Una carrera corta pero desafiante puede convertir en añicos los parámetros de medición tradicionales. Escribe Santiago Núñez.

Parece que la está por perder pero pasa. Gambetea. El rival queda detrás y mira el número. Es más rápido que el tiempo. Frena el tiempo. Sobrepasa al espacio, ese que a veces cierra puertas que el crack abre. La imagen se repite una y mil veces. Los recuerdos más gratos terminan en gol. Porque Julián Álvarez es ese que rompe el molde de la cronología habitual, la velocidad corriente y las superficies comunes. Pero también es gol. Siempre gol.

Julián

Al delantero le dicen “Araña” porque, cuando jugaba en Calchín (su lugar natal), dominaba tan bien la pelota que quienes lo veían consideraban que tenía más de dos piernas. Con el manto sagrado demostró rápido que los rumores de pueblo tienen mucho de verdad.

Es 9 de septiembre del 2018. En el estadio Mario Alberto Kempes (Córdoba), River pierde 2 a 0 un amistoso llamado “Copa BBVA Francés” contra Talleres. Julián Álvarez toma la pelota en “tres cuartos” y ni siquiera le da la chance al central rival de que se le acerque. Bombazo. Mauricio Caranta se esfuerza y la toca, pero la fuerza del balón es tal que la resistencia no evita el beso que la pelota se da con la red. “Potencia y precisión”, dice Gustavo Lombardi, comentarista televisivo y ex jugador. Álvarez realiza, en su primer partido (no oficial) en Primera División, lo que va a hacer siempre: velocidad con las piernas, sagacidad y capacidad de elección con la cabeza, potencia con el empeine derecho. Y gol. Julián es gol.

Su carrera en River  combinó como pocas la elegancia, la eficacia, la visión de juego, el nivel competitivo, la ambición y la velocidad. Su andar de cuerpo imparable contiene algunas de las mejores características necesarias para el fútbol corriente. Gambetea con la precisión de un extremo clásico. Rebota, tira diagonales y hace goles como un delantero neto. Su precisión de balón hace que sus pases y sus remates encuentren lugar en ángulos dificultosos, por momentos casi imposibles. Siempre lastima.

Debutó en River en el último tercio del 2018. Los buenos desempeños pero también las casualidades lo ubicaron en un momento inolvidable con poco rodaje. River llegó al partido de vuelta de la final de Madrid (Libertadores 2018) contra Boca sin Rafael Santos Borré (suspendido) y sin Ignacio Scocco (lesionado). Rodrigo Mora estaba sentado en el banco pero no se encontraba en condiciones físicas óptimas. Gallardo (y Biscay) quisieron aprovechar la circunstancia de estar con un hombre más (por la expulsión de Wilmar Barrios) los últimos minutos del partido, haciendo ingresar al único delantero que tenían de relevo. Minuto ´97. En el ´109 recibió de espaldas cerca del vértice derecho del área y descargó para Camilo Mayada. Quedó, de chiquito, marcado en uno de los goles más importantes de la historia del club de sus amores.

Fue titular en el partido por el tercer puesto del Mundial de Clubes frente al Kashima Antlers y entre 2019 y 2020 estuvo presente sin tanta continuidad: 22 partidos entre las dos ligas, la Copa Argentina, la Copa Libertadores y la Copa de la Superliga. Su mejor versión empezó a verse en el regreso al fútbol luego del primer brote de Covid-19, con un desempeño destacado en la primera fase de la Libertadores 2020. Cinco goles en cuatro partidos (uno en Brasil contra San Pablo y dos frente a los brasileños en cancha de Independiente, uno frente a Binacional y otro ante Liga de Quito).

Si bien en la fase final alternó buenas y malas, lo cierto es que el 2021 fue su año bisagra. En particular, en la última parte. El 26 de agosto, ocho días después de quedar eliminado por la Copa Libertadores frente a Atlético Mineiro, River enfrentó a Aldosivi. Según un informe de Matías Conde para The Analyst titulado “La próxima estrella argentina: ¿qué tan bueno es Julián Álvarez?”, el jugador de River había marcado, desde enero hasta ese encuentro, 7 goles en 37 partidos (0,19 promedio), con 10 asistencias y 1,83 remates por partido. Desde Aldosivi y hasta el final de temporada, Julián convirtió 19 tantos en 16 funciones (1,18 pases a la red por cada una) y 3,75 tiros por encuentro. El año pasado fue el argentino que más tantos y “pases-gol” dio después de un tal Lionel Messi. Según el diario inglés The Guardian estuvo entre los cien mejores jugadores del mundo (puesto 91°).

