Se cumplen treinta años del retorno del Rey. Diego volvía a Boca en pleno menemismo. Toresani, Charly García, Las Cañitas, Segurola y Habana. Coppola, el jarrón y Cabezas. Escribe Juan Boldini.

Si a Diego Armando Maradona le cortaron las piernas en junio de 1994, las recuperó la tarde del sábado 7 de octubre de 1995. La Bombonera parecía más el escenario de un show que una cancha de fútbol. Diego volvía a jugar profesionalmente después de los quince meses de suspensión que siguieron al Mundial 94. Pisó el césped un hombre de casi 35 años, con una franja rubia en el pelo y noventosa barba candado. Para recibirlo, había varios músicos famosos en la mitad de la cancha. En una sorpresa, de gusto dudoso, los organizadores habían puesto a las hijas de Diego dentro de una caja de regalo gigante en medio del campo de juego.

Eventualmente, hubo un partido de fútbol, con Colón de Santa Fe. Ganó Boca, sobre el final y hubo un expulsado, Julio César Toresani. Quién, desde el vestuario visitante y con una cámara como intermediario, culpó a Maradona de su expulsión y dijo que iría a buscarlo a su casa.

Pero Diego no estaba en su casa. Esa noche el Zorrito Von Quintiero oportunamente inauguró Soul Café, un bar ubicado en Las Cañitas. El lugar se convirtió en el set de una conferencia de prensa. El tono era serio, pero el escenario no. Diego, flanqueado por Charly García y Tití Fernández, pronunció la famosa frase: “Segurola y Habana 4310, séptimo piso”. Le dió a Toresani (y al país entero) la dirección de su casa.

Charly coronó la noche con un recital improvisado. Conviene a este relato creer que tocó algunas canciones de su próximo disco, Say no more. Puntualmente, la canción en la que se cuenta la historia de un hombre que al llegar a su casa ve que la misma está en llamas. Y, contra toda lógica, decide acostarse en la cama mientras espera a los bomberos. En 1995, Argentina comenzó a transitar el segundo mandato del gobierno menemista. Y Diego, su último período como futbolista.

Promesas sobre el bidet

El objetivo de Diego era ganar aquel campeonato y así saldar su sueño de jugar la Copa Libertadores con Boca. El comienzo fue prometedor. En sus primeros siete partidos, el equipo ganó seis y empató uno. No jugaban muy bien, pero se percibía el envión anímico que generaba la presencia del ídolo. El 12 de noviembre, después de un mes y cinco días de la vuelta de Diego, Boca tenía seis puntos de ventaja sobre el escolta más cercano. Faltaban cinco fechas.

En ese primer mes había pasado de todo en la vida de Diego. Jugó tres partidos en ocho días, hizo un golazo de tiro libre y recibió dos acusaciones mediáticas. Fernando Miele, presidente de San Lorenzo, afirmó que el torneo estaba armado para que gane Boca. Mariana Nannis, esposa de Caniggia, afirmó que Diego le arruinaba la vida a su marido. Diego estuvo una semana sin ir a entrenar. Jugó igual, ganó y lloró ante las cámaras. Festejó sus 35 años en Buenos Aires News, la disco top de la década, con familiares, jugadores de Boca, Charly García, Juanse, Diego Torres, Ricki Maravilla y Andrés Calamaro. Hizo un viaje relámpago a Inglaterra para recibir, en la Universidad de Oxford, el título honorario de “Maestro Inspirador de Quienes todavía Sueñan”. Y vestido con una toga, hizo jueguitos con una pelotita de golf mientras lo vitoreaba una multitud de ingleses . 

En Argentina el clima era otro. Durante el comienzo del 95, los docentes y estudiantes universitarios habían ocupado las calles para frenar el intento de arancelar la educación superior. En la lógica privatizadora del menemismo estudiar no era un derecho, sino un servicio. Ese año la desocupación alcanzó al 18 por ciento y Domingo Cavallo, el ministro de economía, comenzó a tambalear. Entre los sucesos más desdichados, el gobierno hizo explotar una fábrica militar ubicada en Río Tercero para ocultar un faltante de armas, que habían sido vendidas ilegalmente a Ecuador, Croacia y Bosnia. 

