Maru juega al rugby hace 7 años cuando llegó al club SITAS. Hoy también es entrenadora y la primera dirigenta dentro de la URBA. Las mujeres en el rugby, la deconstrucción de la violencia y el valor del deporte como espacio de enseñanza. Escribe Loli Insua.
Este texto se armó entre el Podcast de Loli Insua Insúa «Album de Figuras» y Lástima a nadie, maestro. El proyecto de Loli busca contar y visibilizar historias de mujeres dentro del deporte. Además de leer el texto, pueden escuchar el episodio sobre Maru Mansilla acá:
Cuando la hermana de Maru Mansilla le planteó a su mamá que quería jugar al Rugby la primera respuesta fue no. Los argumentos variaban: que era un deporte muy violento, que su asma no era compatible con ese juego. Fue entonces que Maru decidió bancar a su hermana. Entre las dos convencieron a su madre. No sabía Maru que, siete años después, el rugby entraría por tres lugares diferentes en su vida: jugadora, entrenadora y dirigenta, la primera en la Unión de Rugby de Buenos Aires.
Elegir el rugby siendo mujer conlleva muchos más problemas que solo aprender a jugar. El primer partido de rugby femenino en Argentina se jugó en 1985. El primer club se fundó en 1996. Su organización recién se dio en 2002, pero la Unión Argentina de Rugby reconoció a las ligas en 2007. “El Rugby femenino en argentina y en buenos aires está en desarrollo hace años, pero nunca hubo un desarrollo de esas categorías (juveniles, NdR). Entonces por reglamento las nenas pueden jugar desde los 6 hasta las 13 rugby mixto. Está buenísimo porque nos sumamos a la estructura ya establecida de los chicos. Desde los 14 hasta los 18 las chicas están libres porque no hay un torneo oficial. Simplemente porque no había chicas de esa categoría en los clubes”, explica Maru Mansilla.

El mundo del rugby, cuestionado en los últimos años por hechos de violencia dentro y fuera de su propia órbita, se relaciona con los hombres de una clase social alta. El rugby femenino está alejado de ese estereotipo. “Son completamente diferentes, la mujer que juega al rugby tiene otra condición social. Nos cuesta muchísimo pagar las cuotas, jugamos sin obra social. Es mucho más sacrificado. – cuenta Mansilla y agrega – Son pibas que vienen de abajo, que se organizan, que auto gestionan todo. Si no lo hacemos nosotras no lo hace nadie por nosotras, es así”.
Maru juega al rugby hace 7 años cuando llegó al club SITAS. Desde el primer día lo que la motivó fue el recibimiento que tuvo por parte de las jugadoras. Actualmente, además de jugar en el club es entrenadora de categorías infantiles y la única mujer en la dirigencia de la URBA.
Su tarea de entrenadora es fundamental. Excede al juego. Es el lugar para enseñar que el rugby no es solo rituales de iniciación humillantes, discriminación y violencia. “Nosotros somos educadores y educadoras de personas. Los escuchamos que dicen vos sos gordo, te gusta X. El futuro depende de sus familias y de nosotros, el club. – reflexiona sobre su rol – El club es algo que elegimos siempre entonces todavía nos marca más. Mirá si no va a ser importante como entrenadores transmitir lo importante más allá de lo deportivo”.
Intentar modificar la visión que se tiene del rugby, no es tarea fácil. “Esa construcción de la imagen del rugbier también les hace mal a los chicos. Tenemos dos tipos de jugadores: los que pertenecen, que son jugadores de primera; y los que dejaron de jugar porque la pasaron mal, o tuvieron una mala experiencia”.