Además de la cantidad, Julián explotó en calidad: fue el artífice de la remontada de River, que se quedó sin su mejor jugador (Matías Suárez) pero completó un campeonato fantástico (campeón cuando aún faltaban tres fechas) y golpeó en momentos clave, como contra Boca, con 2 tantos, o en la final del Trofeo de Campeones ante Colón (misma cantidad). Si bien su 2022 no fue tan descollante, lo cierto es que completó una primera parte de temporada con 15 goles en 19 partidos, con la actuación suprema del miércoles pasado. Su destaque a nivel local lo llevó a la Selección Argentina, con la que fue campeón de Copa América y debutó en la red el 29 de marzo pasado, ante Ecuador, por la última fecha de las eliminatorias rumbo Qatar 2022, torneo con muchas chances de ver al ya jugador del Manchester City en su tertulia.

El Monumental ruge ante lo insignificante. El partido no importa en la cabeza de los que sólo ven resultados, pero resulta como cualquier otro en la mente de quienes piensan en jugar y ganar. Minuto 15. Julián vuelve porque la salida rival es sólo una instancia más para recuperar lo que es de él: la pelota. Se tira al piso y lo hace. Pero no termina allí su rol. Luego de la descarga, pica. Uno de los mejores “diagonalistas” hace lo suyo. Va al gol. Red. Festejo ante la tribuna, con los meñiques y los índices apuntando a ambos lados del cielo. Tres minutos después, no da nada por perdido. Se tira al piso por ambición, porque todo lo que pasa tiene que ir adentro. No hay vuelta. Celebra nuevamente. Pasa el tiempo.

Un rato después recibe cerca de la medialuna y tiene tiempo de acomodarse y golpear: la tragedia para el rival es inevitable. No respira ni da respiro. Está atento. Siempre atento. Al arquero se le va largo el control del balón. Otra vez, no hay nada qué hacer. Pica al vacío. El pase es suculento y la definición, asombrosa. El relator, bueno en lo suyo, no sabe qué palabras soltar al viento. “La mete de todas las maneras”. Tiene razón. Ahí va de nuevo. Dos toques, dos gambetas. Grito, siempre grito. Seis goles en sesenta y ocho minutos. Uno cada once. Mientras, hace de todo. Recupera, marca, protesta un lateral, asiste, indica, se tira atrás. Es paciente. Parece que teje. Cómo la araña.

Tiempo

Julián Álvarez nació cuando River era bicampeón y Gallardo jugaba en Francia. Tenía 11 años cuando se probó en el Real Madrid y una reglamentación que impedía contratar jugadores extranjeros de su edad lo dejó afuera del conjunto “Merengue”. Mientras tanto River peleaba en la B Nacional. Con 15 abriles llegó al club de sus amores, cuando Gallardo ya estaba en el banco y tenía en su haber una Copa Libertadores, dos eliminaciones a Boca y un partido contra el Barcelona. A los 18, Julián debutó en la Copa Libertadores un mes después de haber jugado por primera vez oficialmente en River. Lo hizo en el Santiago Bernabéu.

Tiempo. Julián le gana al tiempo y logra en un año pasar de ser suplente a ser figura joven estelar del fútbol mundial, con contrato en el Manchester City, una Copa América en su palmarés y la expectativa vigente de jugar un Mundial. Todo con 22 años.

Tiempo. Como cada vez que tira un balón largo, parece que no llega pero pasa. Como cada vez que acaricia el cuero y gambetea. Como un sprint de goles para ser campeón y figura.

Soccer Football – Argentina Primera Division – River Plate v Racing Club – Estadio Monumental, Buenos Aires, Argentina – November 25, 2021 River Plate’s Julian Alvarez and teammates celebrates winning the Argentina Primera Division with the trophy REUTERS/Agustin Marcarian

27 de octubre de 2018. Ninguno de los hinchas de River que están en la tribuna, ni ninguno que lo mira por televisión, ni ninguno de los que no lo mira, saben que River está por cambiar. Y no porque esté a días de ganarle a Gremio y a un poco más de un mes de jugar una final de Copa Libertadores contra su clásico rival y ganarle. Sino porque el pibe que entra, promediando el segundo tiempo, es mucho más de lo que todos saben.

Vaya ente traicionero el tiempo. Sabe todo. Pero no dice nada.

Espacio

Está pero también llega. Camina. Corre. Trota. Presiona. Se tira atrás y llega adelante. Va a los costados. Encara por el centro. Llega al punto del penal, al área chica y a “tres cuartos”. El espacio, para él, no es un problema.

El periodista Ezequiel Scher, en su habitual columna de Cenital, alguna vez dijo que un integrante de la selección lo definió como “indetectable”. Impredecible, intransigente, con el plus del amor propio y la mentalidad ganadora. Fuera de toda escala, Julián no sólo es completo, sino que se adapta a todos los lugares.

Luego de hacerle dos goles a Boca, en 2021, el Club Atlético Calchín, espacio y lugar que vio nacer a Álvarez y le entregó al mundo al goleador, le dedicó una carta. El final del escrito es elocuente. “La duda que a mi hoy me pone la piel de gallina es: ¿cuántos niños en cada jardín de infantes del país, de hoy en adelante, saldrán corriendo al patio soñando ser Julián Álvarez?”. 

Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez

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