Un 23 de diciembre del 2005 hubo un partido amistoso para la posteridad. De un lado Maradona, Messi, Riquelme, Verón y Scaloni. Del otro Gallardo, el Kun Agüero, Simeone, Battaglia y Pisculichi. Un suceso tan histórico como poco divulgado. Escribe Lucas Jiménez.

“La Saga de Hades” es la última del manga y animé Los Caballeros del Zodíaco. No es inédita, aunque en algún momento lo fue. Está a un click de distancia. Es la temporada definitiva porque los caballeros de bronce pelean a la par de muchos caballeros de dorado, a los que enfrentaron en las 12 casas. Distintas generaciones y personas de bandos diferentes pasan a jugar para el mismo equipo. Solo ocurre en los dibujitos animados, o en algún amistoso olvidado donde coincidieron los mejores de los nuestros.

¿Qué estabas haciendo el viernes 23 de diciembre de 2005 a la noche? Si no estabas en el Estadio Único de La Plata o frente al televisor, te perdiste un momento histórico del fútbol argentino. El pasado, el presente y el futuro en 75 minutos. No es cuento ni inflador para levantar el grosor de las líneas que siguen aquí abajo, fue un hecho único e irrepetible que empezó así.

All Star Game

Se llamó “El Partido de las estrellas” y se podía votar por quiénes querías que participaran. Un especie del All Star Game de la NBA. Fue organizado con fines promocionales y los empresarios a cargo fueron Guillermo Marín y Fernando González. Las marcas tenían mucha presencia en las camisetas de los equipos y al costado de la cancha. Las propagandas ya aparecían con ruido para modificar el sonido ambiente natural del estadio.

El lugar elegido fue el Estadio Único de La Plata, inaugurado en 2003, pero que no era usado ni por Estudiantes ni por Gimnasia. La gente que fue a ver el partido, en su gran mayoría, era de la zona. Por eso las mayores ovaciones y silbidos se las llevaban los jugadores identificados con los equipos platenses. De una tribuna silbaban a Verón, Calderón y el Gato Sessa y de la otra chiflaban a Lucas Lobos y Juan Carlos Olave.

Había dos equipos, el del fútbol local y el de figuras argentinas que jugaban en el extranjero. El partido fue un click generacional. No se volvió a hacer, pero en caso de que sí se hubiera repetido nunca el torneo doméstico volvería a poder armar un equipo de esas características. El 9 era Sergio Agüero, que seis meses después se iría a desparramar su jerarquía por Europa para nunca más volver.

El equipo local se completaba con jugadores del Boca campeón de Basile como Hugo Ibarra y Sebastián Battaglia. El River de Astrada semifinalista de Libertadores aportaba a Federico Domínguez y Marcelo Gallardo. Racing, al Cholo Simeone, que se retiraría pocos meses después; Vélez, a Lucas Castromán y Argentinos Juniors a su gran promesa, Leonardo Pisculichi, que venía de meter 10 goles en el Apertura 2005. El equipo lo dirigía Pedro Troglio.

Del otro lado, dirigido por Miguel Ángel Russo, estaba un combinado que ni en la Selección se dio. El 5 era Aldo Duscher, a la derecha Juan Sebastián Verón, a la izquierda el Kily González, de enganche Juan Román Riquelme y los delanteros Lionel Messi y Luciano Figueroa. Los últimos tres jugaban en equipos que llegarían a semifinales de la Champions que se estaba disputando.

El anuncio del partido en la prensa no confirmaba la presencia de Diego Armando Maradona. Solo lo sabían los organizadores y los encargados de la transmisión. Conociendo la agenda de Maradona, tenían miedo de que se olvide. Conociendo a Diego, sabían por dentro que no les iba a fallar.

Vamo’ a jugá

El arranque del encuentro mostró a Verón en gran forma. Era la Bruja del Inter, al que el dueño del club, Massimo Moratti, le ofrecería al finalizar la temporada un cheque en blanco, para que ponga el monto que quería para renovar el contrato. Sebastián tenía otros planes. Volver a la ciudad donde estaba disputando un amistoso para transformarse en el máximo ídolo contemporáneo del Pincha.