La mala experiencia puede ser desde sufrir discriminación, por su cuerpo o condición social, hasta los ritos de iniciación anclados en el interior de los planteles desde las juveniles. Mientras en el rugby masculino quién no juega por estar lesionado puede ser considerado un “maricón” o se golpea a quienes recién ingresan al equipo, en el femenino se tiene otra mirada del propio cuerpo y del de las compañeras. “Lo primero que te enseñan es cuidar tu cuerpo, cuidar el cuerpo del otro, respetarte a vos. No es esto de lastimar por lastimar. Nosotras no jugamos en contra de, jugamos con alguien así esté en frente y no tenga mis mismos colores.”
Para llegar a la enseñanza es necesario que las chicas se sumen a jugar al rugby. Y por lo general al interior de las familias suele darse un debate similar al que ella y su hermana vivieron con su mamá. “Cuando vos llegas a un club tenés rugby o hockey y las madres las llevan a hockey porque el rugby está visto como bruto, es un deporte de hombres, que no hay tantas nenas”, cuenta. El crecimiento del rugby femenino viene en auge desde 2018 pero para que pueda seguir creciendo es necesario deconstruir la idea de que hay deportes de hombres y deportes de mujeres.
Deconstruir la violencia
En la madrugada del 18 de enero de 2020 Fernando Báez Sosa fue asesinado a golpes en Villa Gesell por ocho varones. En su mayoría jugadores de rugby. El crimen puso en cuestión los “valores” que se enseñan y transmiten en el ámbito del rugby masculino. “No hace falta llegar a matar a una persona para reflexionar y hacernos cargo de lo que reproducimos en nuestros clubes. Cómo discriminamos a la otra persona porque tiene un cuerpo diferente. Como nos lastimamos dentro de la cancha sin tener que lastimarnos. Como le damos la espalda a un compañero porque juega mal. Son microviolencias que tenemos dentro de nuestro deporte”, reflexiona desde adentro Mansilla.
El rugby no es un deporte violento en sí mismo. A lo largo de la historia se construyeron y sistematizaron prácticas alrededor de este deporte que lo hicieron ser así. El crimen de Fernando, junto con otros episodios de violencia y discriminación vinculados a jugadores de rugby, generó que la Unión Argentina de Rugby se tuviera que hacer cargo de cómo estaban formando a sus jugadores. “Yo creo que sí hubo un cambio después del lamentable hecho que ocurrió con Fernando. La UAR presentó un proyecto a largo plazo hasta 2030. El primer paso es llevar esta temática a los clubes y hacernos cargo de lo que estaba pasando. No puede terminar con un desenlace como el que terminó”.
Las organizaciones deportivas deben ponerse a la altura de los tiempos y las exigencias del deporte actual. La participación de la mujer en la dirigencia deportiva para el diseño de políticas del sector es indispensable: si las mujeres participan del deporte deben participar de la toma de decisiones. En septiembre del 2020 fue oficializada como Presidenta de la Subcomisión de Rugby Femenino de la URBA. Es un gran paso, pero no deja de ser una excepción. “Por lo menos en buenos aires, acá quién te habla la única dirigente mujer”, comenta. Como ella, también podemos nombrar a Gisela Acuña, integrante del cuerpo técnico de Leonardo Gravano en Las Pumas. Acuña es la primera entrenadora en la UAR.

“Nadie conoce la realidad del femenino como nosotras. Sabemos cómo están las chicas, dónde están, cómo se sienten. Porque todo el tiempo estamos comunicándonos. Nosotras sabemos lo que es jugar al rugby y está bueno que se hayan abierto estos espacios para ser escuchada y seguir construyendo”, cuenta sobre su rol de dirigenta. Que las decisiones sobre el Rugby femenino no las tome un hombre detrás de un escritorio que nunca jugó ni conoce la realidad de ese deporte, es un avance.
Como todo proceso de cambio cultural o político, el camino de Maru Mansilla y del rugby femenino está plagado de avances y retrocesos. Y el único camino posible es la lucha y la organización. “Creo que a todas nos pasa, justo la semana pasada tuve una reunión con dirigentes y las cosas no salieron como yo quería. Y volvés re bajón, llorando, con ganas de resignarte. Pero al otro día te levantas y decís no, ‘no puedo dejar pasar esto, tenemos que ir por más, tenemos que organizarnos y luchar’. Si veo lo que pasaba hace 7 años atrás, digo’ fua que increíble’. Entonces digo, ‘de acá a 10 años, fua que increíble’. Hay que trabajar mucho para eso”.
Loli Insúa
Twitter: @Lolinsua
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