En diciembre, el domingo 3, dos hechos destrozaron los sueños de Diego. Boca perdió 6 a 4 ante Racing en plena Bombonera. El equipo no se recuperaría de aquel golpe y terminaría seis puntos debajo de Vélez, el campeón. Ese mismo domingo, Mauricio Macri resultó electo presidente del club. Diego pensó en irse, de hecho no jugó el partido siguiente. Macri y él se detestaban. Tenían casi la misma edad, pero eran incompatibles en todo (orígenes, estilos, ideales). Sólo dos cosas los unían: ambos eran de Boca y menemistas. 

Los dinosaurios

El verano de 1996 de Maradona se dividió entre vacacionar en Punta del Este, amigarse con Carlos Bilardo (nuevo entrenador de Boca), pelearse con Macri y ser la cara de la campaña “Sol sin Drogas”. En el marco de ese nuevo rol, Diego dió una extensa entrevista para la revista Gente donde contó con todo detalle su relación con la cocaína. Lejos de ser correcto, fue honesto: “fui, soy y seré un drogadicto”.

La lucha contra el narcotráfico era un tema en agenda, promovido por la DEA, que convocaba la atención de la opinión pública y los medios. En ese contexto Hernán Bernasconi, juez de la ciudad Dolores, ideó un plan sencillo: ser la cara visible de la lucha contra el narcotráfico y así catapultar su carrera política. Pero la visibilidad de los operativos variaba en función de quiénes fueran los involucrados. 

Bernasconi lo sabía. En enero de ese mismo verano, le inició una causa a Charly Garcia por apología del consumo de estupefacientes. Charly había dicho, en medio de un recital en Villa Gesell, que prefería las drogas sin sol. El 11 de marzo, el policía Sergio Camaratta, desde Cariló, radicó oportunamente en el juzgado de Bernasconi la denuncia de una enorme red de narcotráfico supuestamente conducida por Guillermo Coppola, el manager y amigo de Diego. La causa reflejaba las dos partes de la interna peronista. Bernasconi, del lado del gobernador Duhalde, apuntó contra un habitué de la quinta presidencial de Olivos.

Comenzó el show de las escuchas telefónicas y los falsos informes de inteligencia. En la cancha la suerte se torció el 13 de abril, contra Newell’s. Boca perdió su invicto, Diego se desgarró y erró un penal. Tales serían sus cruces en los próximos meses.

Necesito un gol

Las escuchas del teléfono de Coppola demuestran dos cosas. Por un lado, que el mayor interés de los policías era seguir los vaivenes de la vida de Diego. Y por el otro, que Diego estaba en llamas. 

Segundo penal errado. El 9 de junio, Maradona volvió contra Belgrano. En el entretiempo llamó a Coppola diciéndole que quería tomar algo, pero su amigo le respondió que estaban bien así. En la cancha, además del penal errado, dio una asistencia e hizo un golazo. Pero la alegría no duró. El siguiente domingo, Javier Castrilli lo expulsó en la derrota 5 a 1 con Vélez. 

El sábado 29 contra Central, no sólo erró su tercer penal, también debió salir por una molestia muscular. Pero Boca ganó y, según las escuchas, después del partido, el Morsa (cuñado de Diego) le acercó un poco de cocaína. Maradona no volvió a su casa hasta el jueves. El cuarto penal errado no le molestó tanto porque fue en la victoria 4 a 1 sobre River. 

El quinto penal errado llegó el miércoles 7 de agosto en la derrota contra Racing, que de nuevo ahogó el sueño de pelear el campeonato. El siguiente domingo, Boca perdió de local contra Estudiantes. Según las anotaciones de la policía, durante el partido alguien desde el alambrado de la Bombonera le pasó a Diego un papel de cocaína. Después del partido le tocó el control antidoping. Por la noche, Maradona y Coppola tomaron un avión rumbo a Suiza. Su destino era una prestigiosa clínica de desintoxicación. Diego tardaría once meses en volver a jugar profesionalmente. Cavallo ya no era el ministro de economía y el concepto de “piquete” había adquirido un significado concreto en la sociedad argentina a partir de los hechos de Cutral-Co. 