Riquelme era la gran figura de la noche y del seleccionado argentino. Cada vez que recibía, lo buscaba a Messi, con quien todavía no había compartido ni un minuto con la albiceleste. Dicen que los que juegan bien al toque detectan a los de su especie. Algo instintivo que el resto de los normales desconocemos. Mientras trataba de entender el juego del rosarino que usaba la número 11, Román mostraba el conocimiento con su compañero en Villarreal, Luciano Figueroa, que le tiraba la diagonal al área cada vez que el 10 tenía la pelota.

En el minuto 7 hubo fútbol total. Quíntuple pared entre Verón, Messi y Riquelme ¿Dónde estabas, Pekerman? Mirando la tele, seguro que no. El comentarista del partido, Germán Paoloski, se puso como loco y gritó: “¿Se podrá ver esto en la Selección?”. No se pudo.

Del otro lado no se querían quedar atrás, a la hora de jugar y también de dejar imágenes para la historia. Gallardo comandaba los ataques, cada vez que recibía buscaba a su debilidad: Leonardo Pisculichi. Lo conoció cuando era sparring de la Selección de Bielsa. El pibe de Argentinos le pidió su camiseta. Solo jugaron juntos esa noche del 23 de diciembre de 2005 en La Plata. Lo suficiente para que un Marcelo de 29 años, que un año antes ya sabía que iba a ser entrenador, lo marque como el primer refuerzo cuando agarre River. 

Ocho años antes de llevarlo de urgencia ante la venta de Manuel Lanzini y que se transforme en la gran figura de su primer River, están en La Plata tirando paredes ante los ojos del Kun Agüero que se acerca en modo: “¿Che me van a dar un pase o van a tocar entre ustedes nomás?”. Entonces vuelven a la tierra y lo incluyen.

El partido sigue 0 a 0. Messi tira pases que solo entiende él. Algo que pasa mucho con los jóvenes cuando aparecen. En general, por nervios o falta de conocimiento de la primera. En este caso, entenderíamos después, que era porque había aparecido un tipo que jugaba a una velocidad anormal.

Mientras la historia del futuro se escribe, la cancha no está llena pero hay bastante gente, la suficiente para que suenen con fuerza los silbidos cada vez que Verón toca la pelota. La herida de 2002 seguía abierta. Pocos meses antes, en el programa La Noche del 10, en el Luna Park, el mismo Maradona frenó las puteadas a Verón. Lo mismo trata de hacer el relator del amistoso, el Bambino Pons: “Paren los silbidos, muchachos. Ya está. Dio la vida por la Selección. Le fue mal y punto”. Pero los que escuchan al periodista no están en la cancha. El pelado tendría revancha. Un año después sería campeón con su Estudiantes jugando muchos partidos en el estadio donde ahora lo silba hasta el cocacolero.

A las 17 minutos se para el mundo y el partido. Julián Weich entra como un nudista que quiere frenar el juego, solo que tiene ropa y un micrófono para gritarle a Baldassi: “Juez, juez. Páreme el partido. Vamos a recibir al señor Diego Armando Maradona”. Hasta ahí parecía un loco diciendo boludeces. Porque la salida de la boca del túnel era una foto de Diagonal Norte a las 9 de la mañana. Un montón de gente empujando para adelante. Del medio, abriendo los brazos con cara de enojado, sale él.

Había llegado al estadio en el baúl de un auto particular para poder entrar. Estaba molesto, como quien no puede respirar en la multitud. Apenas gana algo de aire, levanta los brazos. Es Maradona vestido de futbolista. El sonidista del estadio le da play a la consola para que explote “La mano de dios” de Rodrigo. La gente se para de sus asientos a aplaudir. Son unos pocos privilegiados.

Pero a la distancia no podrán ver cómo se le transforma la cara a Diego una vez que cruza la línea de cal, como si fuera un caballero de bronce que pasa a ser uno dorado. “La Saga de Hades” ya comenzó y va 0 a 0, pero él todavía no había hecho su aparición. Es Ikki, el ave fénix que resurge de las cenizas. Aparece cuando nadie lo espera y todo parece perdido. A medida que avanza por el césped, no puede parar las sonrisas. Va a saludar uno por uno a los jugadores.

