Se cumplen 20 años del Racing campeón del Paso a Paso de Mostaza, Blanquiceleste y los festejos cuando aun se escuchaba el eco del balas y el helicóptero. 20 años de Milito, Chatruc, Loeschbor, Campagnuolo, Bedoya, el Chanchi Estévez y el Polaco Bastía. Escribe Federico Cavalli.
El 27 de diciembre del 2000, un año antes de que el pueblo racinguista explotara de alegría, Fernando Marín ya se preparaba para firmar el contrato donde Blanquiceleste se hacía cargo de gerenciar el fútbol del club por 10 años. Contado así, parece el principio de una historia, pero también puede ser el final de otra.
Los años 90 fueron un suplicio para los hinchas de Racing. Un collage de equipos mediocres, algunos que casi tocan el cielo (apertura 95, Libertadores 97) y un gran compendio de malas temporadas, problemas institucionales y deudas económicas gigantes. Eso desembocó en la quiebra con continuidad pedida por Daniel Lalín a mitad de 1998, sólo seis meses después de haber asumido.
Después de dos años y medio de sufrimiento, a fines del 2000, Marín entra a Racing como gerenciador. Lo increíble es que el monto inicial que poseía la SA formada era de 12 mil dólares. Amigo y socio de Mauricio Macri, le cumplía el sueño al pope de Boca: las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) ingresaban al fútbol argentino. Era una vieja batalla que en el año 99 Macri perdió por goleada en una asamblea de la AFA: un 39 a 1 favorable a las asociaciones sin fines de lucro. El día que Don Juilio le dijo a Macri: “Perdimos Mauricio”.
En el primer mercado de pases debía hacer mucho con muy poco. El equipo estaba peleando por no caer en promoción y venía de salir último en el apertura 2000. Movió a López y Cavallero, los técnicos, al rol de managers y contrató a Mostaza Merlo, por recomendación de Basile. Sorpresivo para casi todxs lxs hinchas de Racing.

Para reforzarse solo había dos cupos, pero consiguió un tercero: Maxi Estevez interrumpió su préstamo en el Racing de Santander para concretar su primer retorno. Los otros dos fueron Luis Rueda, de gran presente en Talleres, y Luis Contreras, defensor chileno que pudo debutar en la novena fecha por un problema de papeles fraudulentos en su paso por Francia.
Los nombres rutilantes y refuerzos “monstruos” que Marín había prometido quedaron atrás. Más allá de momentos turbulentos, el equipo cumplió y se salvó. En la última fecha venció a Independiente por uno a cero, cerrando un buen semestre. Para la segunda parte del año se debía reforzar fuerte para no volver a penar e intentar dar el golpe: ganar el título que corte 35 años de sequía.
Llegaron Campagnuolo, Loeschbor, Vitali, Maciel, Maceratesi, Leo Torres; dos colombianos: Bedoya y Viveros (¿una recomendación de su amigo?) y dos con vinculación xeneize: Cristián Rios, de Unión pero comprado por Boca, y Gustavo Barros Schelotto, de reciente paso por el Villarreal pero con el pase en Boca.

Sin estrellas pero con un buen grupo y relevos preparados, arrancó muy bien y pronto tomó la punta del campeonato, cortando una racha de 91 meses sin ser punteros (desde febrero de 1993). Se hizo fuerte en partidos importantes y ganó en Rosario, Santa Fe, La Plata y Córdoba. Generó una empatía única con la hinchada, por huevos y por garra, por dejar todo en cada pelota y por intentar jugar, a pesar de sus limitaciones.
Tenía entre sus filas a tres pibes muy queridos por los hinchas, tres chicos del club. El Chanchi Estevez, goleador que aportó picardía y pólvora; El Polaco Bastía, el cinco que dejaba todo para recuperar la pelota; y Diego Milito, joven promesa que explotaría más adelante.
El 27 de diciembre de 2001, con el país herido por la represión y las muertes que dejó el gobierno de Fernando De La Rua, Racing cortó la racha. El empate con Vélez, sufrido hasta el final, dio una sensación de alivio que hacía años no se sentía. Racing en la gloria y Marín, con su proyecto, también. El gerenciamiento sacaba pecho, había logrado destrabar la negociación para jugar post estallido social, de la mano de Macri, quien intervino entre AFA y gobierno nacional. El momento más glorioso de las SAD en Argentina.

Dos días después, festejaron el título en un amistoso armado rápidamente contra el Guaraní de Gustavo Costas. Fue un partido a pedir de la gente de Racing: 5 a 1 con todos los cambios posibles para aplaudir a todo el plantel. Marín les dejó pendiente el premio por salir campeones a los jugadores, pero a cambio les tiró unos mangos y los liberó. Los jugadores pensaron que a la vuelta iban a cobrar lo que les faltaba.
Pero el gerenciador sorprendió, les pasó la factura: les descontó del adelanto los gastos de la fiesta. Les dijo que, en realidad, le debían plata, pero que no se las iba a pedir. En la lista de gastos que les presentó incluía los remises que se contrataron, las sillas compradas para el evento y hasta las medallas que los campeones entregaron a las glorias del club.

A ese pijoteo se acostumbró Racing post campeón 2001. A principios del 2002, con un mercado de pases pobre en general, el plantel solo se reforzó con Adrián Rojas Contreras, defensor de Palestino que solo vería minutos en la reserva. Un buen clausura le permitió clasificar a la Sudamericana (a la Libertadores ya lo había hecho al campeonar) y por momentos peleó la punta del torneo.
Ahí se empezó a quebrar el Racing campeón y la reputación de la SAD. En el siguiente mercado de pases, previo al apertura 2002, Merlo pidió refuerzos acorde a lo que se venía: Alejandro Lembo (defensor uruguayo que venía de jugar el mundial), Fede Domínguez, Diego Rivero, Lucho González, Matute Morales, Tecla Farias, Martín Mandra, Equi González y Julián Maidana. Aparte pidió encarecidamente retener a Pancho Maciel.
De todos esos solo llegó Maidana y Maciel se fue. El problema empezó cuando firmó Belloso, que Merlo no lo había pedido. Guillermo Rivarola llegó sobre el final del mercado de pases y Mumo Peralta (quien no era del gusto del técnico) se lo cruzó a Mostaza en las oficinas de Blanquiceleste, cuando este tenía una reunión con Marin.

Merlo se fue ahí nomás: “Me voy porque no coincidimos en el proyecto, en la parte final de la preparación para este torneo. Nos dimos un abrazo con Marín y nos despedimos”, le dijo a los medios el hombre que condujo al equipo al campeonato. Ese fue el verdadero final del Racing campeón y el principio del fin de Blanquiceleste. El tardío desenlace se dio en 2008, con Marín lejos del club y Racing en promoción.
El equipo de Merlo fue el estandarte de un nefasto gerenciador, pero también fue el desahogo de un pueblo que durante 35 esperó la gloria, comió sus frustraciones una tras otras y al fin pudo reír, no sin antes haber llorado, no sin antes derramar lágrimas de emoción. 20 años después, todo sigue tan fresco como aquel 27 de diciembre. Está tan vigente ese 2001 que las lágrimas se nos vuelven a caer.
Federico Cavalli
Twitter: @willycavalli
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