Demoliendo hoteles

Guillermo Coppola quiso proteger a Diego pero, como en un laberinto, terminó atrapado en un problema mayor. La estadía en Europa no trajo paz. En la primera clínica no había vacantes y terminaron en una segunda, que no se especializaba en adicciones. Luego, en Alicante, mientras visitaba a un polémico deportólogo argentino, Diego fue de nuevo noticia. Una noche salió sin Coppola, volvió tarde y se quedó atrapado en el ascensor del hotel. Enfurecido, destrozó todo lo que encontró a su paso.

En Argentina, Bernasconi no descansaba. El 25 de septiembre Natalia Coppola, la hija de Guillermo, fue requisada en el aeropuerto de Ezeiza. Sólo le encontraron pastillas para adelgazar. Pero su padre, preocupado, decidió volver brevemente a la Argentina. Diego insistió en acompañarlo. Llegaron el sábado y tenían pasaje de vuelta para el lunes. El domingo a la noche hubo una fiesta de despedida en el departamento de Guillermo. Al día siguiente, resacoso, Diego canceló el viaje. A la noche fueron a cenar con Ricardo Darín y otros conocidos. El chofer de Diego sumó al grupo a dos mujeres muy jóvenes, Natalia Denegri y Julieta Lavalle. La noche siguió en el VIP de Puente Mitre y terminó en la casa de Coppola. Las especulaciones sobre esa noche llenarían la pantalla durante los próximos meses.

La noche del 8 de octubre (un año después de la vuelta de Diego a las canchas), Guillermo Coppola estaba comiendo pizza en la casa de su madre. En la televisión la placa roja de Crónica anunció que estaban allanando su departamento. Llamó a la portera del edificio, la policía aún no había llegado. La noticia estaba en los medios incluso antes de ser noticia. Al día siguiente se fue a entregar. Pasaría 97 días preso. Lo acusaban de distribución de estupefacientes.

Un vicio más

Antes de octubre Samanta Farjat era una joven de 19 años con un novio de 37. Era habitué de la noche porteña y ejercía la prostitución con clientes de buen poder adquisitivo. Hector Yayo Cozza, su novio, se dedicaba a la organización de discotecas y venta de futbolistas.

El 3 de octubre Yayo fue detenido por tenencia para distribución. A partir de ese momento, Samanta y su amiga, Julieta Lavalle, se convirtieron en informantes a cambio de la libertad de Cozza. Ambas colaboraron en la detención ilegal del ex campeón del mundo, Alberto Tarantini. Su tarea fue colocar drogas en el departamento de Natalia Denegri.

El 8 de octubre Natalia, Tarantini y Samanta declararon como testigos de identidad reservada. Las dos jóvenes dijeron lo que les ordenó Roberto Schlagel, el secretario del juez. Sus testimonios fueron la base de la causa contra Coppola.

La cobertura mediática fue un actor más. Memoria, el programa de Chiche Gelblung, y Mediodías con Mauro (Viale) fueron los escenarios privilegiados de un show bizarro. La sociedad se volvió adicta a un teleteatro interpretado por seres reales. La pantalla se llenó de historias sórdidas y acusaciones terribles dichas sin pudor. Samantha y Natalia fueron quienes mejor entendieron el juego. Repentinamente, pasaron de ser las acompañantes de los famosos a estar en el centro de la escena. El poder judicial, por su parte, debió lidiar con un nivel de interferencia inédito hasta el momento.