Lucho Figueroa muestra que no solo tiene cara de bueno, sino que lo es. “Entrá Diego, jugá vos”, le dice y se queda en el banco. Maradona formará delantera con Messi y Riquelme. Atrás de él estarán sus ex compañeros en el Boca de Bilardo: Verón y el Kily.

Siguen los saludos a los futbolistas. El primer gran abrazo es con el Kun Agüero, como si supiera que sería el padre de su nieto en el futuro. Cuando se cruza con Lucas Castromán, lo abraza y lo levanta. El delantero de Vélez se había fracturado hacía dos meses, cuando su equipo estaba a un punto del puntero Boca. Volvía a jugar esa noche y con ese gesto Diego le daba la bienvenida de vuelta al fútbol. Cruza palabras con el Cholo Simeone y le tira una patada al Kily. Jode con todos, se ríe como un nene que entra a un pelotero.

Lo agarra del hombro a Messi y llama a todo el resto para sacarse una foto. Quiere que Lionel quede a su lado. Antes de que los fotógrafos disparen los flashes, ya lo está abrazando para que no se vaya. A la izquierda del Diego la zurda mágica de Lionel, a la derecha queda un hueco. Nadie se anima, solo el atorrante del Kun que se tira de cabeza y primerea a Maximiliano Pellegrino. Así queda la foto para la historia. Maradona rodeado a sus costados por Agüero y Messi. En algún momento seguro les habrá comentado algo de que “vamos a salir campeones del mundo dentro de cinco años conmigo como técnico”. No salió pero que lo pensó, no hay pruebas ni dudas.

Fueron seis minutos de saludos. Cuando volvió el partido, Maradona recibió de Verón y tocó la pelota para el lateral derecho del equipo del fútbol extranjero: un tal Lionel Scaloni. “Es un gran muchacho, pero no puede dirigir ni el tráfico. Puede ir al Mundial de motociclismo, de fútbol no”, diría Diego cuando el Comandante agarró la Selección. No sería con el único que tendría problemas de los que están en cancha compartiendo equipo. También con Riquelme y Verón se pelearía cuando ya no habría un césped que pueda zanjar las diferencias.

El Maradona de 2005 fue el último no futbolista con pinta de futbolista. Fue el de La Noche del 10, el vicepresidente de la Comisión de Fútbol de Boca, el que un viernes de diciembre pero con frío entra al área del Único de La Plata, gambetea a un defensor, al arquero Sessa y define al palo con el ángulo cerrado.

Increíblemente, van casi 30 minutos de partido y todavía no hay goles. Messi tiene pérdidas no comunes. Vino a pasar las fiestas con su familia y se dio cuenta de que el pibe de Rosario ya era patrimonio nacional. Llegó a Ezeiza el jueves 4.30 de la madrugada y se fue en auto a Rosario. Pero a la noche lo invitaron para que volviera a Buenos Aires a la “avant-première” de la película Amando a Maradona, de Javier Vázquez. Esto le trajo problemas familiares.

“Muchos no sabían que me venía para acá, pero igual mi viejo me contó que me están buscando de todos lados. La familia está un poco alterada por todos los compromisos, tanto que tuve una pequeña pelea familiar para poder cumplir con todos. A veces no se puede, no es de mala gana. Cada vez que estoy acá disfruto mucho y quiero que todos tengan de mí la imagen de siempre. Ojalá pueda lograrlo”, le comentó a la prensa.

En el VIP del Cine Metro estuvo con Pekerman y Tocalli, del cuerpo técnico de la Selección. Tímido, hablaba poco y encima estaba preocupado por los enojos de su familia. De repente llegó Maradona y apenas lo vio, lo empezó a señalar con los dedos. Lo fue a abrazar y le agradeció su presencia. Messi, por un rato, se olvidó de todos los problemas. Al día siguiente, por la tarde filmó una publicidad de Pepsi y a la noche estuvo en el Partido de las Estrellas. Diego seguro le soltó un “nos vemos ahí”.

