástima a Nadie, Maestro. El deporte puede levantar la cabeza y ganarle, por un rato, al negocio. La empatía del público futbolero argentino con el Halcón de Varela que hoy vuelve a jugar después de consagrarse campeón de la Recopa Sudamericana. Escribe Santiago Núñez.

Cuando Marcelo Benítez clavó con el empeine pleno un zurdazo que el arquero Weberton no pudo rechazar, los mensajes empezaron a circular en las redes. “Vamos”, “no sabés cómo lo grité”, “qué partidazo”. Es que el humilde Defensa y Justicia, orgullo de Florencio Varela, ponía en jaque al poderoso Palmeiras en el Allianz Parque. Terminaría yendo al alargue, con un penal atajado por su arquero Ezequiel Unsain y ganando en la definición de los 12 pasos. El nuevo campeón de la Recopa sale del Sur.

Como si la mística fuera una sustancia inagotable, la cuenta oficial de Twitter en español del poderoso Bayern alemán le mandó un mensaje tan histórico como adorable: “Desde Munich hasta Florencio Varela, Felicidades”.

En el país en el que la polarización (el fenómeno político mediático llamado “Bover”) gana la arena de debates filosóficos y quizás hasta metafísicos, la humilde escuadra que no llega a los 50 años de fútbol profesional se abrió paso. No solamente por su logro, de indiscutido valor para un club tan humilde, sino por la simpatía casi completa del conjunto de las hinchadas futboleras. Defensa y Justicia le ganó no solamente a Palmeras sino también a la forma de razonar de un cúmulo de comunicación hegemónica.

En general, la cultura del club chico siempre genera admiración o, al menos, simpatía. Los hinchas “neutrales” veedores de fútbol suelen colocarse en la mayoría de las oportunidades del lado del club más pobre, menos glorioso. Es sencillo entonces razonar e indagar en el por qué Defensa era un mejor opción que el Palmeiras de Abel Ferreira, equipo no solamente más poderoso sino también más mezquino y para nada digno merecedor del trofeo. Todo a tono, por supuesto, del sentir subjetivo del espíritu del televidente (quien escribe se siente parte de tal corriente socio-cultural). Pero el fenómeno Defensa es más complejo.

En la última temporada, según el sitio Transfermarkt, el “Halcón” de Varela dio 26 altas y la misma cantidad de bajas en su plantilla desde Junio del 2020 a la fecha. En algunos casos, su llegada y su salida se dio en estos 10 meses (como el caso de Rafael Delgado en Colón y el de Héctor Martínez en River). Desembolsó  1, 64 millones de dólares. Para tener un parámetro, River solamente gastó 1, 44 en el pase de Agustín Fontana.

El equipo de Varela se nutre de jugadores que no encuentran un lugar en las plantillas que tienen más ceros a la derecha en las chequeras. Vale para Unsain (Newell´s), Braian Romero (Independiente), Enzo Fernández (River) y tantos más. La enorme cantidad de recambio en dos mercados de pases en plena pandemia y el austero gasto deja una conclusión que no requiere mucho análisis. Defensa conquistó América y (re)copó el continente sin muchos recursos económicos. Vaya novedad en un país en donde la necesidad de que Boca traiga a Cavani o contrate al Van Basten de los ochenta para ganar la “Séptima” es casi tan discutido en las pantallas y las redes como la falta de vacunas que tiene el país para el Covid-19.

El espíritu del arco de madera y la cancha que tiene más tierra que pasto ganándole al mundo genera un indudable efecto atrayente. ¿Y en Defensa no hay negocio? Por supuesto que sí. El “modelo Bragarnik” no solamente mantiene una lógica mercantil sino que a veces tensar la cuerda de la privatización.

Eso es tan cierto como que acaba de salir campeón del continente un equipo cuyo valor de mercado es un tercio que el de River y Boca. De Varela al mundo no hay un camino claro, solamente ilusiones. Bonos que no cotizan en la bolsa pero sí en el corazón de millones que incrédulos eran testigos de cómo la Cenicienta levantaba la copa después de las 12 sin convertirse en calabaza.

El deporte (como el ambiente, la salud, la educación y tantas otras cosas) encuentra en el sistema capitalista un límite irrenunciable. Lejos de un desarrollo, hoy implica la barrera del negocio, que no solamente condiciona competiciones y resultados sino más que nada puede disminuir nuestra posibilidad de ser felices.

Respondiendo a la pregunta del inicio, Defensa nos gusta porque nos recuerda que un equipo que le debe sus colores a un colectivo ochentoso y que tiene su lugar en el mundo lejos de los centros de poder puede levantar una copa. O al menos porque el Halcón nos recuerda que el fútbol no es (solamente) un negocio.

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Santiago Núñez

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