Según Diego, ese 30 de octubre tuvo uno de los cumpleaños más tristes de su vida. Desconocía que un día antes las testigos clave habían cambiado su testimonio. Samanta se decidió a contar todo cuando comprobó que su novio no sería liberado. Mariano Cuneo Libarona, el flamante abogado defensor de Coppola, la guió en su cambio de postura. El abogado también entendió rápidamente el poder de las cámaras. Y también pasó de personaje secundario a tapa de las revistas cuando en el verano de 1997 tuvo un romance con Samanta. 

La causa contra Bernasconi era más sólida que la de Coppola. Roberto Schlagel (el secretario del juzgado de Dolores), Daniel Diamante, Antonio Gerace y Carlos Gómez (los policías implicados) terminaron presos. Bernasconi enfrentó un juicio político.

Los policías eran tan desprolijos que generaron las pruebas en su contra. Usaban para sus conversaciones el teléfono que le habían confiscado a Yayo Cozza y que el mismo juzgado había ordenado intervenir. También extorsionaron a las testigos femeninas para tener sexo. Según ellos, vivir en los boliches, drogarse y tener sexo, eran los requisitos de ser policia encubierto. Su vocación de servicio tenía mucho de aspiracional.

Coppola permaneció preso hasta comienzos de 1997. Su liberación se demoró lo más posible. Nadie quería pagar el costo político de liberar a alguien que, para la opinión pública, aún era culpable. El 28 de noviembre, Charly Garcia lanzó su décimo álbum solista, tal vez su obra más oscura. Se llamó Say No More.

Y si mañana es como ayer otra vez

El año 97 encontró a Diego en la puerta de la cárcel de Caseros. Fue con la intención de pasar la noche de año nuevo con Coppola, pero no se lo permitieron. El hombre más famoso del mundo recibió el año solo, llorando sentado sobre el cordón de una vereda de Parque Patricios. El 14 de enero, un día antes del vencimiento del plazo legal, el juez Liporaci firmó la libertad de Coppola. Desde el auto, sin haber llegado a su casa, le dió una nota exclusiva a Mauro Viale. 

El 25 de enero, en Pinamar, varios oficiales de la policía bonaerense asesinaron al fotógrafo José Luis Cabezas. Esa fue la venganza de Alfredo Yabrán, un poderoso empresario cercano a Menem, contra quien había hecho público su rostro. Entre los asesinos había dos oficiales (Cammaratta y Prellezo) involucrados en el caso Coppola. Yabrán fue recibido en la Casa Rosada. Mientras, la calle se llenaba de manifestantes. 

El 2 de abril se instaló la Carpa Blanca frente al Congreso. Ahí las y los docentes hicieron huelga de hambre para pedir mejoras en sus paupérrimas condiciones laborales. La carpa estuvo allí hasta 1999. El 12 de abril una bala de gendarmería le quitó la vida a Teresa Rodríguez en las puebladas de Cutral Có y Plaza Huincul. Mientras los piquetes se sucedían en un efecto dominó, el 22 de abril Maradona firmó un nuevo contrato con Boca.

Después de una larga preparación física, el 13 de julio Diego volvió a jugar. Había adelgazado 11 kilos. Fue victoria 3 a 2 sobre Racing. Sin embargo ese fue su único partido del torneo. Recién volvió el 24 de agosto, para la primera fecha del nuevo torneo, contra Argentinos. Con Caniggia, Latorre, Riquelme y el propio Diego en ataque, Boca ganó 4-2. Maradona hizo un gol de penal. A las pocas horas, su control antidoping dio positivo.

Un amparo judicial le permitió a Maradona jugar. La defensa puso en duda el procedimiento del control y el juez dictó la orden de “no innovar” hasta que no fuese confirmado el ADN. Diego jugó cinco partidos más. El último fue el 25 de octubre, contra River. Jugó sólo un tiempo. Lo reemplazó Riquelme, Boca dio vuelta el marcador y ganó 2 a 1. Al día siguiente fueron las elecciones legislativas. El oficialismo perdió ampliamente. En frente estaba una coalición de la UCR y el FREPASO, llamada la Alianza. 

El 30 de octubre de 1997, el día de su cumpleaños número 37, Diego anunció su retiro.

Juan Boldini
Twitter: @juanboldini

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