El primer gol de la noche no fue del equipo de los Galácticos, sino de la precuela del River histórico. Pisculichi para Gallardo, que se abre y define con un derechazo bajo. Pons canta “Me mata” de Kapanga. Mientras tanto, Diego, al que no le gusta perder a nada, activa un pase cortado y largo para que Messi corra a la velocidad de un dibujito animado de “Saint Seiya”. El 10 vive una metáfora de sus primeros años en la Selección. Corre con la pelota y mira atrás dos veces esperando que llegue Diego para servirle el gol. Pero el 10 no está más que mirando a ver qué hace. Con el peso de la mirada de Maradona a sus espaldas, en vez de un gol quiere hacer un golazo. Intenta gambetear al Gato Sessa, que le adivina la intención, y que minutos antes ya le había tapado un mano a mano.

Pero la sociedad se había activado. Pared Diego-Messi-Diego, todo a un toque ¿Podrían cortar este fragmento y mostrarlo en los colegios? Muchas gracias. “Messi lo espera a Diego, a su amigo, a su ídolo”, suelta el Bambino Pons. Llegan tocando al área. Messi recibe por última vez y quiere vengarse de Sessa metiéndole un gol de caño. Pero el Gato es el villano de la noche, uno de los Caballeros dorados que pelearon para Hades en vez de para Athena. El arquero de Vélez saldría en el entretiempo sin haber recibido un solo gol de las estrellas, su reemplazante no tendría la misma suerte.

La batalla final

Comienza el segundo tiempo con un pase de Diego a un lugar donde no había nadie pero hacia donde se dirigía corriendo Riquelme. El que sabe, ve todo antes. Pases al pie da cualquiera, al espacio donde va a haber alguien en pocos segundos, solo los distintos. Román amaga ante el ingresado Campagnuolo y define para el 1-1. Troglio había sacado al doble cinco Battaglia-Simeone y nadie marcaba en el medio del equipo del fútbol local. Un error táctico que fue un acierto para el espectáculo.

Seis minutos después, Pisculichi pone el 2-2 con una gran definición. Al costado de la línea de cal, se preparaba para ingresar Maxi López que se quejaba del frío que hacía en pleno diciembre. “Me dijeron que venía al verano”, suelta.

Sale Messi, se termina la “girota” para el futbolista del Barcelona. Se va ovacionado de la cancha en que se retiraría bajo murmullos luego de un 1-1 con Bolivia en la Copa América 2011. El tiempo está después. Queda sentado en el banco. Todavía no lo cuentan como número 10. Jugó con la 11. Todos los enganches jugaron con la mítica camiseta. De un lado tenían el mismo número Gallardo, Pisculichi y Lucas Lobos y del otro Riquelme y Maradona. Con el tiempo, Lionel pasaría a jugar como ellos y con la 10, sin perder su esencia de delantero.

Sin Messi en cancha, también Diego pide el cambio. Alcanza a ver un gran pase de Verón para el 3-2 del Chelito Delgado. No hay festejo de gol porque los jugadores paran para aplaudir al 10 supremo, que los señala para que los aplaudan a ellos. Cuando en rueda de prensa le agradezcan por haber venido dirá que “el agradecido soy yo, que me dan cabida estos muchachos que están en plena forma”. También valoró la realización de este amistoso para la gente: “tener la posibilidad de verlos a todos en la Argentina, a todos los que tienen posibilidad de darnos una alegría con la Selección”.

Hubo una noche antes de Navidad de 2005 donde por una hora pudimos ver en acción a nuestros “Caballeros del Zodíaco”. Fue por televisión, por donde se ven los dibujitos animados. Seguramente no sabés qué estabas haciendo ese día. Cómo nos perdimos ese recital en La Plata.

Por suerte así funciona la magia de los inéditos. Si no sería un hit tan repetido hasta el hartazgo que nos cansaríamos de verlo. Como las cosas buenas, este amistoso histórico deambuló mucho tiempo de boca en boca, entre el público presente y algún video suelto. Hoy se puede ver entero porque la militancia lo hizo de nuevo y así como alguien te dijo alguna vez: “¿Te gustan Los Caballeros? Decime que viste la saga de Hades”. Si te gusta el fútbol, dale, mirate en You Tube el video completo del partido. La historia entre tus dedos.

Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88

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